'La bella y la bestia': Disney vs. homofobia

1
Cartel de la nueva versión de 'La bella y la bestia'.
Cartel de la nueva versión de 'La bella y la bestia'. / Disney España

La bella y la bestia siempre me ha parecido una historia con trampa: el relato nos enseña que la belleza está en el interior, pero resulta que dentro de la bestia hay un hombrón rubio, de ojos azules, millonario y heterosexual. También me llama la atención que la historia de una muchacha que acepta el bestialismo y acaba enamorada de un tipo con aspecto de pastor alemán se consienta como un cuento “familiar”. ¿Y si tu hija tiene sueños húmedos con Bestia? Vale, me callo. Y me centro.

Los protagonistas: Bella es bastante trepa, es una pueblerina que no acepta a su clase y quiere ser mucho más, aspira a ser más culta (lee libros como si no hubiera un mañana) y alejarse de los palurdos del pueblo. Al final acaba con el rubio heterosexual, en un palacio de ensueño y agasajada por criados (aquí Ewan McGregor, Ian McKellen, Stanley Tucci y Emma Thompson).

Bestia, por cierto, tiene de bestia el rabo (no entiendan mal) y que tiene muchos pelos, pero Disney no se ha arriesgado diseñando a una bestia de verdad, un ser monstruoso, que de eso se trata. Este Bestia es un tipo de cara angulosa y ojos azules pero con problemas capilares. Vamos, que poco tiene que ver con el monstruo de la versión de Jean Cocteau de 1946 y que, por cierto, me parece una cursilada.

La bella y la bestia insiste en que la apariencia no es lo importante, que la belleza está en el interior. Pero resulta que ella se llama Bella (podrían haberle buscado otro nombrecito) y está bastante buena y él es un aristócrata con planta de modelo. Y como dice mi hermano: lo mismo, pero con feos, sucede en Shrek. Los dos enamorados son ogros y las dos películas evitan el conflicto que supone aceptar parejas de individuos diferentes. Que nada manche el rol aceptado socialmente: guapos con guapos y feos con feos.

Disney lo ha dado todo en esta nueva y mejorada versión de la película animada de 1991 (nominada al Oscar a la Mejor película del año y que ya está un poco vieja) y esperan un éxito morrocotudo. Lo va a ser, pero de momento se han topado con los obstáculos de los cretinos de turno. Me refiero, por ejemplo, a Vitaly Milonov, miembro del partido Rusia Unida, que ha pedido al ministro de Cultura Vladimir Medinsky que estudie el contenido gay de La bella y la bestia antes de su estreno para ver si viola la Ley de propaganda homosexual (como lo leen). Y si es así, que prohíba la exhibición de la película, claro. Y todo por la evidente homosexualidad del gordo LeFou, el esbirro del detestable y muy hetero Gastón. Por cierto: en Malasia, otro país gobernado por una pandilla claramente homófoba, ha pasado algo parecido.

Esta nueva versión, además de idear un personaje gay, se ha decantado por lo políticamente correcto. Por lo progre, vamos. Emma Watson, que es una furibunda feminista, pidió que se eliminaran “sexismos” de la versión clásica. Ahora no sólo su padre (Kevin Kline) es inventor, ella también es diestra con la mecánica. Y para colmo, la pobre Emma, que está estupenda en la película, se ha topado con feministas que le han reprochado un reportaje de Vanity Fair en el que luce un formidable escote, que debe ser cosa de la represión del patriarcado.

En fin, que, como siempre, todo el mundo opina sobre una película que no ha visto. Yo sí lo he hecho y debo decir que es espectacular. La bella y la bestia es formalmente excelente, con unos decorados fabulosos, un vestuario formidable, una puesta en escena magnífica y una banda sonora irreprochable. Las secuencias de arranque en el pueblo, la persecución con los lobos, la presentación de los criados-objeto, la frenética batalla final... todo rodado de lujo.

Su director, Bill Condon, que ya se enfrascó en un musical (en la fallida Dreamgils) y firmó las dos primeras partes de la infame saga Crepúsculo, ha hecho un trabajo técnicamente irreprochable.

En definitiva: otro espectacular producto Disney, a la altura de su El libro de la selva a imagen real y que tantos beneficios le ha dado en taquilla. Que se van a forrar, vamos.

El plan B:

Incierta gloria es una película para quien no tenga prejuicios estúpidos y use esa cansina matraca de “otra película de la Guerra civil” (sobre la Guerra civil americana nunca se sueltan estas ignorantes sentencias).

Estamos en el frente de Aragón, en el año 1937. Lluís, oficial republicano, es destinado a un puesto dejado de la mano de dios. Allí conoce a una misteriosa viuda de la que se queda prendado. Dirige Agustí Villaronga, el realizador de Pan negro, que arrasó en los Goya de 2011.

WaltDisneyEs (Youtube)

Leave A Reply