La filfa del desarrollo sostenible y la gestión medioambiental

  • Crítica de "El calentamiento global", la última novela de Daniel Ruiz García

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“Federico supera la mesa de la secretaria y enfila el pasillo. Las punzadas siguen ahí, son como un tam-tam descomunal, como los desmesurados tambores con los que los salvajes re-clamaban la presencia del monstruo en la isla de Kong. Ojalá King Kong llegara y de un zarpazo le arrancara la mandi-bula, piensa Federico, y se llevara consigo ese puñetero dolor.

Todo cuesta hoy. También la orina.

Hombre, Castilla.

En el hilo musical del baño suena la Lambada. Es una sintonía muy propicia. Hecha para Irigoyen, el Rey de la Rumba del Departamento de Controlling. Un puñetero psicópata del control financiero. Quien vive del control necesita el control. Y marca el territorio.¿Por qué, habiendo diez urinarios, todos vacíos, tiene que venir a mear junto al de Federico?”

Esta larga cita es parte del comienzo de El calentamiento global (Tusquets Editores), la última novela de Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976), uno de los narradores españoles más dotados de nuestra literatura actual y que sigo desde su primera novela, Chatarra, en 1998, con goce y fruición previa, lo que revela cierta fascinación escondida en su literatura, para el que esto suscribe, y que tiene que ver poco con la temática e, incluso, con el propio estilo. Quizá se me ocurre la cosa radique en el modo de mirar, ¿acaso no es eso el estilo, en definitiva?, y en la fuerza que irradia ese modo de mirar y de expresar esa mirada, pero ¿acaso no dijimos que eso era precisamente el estilo?

Daniel Ruiz es autor que debe algo, por lo menos en cierta recreación del entorno, al Louis Ferdinand Céline de Viaje al fin de la noche, pero también al del Baroja de la trilogía de La lucha por la vida, al Rafael Chirbes de su última etapa, la del fustigador de un paisaje corrupto y, esto roza la evidencia, a la producción de los filmes británicos de la era Thatcher, al modo de Trainspotting... De hecho su experiencia en el mundo del cine y del documental es notable, ya que colaboró en el guión de Chatarra, que dirigió Rodrigo Rodero, cortometraje que estuvo seleccionada para los Óscars en 2006, amén de dirigir un documental sobre los 25 años del edificio Helvetia, de Rafael Moneo y, de nuevo, ser guionista de un documental sobre el Guadalquivir.

Lo apuntado anteriormente aproxima de manera ilusoria al arte de un autor pero nunca lo explica. Es cierto que todo ello es germen y consecuencia de un apuntarse a una mirada especial sobre el suburbio de las ciudades y de la vida como, por ejemplo, en Maleza, por no hablar más que de su penúltima novela, en el que el suburbio es el territorio acotado donde el escritor-cazador recobra sus piezas, y ello hasta el punto de que uno mismo, cuando tuvo que hacer la reseña de esta novela, apunté que al igual que John Cheever había sido el cantor de los suburbios de la clase media americana de la era Eisenhower, Daniel Ruiz García se había convertido en el de los suburbios proletarios de nuestras ciudades en en siglo XXI.

Ahora Daniel Ruiz, en esta su última novela, cambia de objetivo, lo que es buena señal ya que huye de la repetición, por pequeña que sea, y dirige su mirada a la hipocresía de las grandes corporaciones que están haciendo el agosto con esto del desarrollo sostenible y la gestión medioambiental. El calentamiento global es, en realidad, una inteligente sátira sobre las palabras que parecen decirlo todo pero están vacías de contenido cuando uno se retira un poco, sólo un poco, del velo de Maya que supone el lenguaje y su apariencia de significativa semántica.

En el Parque Natural del Roqueo, a orillas de Mediterráneo, en Pico Paloma, se encuentra la refinería de Oilgas, un nombre que lo dice hoy día todo, casi como si fuesen las siglas del Diablo de la Basura. En la empresa un empleado de la misma ha sufrido un accidente laboral. A partir de este suceso la vida de Federico Castilla, director de Responsabilidad Social Corporativa de la empresa, se convierte en un caos que parece no tener fin. En torno al destino aciago de Castilla se mueven una serie de personajes muy bien trazados y que hacen de Pico Paloma y sus habitantes, un disparatado, por real, escenario que puede ubicarse en cualquier lugar del planeta.

Daniel Ruiz maneja la farsa con maestría, es un género que ha hecho fortuna desde los tiempos de Quevedo y que alcanzó grandes cotas en Valle Inclán, y también la sátira, tan cerca de ésta, y la trastienda del humor, tan cerca de la sátira pero de un sesgo distinto al de la farsa, que tiende a la caricatura. Ruiz no es caricaturista pero si pertenece de lleno a la tradición expresionista española, de claros aciertos. Y esa tradición siempre tuvo el acierto de perfilar muy bien los personajes secundarios, de tal modo que éstos ya no sirven de apoyo y clarificación a las acciones del protagonista, sino que son ellos protagonistas, no sólo de sí mismos, sino de la narración. Ello se ve en los personajes que pueblan Pico Paloma: Berta Vela, periodista que practica el ciberactivismo, anónimo, claro; Amanda, cantante del grupo Tubular, grupo que toca en el hotel donde se alojan los ejecutivos de Oilgas y que es madre de un youtuber que quiere ser famoso a toda costa... Ello se denomina hoy día, con cursilería inconsciente, novela coral. Pues eso.

El calentamiento global supone cierta madurez sorprendente en la obra de un autor que nos sorprendió desde su primera novela, con un estilo propio, un mundo propio, signo de un narrador nato, es decir, alguien digno de poseer su pequeño territorio en la vastedad de la geografía literaria. Una muy buena novela.

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