LIBRO

Los renglones torcidos de Hollywood

  • El ensayo es obra de Juan Tejero y en él recuerda lo duro y despiadado que puede ser Hollywood con sus actores
  • Bela Lugosi cometió el error de su vida al rechazar el papel del monstruo de Frankenstein
  • Gail Russell es el ejemplo de Hollywood devorando a una persona. No soportaba la fama, los rodajes, ni a sus publicistas, las sesiones de fotos... Y recurrió a la bebida

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Los ensayos especializados en cine son un género en sí mismo y un placer para los que amamos el cine. En España los que combinamos el placer lector con el placer de ver buen cine hemos tenido la suerte de disfrutar de los libros de editoriales como Cátedra, Notorius, T&B, Poe Books (sello con el que he tenido el placer de publicar mi Antiguía del cine y The End) y ahora con Cult Books, que ya ha publicado libros de lujo sobre El resplandor o los 80 años del estreno de Lo que el viento se llevó y acaba de publicar el dilucidador libro Los renglones torcidos de Holywood.   

El ensayo es obra de Juan Tejero, autor del famoso y voluminoso libro ¡Este rodaje es la guerra!, y en él recuerda lo duro y despiadado que puede ser Hollywood con sus actores, aunque en su lista Tejero también incluye a dos actores que además fueron directores como Erich Von Stroheim y Orson Welles, dos virtuosos del cine caídos en desgracia. Cada capítulo de este libro, generosamente ilustrado con buenas fotografías, podría ser una película, aunque algunos de sus protagonistas ya la tienen, por ejemplo Judy Garland (la reciente Judy) o Frances Farmer (Frances).

En este libro, que retoma la propuesta de Kenneth Anger en Hollywood Babilonia, no están todos lo que son, porque Hollywood ha sido la causa o la excusa para destrozar cientos de vidas, pero sí aparecen muchas carismáticas estrellas. Puede que echemos de menos los tristes casos de Gene Tierney, Anthony Perkins, Rita Hayworth o Marilyn Monroe, pero Tejero siempre puede hacer una jugosa segunda parte. En todo caso, su libro habla de estrellas como Mae Murray, Buster Keaton, Greta Garbo, Jean Harlow, Jean Seberg, Liza Minnelli, Patty Duke, John Belushi o River Phoenix, pero en cuartopoder nos han llamado especialmente la atención estas tristes historias que recordamos a continuación:

Auge y caída de Lugosi

Uno de los más jugosos capítulos es el dedicado a Bela Lugosi, que empezó en el cine con un director llamado Manó Kertész Kaminer, un mujeriego con muy mal carácter y adicto al trabajo que años más tarde viajaría a Hollywood, se cambiaría el nombre por Michael Curtiz y dirigiría para Warner una película tan famosa como Casablanca.

En su etapa alemana, antes de hacer de Drácula para el genio Tod Browning, Lugosi participó en una película de la que no queda ni una sola copia en buen estado: Doctor Warren y Mr. O´Connor, versión de Jekyll y Hyde con título cambiado de forma cutre y rastrera para no pagar derechos. Su director fue F. W. Murnau, que más tarde dirigiría Nosferatu, rodada nuevamente sin pagar los derechos de Drácula, base de la película que hizo famoso a Lugosi, que se aprendía sus diálogo en inglés de memoria si tener ni idea de lo que decía, como si fuesen canciones.

El primer Drácula sonoro, y de pronunciado acento húngaro, vivió la mieles del éxito, como se suele decir: admiradores, buenos sueldos, casa de lujo y hasta un amor con una joven de 17 años llamada Lillian Arch y con la que estuvo casado veinte años. Pero Bela, que no era amigo de la frívolas fiestas de Hollywood pero sí de las timbas y las mujeres, a las que trataba bastante mal, cometió el error de su vida al rechazar el papel del monstruo de Frankenstein sentenciando que aquello lo podía hacer “cualquier figurante obtuso que sepa gruñir”. El papel se lo dieron a Boris Karloff (un tipo muy inteligente y uno de los fundadores del Sindicato de Actores) y el gran James Whale rodó con el personaje dos películas magistrales. Lugosi nunca se recuperó de su fatal error, acabó actuando en films infectos y como bien mostró Tim Burton en Ed Wood, su final fue tan triste como grotesco.

Sanders el cínico

Imagen del libro

George Sanders fue famoso en Holywood sobre todo por lo vago que era. Uno de sus mejores amigos, el actor David Niven, recordó en sus memorias que fue una de las personas más holgazanas que había conocido en su vida. Contaba que Sanders odiaba moverse de su casa o su restaurante. Pasear por la playa, jugar un partido de tenis o al golf para él era sencillamente el infierno. También se jactaba de no creer en las patrias, las banderas y las guerras, la mera idea de ir a una guerra lo aterrorizaba. Y así lo confesó: “No me dejará alcanzar por el sheriff. Por suerte tengo tres pasaportes: ruso, americano y británico. Jugaré con ellos hasta que tiren la toalla o me manden a hacer algo. Entonces me haré cuáquero de inmediato. Y si me mandan conducir una ambulancia, atropellaré a tanta gente mientras aprendo a conducir que acabarán enviándome a casa”.

Sanders nunca fue un galán porque no podría serlo con esa cara, pero se lo rifaron para hacer de villano o de ese eterno cínico que tan bien se le daba. Sanders, actor en Eva al desnudo, Rebeca o Enviado especial y voz de Shere Khan en El libro de la selva de Disney, también acabó apareciendo en películas infectas de serie Z y se suicidó en España, en en el Gran Hotel Rey Don Jaime de Castelldefels. La causa de su muerte fue una sobredosis de nembutal. Dejaba atrás más de cien películas, cuatro exmujeres (entre ellas Zsa Zsa Gabor y su hermana menor, con la que estuvo casado exactamente 32 días) y una memorable nota de suicidio: “Querido mundo: He vivido demasiado tiempo, prolongarlo sería un aburrimiento. Os dejo con vuestros conflictos, vuestra basura, y vuestra mierda fertilizante en esta dulce letrina. Buena suerte.”

Russell, Farmer y Lake: víctimas de Paramount

Una de la historias más tristes de Los renglones torcidos de Holywood es la de Gail Russell, una bella y sencilla muchacha que vivía en Santa Mónica. En marzo de 1942, un ejecutivo de Paramount Pictures llevaba en su coche a dos adolescentes hasta Balboa Beach. En el trayecto las chicas empezaron a hablarle al ejecutivo de la deslumbrante y atípica belleza de una muchacha del instituto llamada Gail. El tipo, intrigado, envió un informe al estudio. El responsable de nuevos talentos de Paramount, Milto Lewis, la fichó y enseguida se dio cuenta de que era bellísima pero también que iba a tener serios problemas. La bella Gail no quería actuar y práticamente se la llevaron a Hollywood a rastras. Lewis dijo de ella que era “una chica adorable que no pertenecía a la industria del cine, hubiese sido feliz como pintora en vez de como actriz”.

Gail Russell

Gail Russell es el ejemplo de Hollywood devorando a una persona. No soportaba la fama, ni los rodajes, ni a sus publicitas, las sesiones de fotos, los estrenos... Y recurrió a la bebida. La cámara la adoraba por su belleza y clase, pero a ella la cámara la aterrorizaba, le entraba un pánico espantoso nada más escuchar el sonido del motor y la palabra “acción”, quedaba completamente paralizada. Al final Gail Russell se mató bebiendo. El 27 de agosto de 1961 fue encontrada muerta en el suelo de su salón, repleto de botellas de vodka vacías. La chica que podría haber sido pintora pero fue estrella de Paramount a la fuerza solo tenía 36 años.

Otra belleza arrasada por Hollywood fue Frances Farmer, a la que Jessica Lange interpretó en su quinta película y por la que fue nominada al Oscar (el mismo año en el que lo ganó, como secundaria, por Tootsie). Frances destacó en el colegio por su capacidad como actriz en las obras de teatro y en sus trabajos de escritura. Uno de ellos lo tituló “Dios muere” porque acababa de leer a Nietzsche. Apuntaba maneras la actriz más rebelde que tuvo nunca la meca del cine. Después estudió periodismo y drama y hasta conoció la Unión Soviética gracias a un periódico comunista local.

Frances era una bomba de relojería. En su caso también fue Paramount quien la contrató y la quiso convertir en otro sonriente florero con caros abrigos y chófer. Pero Frances les salió rana: no concedía entrevistas, no iba a estrenos y en su tiempo libre recaudaba fondos para el bando republicano y contra el fascismo. Hollywood no tardó en marcarla y ella también se alcoholizó, empezó a abandonar rodajes y acabó en prisión. A la salida se saltó la cita con el funcionario que vigilaba su libertad condicional, la llevaron a comisaría. Y cuando rellenaba el correspondiente papeleo, en la casilla en la que preguntaban por su profesión escribió “chupapollas”.  La diagnosticaron esquizofrenia paranoide y le aplicaron electroshocks, fue violada por sus celadores y hasta le aplicaron una lobotomía que dejó su cerebro devastado.

Otra belleza descubierta por Paramount (y que se cambió el nombre porque un productor del estudio de la montaña nevada dijo que sus ojos eran “como un profundo lago azul”) fue Veronica Lake. Su nombre fue un ridículo homenaje al lago Veronica. Adiós a otra Frances, en concreto Constance Frances Marie Ockelman.

Veronica Lake se hizo famosa por el mechón rubio que le tapaba media cara, e imitaban todas las mujeres de América, y por películas como Los viajes de Sullivan, El cuervo, La llave de cristal y Me casé con una bruja (película que le encantaba a Luis Buñuel). Pero llegó la guerra y mientras lo hombres luchaban en el frente, las mujeres debían trabajar en las fábricas. Y muchas imitaban a Lake y creaban accidentes laborales: sus largos cabellos se quedaban atascados en los taladros. Así, el mismísimo gobierno exigió a Paramount que Lake se cortase el pelo. Paramount obedeció, le cortó el pelo a lo paje y destrozó su imagen y su carrera, que acabó en la televisión. En el camino se abandonó y se autodestruyó, pero también se lo pasó bien en la cama. Por su alcoba desfilaron Gary Cooper, Clark Gable, Bob Hope, Victor Mature, John F. Kennedy y Marlon Brando. Este último vio, en 1960, un reportaje en el que Lake aparecía sirviendo mesas en un hotel de Nueva York. Conmovido, le hizo llegar un cheque de mil dólares de la época. Ella nunca lo cobró, pero lo enmarcó y lo colgó en su modesta sala de estar para que lo viesen sus visitas.

Como esta anécdota podrán disfrutar de muchas más en en el muy interesante ensayo Los renglones torcidos de Holywood. No se lo pierdan.  

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