ESTRENO EN CINES

‘Uno para todos’: humilde y brillante oda al perdón

  • Lejos del habitual escenario urbano del cine español, la película dirigida por David Ilundain y protagonizada por David Verdaguer se traslada a la España vaciada
  • ‘Uno para todos’ no tiene nada que envidiar el cine europeo de más prestigio y es un film de festival de cine en el mejor sentido de la palabra
  • Es una historia sobre gente de carne y hueso, una película humana que se resume bien en su frase promocional: "Un profesor te puede cambiar la vida. Un alumno también"

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El cine con profesor como protagonista tiene una larga trayectoria y generalmente está ligado a la transmisión de valores, a ser alguien mejor que lo que te marca el destino o tu clase social, a aprender algo apasionante, nuevo, excitante. A ser mejor persona. Por supuesto también hay películas con profesores macarras como Bad Theacher o Escuela de Rock, pero los profesores más recordados del cine por muchos espectadores son Albert Lory en Esta tierra es mía, Richard Dadier en Semilla de maldad, Snape en Harry Potter y en España Don Gregorio, el inolvidable Fernando Fernán Gómez de La lengua de las mariposas.

Eso sí, el más famoso de todos estos docentes de cine quizás sea John Keating, el enrollado profesor de El club de los poetas muertos, película que se cita en el film que nos ocupa: Uno para todos, de David Ilundain, que se estrena mañana en cines. Uno de los alumnos protagonistas le dice al profesor sustituto (David Verdaguer) que acaba de ver la película con Robin Williams. Y es un curioso guiño de guión porque Uno para todos se aleja bastante del tono, la trama y los personajes de una azucarada película que, no lo olvidemos, es de la factoría Disney.

Lejos de aquel entregado y chistoso profesor interpretado por Williams, aquí Verdaguer interpreta a Aleix, un profesor poco sociable y que no es precisamente la alegría de la huerta. Además, el tipo no se enfrenta a un aula llena de pijos como en la película de Peter Weir. Sus alumnos son niños de pueblo y algunos de ellos inmigrantes. El pueblo (Caspe, Zaragoza, menos de 10.000 habitantes) es otro más de los miles que pueblan España, esa inmensa parte del país que no se refleja en el cine español si no es para reírse de él (como en Que se mueran los feos o Lo nunca visto) o para rodar en él thrillers truculentos y series de cuarta.

Uno para todos destaca sobre todo por su sencillez, su humildad y su autenticidad. Lejos del habitual escenario urbano del cine español, la película, escrita por Coral Cruz y Valentina Viso, se traslada a la España vaciada, a un pueblo con costumbres de pueblo. Allí llega el personaje de Verdaguer, que representa a montones de jóvenes de su edad (35 años), una generación malgastada, que malvive enlazando contratos temporales y sueldos de mierda, una generación marcada por la inestabilidad laboral, económica y de pareja, un grupo social abandonado y sin futuro.

Pero como muchos otros jóvenes, este profesor de primaria (de sexto en este caso) es un profesional y un tío serio que quiere hacer las cosas bien. Y lo que parece al principio un mero trabajo temporal, de sustitución por un embarazo, se convierte en un gran reto personal porque descubre que tiene que reintegrar a un alumno enfermo en el aula. Y no solo eso: ninguno de sus compañeros quiere que vuelva a clase. Aleix deberá descubrir por qué los otros niños rechazan al enfermo, qué les había hecho, por qué y cómo.

El guión de Uno para todos, que abarca los meses de un curso escolar y marca su avance temporal mediante fechas señaladas como el fin de año o el carnaval, es lúcido porque lo que plantea es bastante difícil. Sobre la mesa parece una trama muy llana, pero el texto está bien estructurado, con sus giros correctamente planteados y diseminados. Una película mala podría tender a lo fácil (subrayar demasiado el drama del cáncer infantil y hacer trucos con él o pasarse de charlatán en la lección que aprenden los niños), algo que este film, sobrio y nada efectista, evita en todo momento.

En esta película los niños aprenden una lección porque están en un colegio y allí se supone que se deben aprender lecciones, pero la que aquí aprenden los protagonistas no es simplona ni está metida a calzador como en otras películas. No estamos ante una ex marine enseñando a comportase civilizadamente a violentas bandas callejeras como en Mentes peligrosas, aquí la lección es más reconocible, más nuestra, más sutil y se expone en pantalla de forma elegante y sencilla, sin bisutería visual, sin artificios técnicos, solo con un buen texto y buenos actores.

El guión de Cruz y Viso tiene el arrojo de fusionar dos temas: el cáncer infantil y el bullying. Y en este sentido la película es muy superior a otros films españoles sobre el acoso entre chavales como Bullying, de Josetxo San Meteo o Cobardes, de Jose Corbacho y Juan Cruz. También supera a fallidas películas sobre el cáncer infantil como Planta cuarta o Camino.

Otros de los puntos fuertes de Uno para todos es el cabal trabajo de su director, David Ilundain, director de B. En aquella rareza, sobre la declaración de Luis Bárcenas en la Audiencia Nacional, Ilundain ya demostró que sabe muy bien lo que es dirigir actores. En B, de la que hablamos en cuartopoder, Pedro Casablanc (Bárcenas) y Manolo Solo (Juez Ruz) están inmensos y fueron nominados al Goya, igual que Ilundain por su guión.

El trabajo que Ilundain realiza en su segundo largometraje con todos sus actores (y gracias a la dirección de casting de Irene Roqué) es encomiable. Están todos estupendos, tanto Verdaguer como Patricia López Arnaiz, Clara Segura, Betsy Túrnez, Ana Labordeta y absolutamente todos los niños. Y hasta aparece, y no lo hace nada mal, Miguel Ángel Tirado, más conocido como Marianico el Corto.

En lo que respecta a la realización, David Ilundain apuesta por un trabajo casi invisible, no se hace notar. Si bien recurre bastante a la cámara en mano (con sutiles movimientos, a la francesa), el film es técnicamente austero e irreprochable. Y es que Uno para todos es una película que tiene muchos vínculos con el cine francés, con película como Hoy empieza todo, de Bertrand Tavernier, o Ser y tener, de Nicolas Philibert.

Uno para todos no tiene nada que envidiar el cine europeo de más prestigio y es un film de festival de cine en el mejor sentido de la palabra, es una película que debería pasearse dignamente por muchos certámenes y que a la vez puede gustar a todo tipo de público. Y la razón es sencilla: aunque está rodada en un pueblo de Zaragoza, su mensaje es universal.

Y ese mensaje nos habla de la importancia del trabajo en equipo pero, sobre todo de la importancia del perdón. Mientras estás viendo Uno para todos piensas, en un prejuicio tonto, que la película irá por otros derroteros, con giros insospechados y un tono más oscuro o melodramático. Pero no lo hace nunca y su mensaje es sencillo, directo: hay que saber perdonar. Tanto al matón de clase, como a los más cercanos, que es el caso del problema familiar del protagonista, quizás lo menos trabajado de un guión bastante conseguido.

Estamos ante una de las mejores películas españolas en un año muy flojo y recomendable para todo tipo de púbico (sobre todo el familiar), una historia sobre gente de carne y hueso, una película humana que se resume bien en su frase promocional: “Un profesor te puede cambiar la vida. Un alumno también”.

Os dejamos a continuación un clip exclusivo con una de las escenas de la película

 

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