ENTREVISTA

Nuria Alabao: “El feminismo de las élites busca recuperar la centralidad perdida”

  • Conversación con esta escritora, periodista e investigadora feminista

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Nuria Alabao (València, 1976) es una escritora, periodista e investigadora en la Universitat de Barcelona. La responsable de coordinar la sección de Feminismos de Ctxt responde a las preguntas de cuartopoder sobre temas de actualidad y debates que están teniendo lugar en el seno de ese espectro tan difícil de definir que son las izquierdas. También podemos leerla en El Salto, Diari Ara o El Crític. Y militando y repensando en la Fundación de los Comunes.

- Estamos viendo debates acalorados entre las izquierdas durante las últimas semanas. ¿Es un momento de especial división?

- Las divisiones en eso que llamamos genéricamente “la izquierda” son habituales, no solo específicas de este momento. Los bloques ideológicos no son coherentes. Es cierto que quizás se recrudecen las disputas o que estas tienen el sabor de los debates demasiado abstractos y poco sustantivos en momentos de repliegue. No estamos en situación de avance de las movilizaciones ni en un momento de conflictividad social o de construcción de alternativas fuertes. La pandemia nos ha descolocado mucho, pero también parece que es una inercia que viene por lo menos del fin del 15M, con una cierta institucionalización y quizás porque un segmento de los movimientos tiene la percepción de que “hemos llegado al gobierno” con Unidas Podemos, aunque sería injusto echarle la culpa solo a esto.

En cualquier caso, el tono de los debates es el de la descomposición, el de las luchas de facciones, el de los discursos identitarios. Afinar los debates políticos suele corresponder a momentos donde estos se refieren a dónde dirigir las fuerzas acumuladas, y este es un momento de debilidad. En este ínterin, aparecen los monstruos: las izquierdas conservadoras o rojipardas, el feminismo identitario, el progresismo descafeinado, todo ello dentro de los que se autodefinen como “de izquierdas” pero ya digo que en ese cajón caben demasiadas cosas muy dispares entre sí.

"Estas izquierdas conservadoras también echan la culpa de los éxitos parciales de las extremas derechas a determinadas movilizaciones"

La emergencia de la extrema derecha también ha producido un fenómeno extraño como de admiración, de ganas de imitación por parte de segmentos “de la izquierda”, una cierta fascinación por sus críticas al capitalismo basadas en la nostalgia de la familia, la homogeneidad étnica o la nación. Estas izquierdas conservadoras también echan la culpa de los éxitos parciales de las extremas derechas a determinadas movilizaciones: el feminismo y el antirracismo “han ido demasiado lejos”, se ridiculiza el ecologismo, o lo más peligroso, se empieza a oír que hay que ser “más realistas con la inmigración”...

Esto causa una cierta disrupción con debates muy enconados: en vez de discutir para avanzar, tenemos la sensación de que estamos frenando la reacción que gana posiciones. Y es imprescindible una crítica política de nuestras prácticas y propuestas, pero no es lo mismo una crítica que sirve para pensar la situación, que se hace desde los problemas de la organización y la movilización, que una externa no comprometida que suele ser de trazo grueso y que a veces tiene intuiciones válidas, pero que no afina con las cuestiones y acaba deslegitimando las luchas y alineándose incluso con la extrema derecha. Esa sirve para hacer influencers en Twitter, pero no para avanzar en las luchas. Luego está la dinámica de las redes, que por una parte abren una nueva esfera pública muy interesante, y por otra están diseñadas para viralizar la polarización, los golpes de efecto, aquello que despierta pánicos morales, con lo que distorsionan mucho el debate político. En fin, son varias cosas.

- Por ejemplo, se tacha a la “teoría queer” de neoliberal. ¿Qué opinas de esto?

"La teoría queer se ha usado como la extrema derecha usa el feminismo"

- En las discusiones actuales sobre los derechos de las trans se han utilizado una serie de argumentos oscuros que se usan a modo de fantasmas para no debatir de cosas sustantivas. Aquí la teoría queer –deberíamos hablar en plural puesto que no es un corpus unificado– se ha utilizado como la extrema derecha usa el feminismo cuando habla de ideología de género: como los Protocolos de los Sabios de Sión, casi en un sentido conspiranoico. Algo oscuro que quiere acabar con los derechos de las mujeres.

Respecto a lo de neoliberal, es algo que ahora se usa para adjetivar cualquier cosa que no nos gusta, como si los avances en derechos quedasen deslegitimados si se consigue que produzcan valor en el mercado. Los éxitos del feminismo entonces serían únicamente funcionales a la acumulación de capital y podríamos tirar a la basura la igualdad y libertad alcanzadas por las mujeres después de varios siglos de luchas o que las personas LGTBI puedan vivir con un poco menos de miedo a ser apaleados por la calle. Bueno, en esta fase del capitalismo todo puede ser mercantilizado, hay que asumir esa contradicción, eso no implica que luchar no sirva de nada.

No, ninguna de estas luchas en sí es neoliberal porque el proyecto del neoliberalismo es que el mercado sea lo único que ordene la vida y la sociedad y todo lo demás, también la libertad, esté supeditado a ello. La libertad es concebida fundamentalmente como libertad económica, así que el neoliberalismo es perfectamente compatible con una dictadura como la de Pinochet. Es un proyecto que se adapta perfectamente tanto al conservadurismo de Thatcher y Reagan como o a los proyectos postfascistas de Bolsonaro, Trump o el mismo Abascal, muy alejados de la aceptación de los derechos de las personas trans. Y en lo material, en lo más sustantivo, el neoliberalismo tiene poco de progresista o feminista porque sus políticas perjudican sobre todo a las que están más abajo: mujeres, personas trans, personas racializadas, etc.

Luego, no se puede negar que muchas de estas luchas están atravesadas por distintos proyectos políticos e intereses de clase. Los movimientos de base son más anticapitalistas en sus propuestas. Es cierto que puede haber un feminismo liberal, o propuestas LGTBI interesadas en reforzar el mercado rosa, pero eso no deslegitima ninguna de estas luchas. Si de caso, implicaría ponerse del lado de los que, en el interior de esos movimientos, llevan la bandera anticapitalista.

- ¿La autodeterminación de género implica el borrado de las mujeres?

"Este argumento parece casi una broma si no se utilizase contra los derechos de las personas trans"

- Este argumento parece casi una broma si no se utilizase contra los derechos de las personas trans, personas que sufren un altísimo grado de violencia y discriminación en todo el mundo incluido en este país. Se lo he leído a profesoras de universidad, a periodistas... Se lo he leído a toda una caterva de mujeres y hombres bien instalados que disponen de tribunas para decir cosas como esas... Es decir, intentan dar una pátina progresista a un rechazo visceral a los que son diferentes. Tratan de legitimar así posiciones que son inaceptables porque ponen trabas al avance en derechos de estas personas. En concreto, se oponen a la nueva ley de despatologización de la condición trans que se ha estado discutiendo en el Congreso. Este es el trasfondo del que hay que hablar y lo que nos estamos jugando en esta discusión.

Estas discusiones tienen consecuencias muy materiales, además. En Estados Unidos, algunas feministas legitiman con argumentos de este tipo las medidas que Trump está implementando contra las personas trans, que pasan por cosas como legalizar que sean discriminadas en distintas áreas de su vida, como la atención sanitaria, en la prisión o que se les niegue la entrada en albergues de personas sin hogar.

En el fondo de este tema, también hay un intento de división del feminismo. Hay ciertas mujeres que habían liderado posiciones de poder, como académicas, políticas o periodistas, que se han visto un poco desplazadas por el desborde del feminismo de los últimos años. Agitan con esta cuestión, para romper, para deshacerse de la parte más radical del movimiento, la de base. Esa que está más cercana a la reivindicación de los derechos de las personas trans o a considerar que las luchas LGTBI están estrechamente relacionadas con la feminista o son la misma y que además consideran la igualdad como igualdad radical, material, también entre las mujeres. Es un movimiento de base más anticapitalista. Estos debates sirven a este feminismo de las élites, que busca recuperar la centralidad perdida.

- Desde el asesinato de George Floyd, se han multiplicado las protestas de carácter antirracista en el mundo entero, también en el Estado español. ¿Se pueden desligar estas de un componente de clase?

"Mejorar las condiciones de vida de todos pasa por elevar las de esta población"

- Las protestas antirracistas en Estados Unidos tienen un detonante muy claro que es el de la violencia policial y los asesinatos de personas afroamericanas. Es la punta del iceberg de la gestión punitiva de la pobreza, los afroamericanos están ampliamente sobrerepresentados en las prisiones también. Además, es la forma en la que se construye la imagen de la raza negra como intrínsecamente peligrosa, lo que es funcional a su condición como uno de los segmentos más explotados de la fuerza laboral. Es decir, el racismo es la legitimación ideológica de esa explotación. Aquí también sucede a partir fundamentalmente de las migraciones y ahora también de las segundas generaciones, de los hijos ya españoles de los migrantes.

La precarización generalizada de la mayoría de la población en un sentido de clase se puede leer a partir de este extremo que sería esta población racializada o migrante, por eso hay tantas personas blancas que se han implicado en el Black Lives Matter. Es solidaridad, pero también se dan cuenta de que mejorar las condiciones de vida de todos pasa por elevar las de esta población y sobre todo pasa por proteger sus derechos laborales. Estas alianzas, además, cortocircuitan el proyecto postfascista que busca la confrontación etnico-nacional para dar una compensación simbólica, un sentido de pertenencia, a los trabajadores nacionales, mientras se aumentan sus niveles de explotación y se culpa a los de fuera. No puede haber proyecto emancipador pues, sin tener en cuenta a los migrantes y personas racializadas. Lo mismo pasaría con la cuestión de género, que es otro vector de explotación de la fuerza de trabajo.

- ¿Y las acciones simbólicas que apuntan a las estatuas de personajes históricos que traficaron con esclavos?

- Las acciones simbólicas a veces son momentos de constitución o de visibilización de los sujetos políticos que llevan adelante las luchas. La mayoría de los colectivos antirracistas que hacen acciones contra las estatuas están implicados también en la lucha contra la ley de extranjería, que apunta al corazón de la desigualdad, o contra la persecución de las personas sin papeles, o por la mejora de los derechos de las trabajadoras domésticas, entre otras luchas. El trabajo es cotidiano. Si te quedas solo en acciones de este tipo, bueno, tienes legitimidad para cuestionar la imposición de estos símbolos en el espacio público porque implican una cierta violencia y porque la realidad social se construye también a partir del trabajo sobre el imaginario, pero entiendo que para cambiar las cosas se tienen que abrir más frentes, y creo que en general es lo que sucede.

Muchas veces las críticas en redes o en medios es tan superficial porque piensa solo en términos de relato e imágenes, o de acción-reacción, en tiempos muy cortos que son los de los medios, pero se olvida de todo lo que hay detrás en la puesta en marcha de un movimientos social.

- ¿Qué es “clase obrera” en 2020?

"La izquierda no debería tratar de representar a la clase obrera, sino entender que la clase se constituye en las luchas"

- Pues tal y como se utiliza en los debates actuales, opera más bien como una figura fantasmática, ya sea en la ultraderecha o en ciertas izquierdas nostálgicas. Ambos dicen: la izquierda se ha olvidado de la clase trabajadora, aunque tampoco estamos muy seguras de a qué se refieren con eso, implica un idealización. Desde el punto de vista de la emancipación social, el problema no es un problema de discurso, sino precisamente de que la izquierda no debería tratar de representar a la clase obrera, sino entender que la clase se constituye en las luchas. Entonces, el problema que tenemos es que existe poca organización, poca autonomía por abajo. Es la clase obrera autoconstituida la que debería decir cuáles son sus intereses e imponerlos por la fuerza, como ha hecho en otros momentos históricos.

Hoy, como categoría sociológica, podemos decir que es un conglomerado diverso formado por migrantes y gentes de orígenes y colores diversos, con muchísimas mujeres, que también ocupan los segmentos más explotados, donde hay muchas personas LGTBI, también personas trans. Esta pluralidad, unida a toda una serie de factores históricos y sociales, hace más difícil su organización.

- La pandemia y las crisis derivadas de la misma han generado nuevas incertidumbres e inseguridades. ¿Cómo deben actuar las izquierdas en el conflicto seguridad-libertad?

"Seguridad son condiciones materiales"

- Ha sido chocante la adhesión incondicional al confinamiento, incluso cuando desde varios lugares de “la izquierda” se ha estado pidiendo más encierro y se han aceptado de manera bastante acrítica las medidas punitivas. Entiendo que, al principio de la pandemia, ha sido necesario por la avalancha de casos y la saturación de la sanidad, pero ha sentado un precedente.

Creo que deberíamos haber exigido más contrapartidas al enorme sacrificio que ha implicado para la vida de muchísimas personas, sobre todo las que no tienen viviendas en condiciones o ni si quiera tienen vivienda y también por las consecuencias económicas que ha desencadenado. Ahora mismo, deberíamos estar pidiendo más recursos en rastreadores, más inversión en las UCI, más contrataciones de sanitarios. Sin embargo, buena parte de los discursos se centran en las responsabilidades individuales: si la gente cumple o no las normas. Las responsabilidades que tenemos que exigir son las políticas, es decir, colectivas y se tienen que exigir a los que tienen poder.

Por otra parte, seguridad son condiciones materiales también, no podemos apoyar restricciones de la movilidad sin que se pongan los recursos necesarios para mitigar la situación de los que no tienen techo ni dinero. No se puede tener a los temporeros de la agricultura durmiendo en la calle y trabajando sin medidas de seguridad por nada y luego acusarlos de expandir el virus. No podemos confinarlos a la fuerza en polideportivos, como está sucediendo ahora en Albacete, incluso a pesar de pruebas negativas, como si fuesen ganado cuando a nadie más que a ellos se les imponen cuarentenas vigiladas policialmente. ¿Seguridad para quién?

- ¿Qué libertades podemos perder en este contexto si no estamos pendientes?

"La pérdida de libertades, cómo no, empieza por los eslabones más débiles"

- Hemos visto cómo el miedo puede operar en nuestra sociedad de una manera en la que se legitiman rápidamente medidas extremas. Antes del confinamiento, se estaba hablando de la necesidad de derogar la Ley Mordaza, ahora ha sido la norma que se ha aplicado para multar masivamente y dar más poder a la policía, parece que se ha relegitimado.

Cada situación que se construye como anómala nos trae medidas de excepción que luego son más fáciles de aplicar. Nos ha pasado con la legislación antiterrorista y el avance del derecho penal del enemigo que ha conllevado y que permanece hoy. Hay vulneraciones de derechos graves que están pasando, como el caso de los migrantes confinados en Albacete que he comentado. Parece que la pérdida de libertades, cómo no, empieza por los eslabones más débiles.

- Las tensiones entre las izquierdas de ámbito estatal y las de Catalunya, Euskadi, Galicia o Andalucía, por ejemplo, son una constante. ¿Hay espacio para el entendimiento?

- Si hablamos de movimientos sociales, creo que hay más espacio para lanzar iniciativas amplias: la PAH y otras luchas han funcionando desde bien pronto coordinándose en una estructura confederal y pese a todas las dificultades suponen un buen ejemplo. Si hablamos de partidos, ahí siempre va a ser más complicado porque conllevan una lógica de confrontación, a veces de suma cero, y la necesidad de hablar a los propios electorados. Hay espacio para el entendimiento si se ponen los objetivos comunes de luchas concretas por delante, donde no hay representación ni traducción electoral.

- ¿Puede ser la república un concepto que aglutine a las izquierdas más a la izquierda del PSOE, incluso a parte del PSOE? ¿Es un concepto aglutinador?

“Si hay un intento de reforma constitucional ahora, no es probable que se gane en un sentido emancipador”

- Es indudable que la falta de legitimidad de la monarquía ha ido creciendo, yo diría que con más fuerza desde la crisis del 2008. En este sentido haría falta un cuestionamiento de su papel y eso no se puede hacer sin una revisión de la propia Constitución.

Creo que para una parte de eso que consideramos izquierdas un proceso constituyente podría ser un potente aglutinador de la acción política. Quizás veía esa posibilidad más clara en lo que llamamos crisis de régimen después del 2008. En ese momento, había la oportunidad de fundir un sentimiento republicano, o la necesidad de avanzar hacia una forma de estado republicana con un proyecto de carácter igualitario con componentes de revindicación de una democracia radical. Eso estuvo ahí presente durante un tiempo. Ahora vemos el sentimiento antimonárquico espoleado por la corrupción de la Corona, pero no con fuerza los componentes radicales o redistributivos que deberían asociarse a un proyecto republicano. Digamos que si hay un intento de reforma constitucional ahora, es poco probable que se gane algo en un sentido emancipador que vaya más allá de una restauración del orden pero sin monarquía. Estaría bien, pero no sería suficiente. Hay que ganar lo social para impulsar cambios radicales, no basta agitar en un sentido ideológico, no es suficiente.

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