Primer adivina adivinanza: ¿en qué se parecen el cineasta norteamericano Jimmy Jarmusch y la consejera vasca de Asuntos Sociales Gemma Zabaleta? Solución a la primera adivinanza: la voz de los dos atraviesa la nube negra y espesa del tabaco para llegar hasta nosotros y hacernos cómplices de sus confidencias. Segundo adivina adivinanza: ¿en qué se diferencian Jimmy y Gemma? Solución a la segunda adivinanza: Jimmy se arropa con el abrigo de esa nube negra del tabaco para contarnos a sus amigos –los espectadores que vemos sus películas– los fracasos que le torturan, mientras que Zabaleta nos dice que tenemos que aspirar a una vida perfecta limpia del hollín y de las impurezas de las nubes negras del tabaco, que nuestro futuro es una página inmaculada en la que hay que escribir blanco sobre blanco.
La consejera vasca ha afirmado que la reforma de su Ley autonómica contra el tabaquismo va a entrar “en la vanguardia mundial” del derecho a la salud de los ciudadanos al establecer nuevas prohibiciones que restringirán la práctica de este vicio nefando, a saber (entre las más relevantes y para proteger a la infancia y la juventud): 1) prohibición de fumar dentro de los vehículos privados si en su interior van menores de edad; 2) prohibición de fumar “en áreas recreativas, de ocio y del espectáculo, incluidas las zonas al aire libre, haciendo especial hincapié en los parques infantiles”.
En 2003 Jim Jarmusch estrenó Coffee and Cigarettes, una serie de once sketches llenos de humor negro (sobre la soledad y el desamor) que reúne a los protagonistas de cada historia para contarse unos a otros sus cuitas al calor de una taza de café en un bar siempre cargado de negro humo (sin la “erre” final que la rabia de los seres perfectos emplea con los pecadores para advertirnos que les ponemos de mal humor, de un humor negro de perros). Coffee and Cigarettes, sin embargo, no es más que una parodia muy divertida de la victoria, para algunos muy lamentable, del “bien común” sobre la “libertad individual”, hoy en camino de ser diagnosticada como la enfermedad de un egoísmo incurable, como un estigma molesto para la sociedad que debe ser recluido y tratado en una leprosería.
En este caso, ciertamente, la faceta específica del “bien común” protegida por la ley es la salud y su agresor es un sujeto antisocial que debe ser reeducado con sanciones administrativas si fuera necesario y, mientras no alcance la normalidad social, incluso debe ser apartado de la compañía de sus propios hijos. Para que no prospere el mal ejemplo.
“Mi casa es mi castillo”, decían los liberales ingleses para sostener la primera de las libertades, la de la inviolabilidad del domicilio y del ámbito privado y familiar del ciudadano. Si la Ertzantza, como guardián de una “Euskadi sin humos”, puede detener e inmovilizar un vehículo –de cualquier persona que circule por su territorio– si su conductor fuma mientras transporta a un menor de edad –18 años es la frontera entre el bien y el mal– y puede tramitar una denuncia por una infracción sancionada con un mínimo de tres mil euros, la cosa está que arde. Porque el argumento de Zabaleta también vale para entrar en el domicilio y vigilar si el padre o la madre perjudican la salud de sus hijos fumando (en contra de lo que prescribe el Estado). Aquí el intervencionismo administrativo en la esfera privada del individuo, en su propiedad, en el uso de la vivienda familiar y siempre sujeto al ojo avizor de la tutela pública sobre las relaciones paterno-filiales, lesiona los derechos constitucionales a la libertad, la intimidad y la educación de los hijos sin motivo suficiente para la intromisión del poder. La intervención policial sobre un vehículo no está muy lejos del allanamiento de morada, pues por morada o domicilio no hay que entender solamente el lugar donde se pernocta o donde se realizan otras actividades cotidianas con habitualidad, sino también el ámbito cerrado erigido por una persona con objeto de desarrollar en dicho espacio privativo alguna actividad. Esto no es invención mía, sino doctrina reiterada del Tribunal Supremo.
Naturalmente, no estoy defendiendo el derecho de fumar frente a todo y contra todos. El derecho a la salud de los no fumadores debe prevalecer en caso de colisión con el patrimonio jurídico de los fumadores. Pero ese derecho a la salud pública no es el de Robespierre, no debe invadir los derechos particulares que se ejercen en espacios abiertos y, sobre todo, no puede violar la esfera privada y familiar de los fumadores. Porque, de lo contrario, estos últimos acabarán siendo clasificados por el Estado como untermenschen, como los judíos “subhumanos” en la Alemania nazi. No es broma, sino un dato histórico: un decreto del Generalkommissar de la Letonia ocupada, Egon Böner, prohibió en 1941 fumar en todos los ghettos del territorio.
Pero no se crea que Gemma Zabaleta es una consejera cruel que reprime a todos los fumadores sin exclusión. El nacionalismo vasco, sea el del PNV o el del PSE, es como cualquier otro nacionalismo: siempre tendrá sus iglesias, con sus privilegios del derecho de asilo y de las treguas de Dios. La consejera va a prohibir fumar en el ghetto, pero no va a impedirlo en el txoko. Porque ningún político juega con las cosas de comer: seguirán abiertos los estancos, que tanto alivian el Presupuesto, y seguiremos fumando con los buenos amigos en la sociedad gastronómica, en el txoko. Muy bien, todos los gobernantes crean para los suyos una inmunidad nacional, en este caso una isla para fumadores en el grandioso “espacio europeo sin humos”. Esto marcha y no hay quien lo pare. Me largo: Pepe, dame un purito, que voy con el niño a Bilbao.
Ehhhh, Borsntein; no sea usted malo. Aunque, a veces, parece que se rozan los límites de la libertad, desde luego. Pero, para las cabezas bien amuebladas -cual es la suya- está muy claro el comportamiento razonable del fumador que sabe cuándo molesta y cuándo no. ¿Es o no es?
Entiendo que el autor también debe considerar allanamiento de morada el obligar a que los niños vayan en sillita especial dentro del cocher, el usar cinturón de seguridad, el no poder usar el móvil, etc. Y, por supuesto, tampoco está justificado que la policía entre en un domicilio cuando se está produciendo una agresión o maltrato en su interior, ¿verdad?
A Alca: El autor no hace consideraciones caprichosas en lo que se refiere a la protección (contra todos) de los derechos fundamentales del individuo. Sólo recuerda que el domicilio es inviolable (art. 18.1 CE) y que la regulación de de los derechos fundamentales y de las libertades públicas requiere su aprobación por ley orgánica adoptada por mayoría absoluta del Congreso de los Diputados (art. 81 CE), siendo insuficiente una norma autonómica. Y siempre con el control último del Tribunal Constitucional. Gracias por su opinión y un cordial saludo.
Muy buen artículo y con una buena reflexión. Yo no fumo y en mi opinión la actitud de los gobernantes en atacar al fumador no me gusta, considero que va en contra de los derechos individuales. El intervencionismo y control del estado. Considero que se debe respetar a ambos y el propio fumador debe saber donde y cuando se puede fumar.
«Porque, de lo contrario, estos últimos acabarán siendo clasificados por el Estado como untermenschen, como los judíos “subhumanos” en la Alemania nazi.» http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin
A ardi: gracias por desempeñar el rol del «hombre dentro del pecho» (Adam Smith), aunque quizás esa función resulte superflua en relación con el método orteguiano sobre la eficacia del discurso si se introducen en él una «boutade» inofensiva o una pequeña exageración consciente, siempre, claro, que la benevolencia del «hombre dentro del pecho» considere que con ese método ocasional no se desnaturaliza el núcleo del discurso. Ese espectador imparcial es soberano incluso si utiliza una sinécdoque. Muchas gracias y un cordial saludo.
No cabe duda de que la ley antitabaco actualizada es producto de la enfermiza búsqueda de la «calidad de vida y la salud» detrás de la cual hay intereses puramente económicos («es una alto coste para seguridad social»: ¿el alcohol no lo es? ¿la contaminación en general con residuos tóxicos no lo es? ¿las vacas locas no lo es?), y principios que como ya sabemos provienen de la nefasta política racista y discriminatoria nazi a la que ahora en algunos foros se la ve con «algunos puntos positivos». ¡Claro! Ahora resulta que la «medicina nazi» era progre… que iba muy por delante de las otras… mediante investigaciones llevadas a cabo en los mismos campos de concentración con cobayas humanas… Que un vecino deba o pueda delatar a otro, la delación en general ¿a qué o a dónde nos lleva?