Bajar o subir impuestos

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Contribuyentes pidiendo información sobre el borrado de la renta en la pasada campaña. / Efe

Un buen programa electoral es imposible sin un relato veraz del pasado inmediato. ¿Cuál debe ser el relato del “crash” de onda larga que iniciado en 2008 afectará a nuestro país todavía en la próxima legislatura? Muy en síntesis, la economía del tercer milenio ha sido la combinación de cuatro factores:

  1. La decisión de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo de mantener indefinidamente unos tipos de interés muy bajos y un precio del dinero barato para el consumo y la inversión.
  2. La obsesión del crecimiento como un fin en sí mismo, a la manera del sustituto fácil de una economía en situación de equilibrio y socialmente cohesionada por la redistribución, hoy olvidada, de sus recursos disponibles.
  3. Una reducción generalizada de los impuestos directos y personales en nuestro país que ha cebado alegremente la bomba del consumo, dejando todavía mayor liquidez en la mano privada que, inevitablemente, ha arrojado más gasolina sobre las primeras llamas del fuego.
  4. Por último, el factor tiempo en un escenario desregulado que sin advertir las insuficiencias jurídicas para gestionar el riesgo no era más que la palestra y el destino fatal del Hiroshima económico y de su devastador hongo financiero que ha puesto el penúltimo the end a la también penúltima etapa de la euforia irracional de la mano invisible del mercado. Porque, volviendo a la literatura, no es casual que, en contra de lo que generalmente se cree,  la bella metáfora de la mano oculta no pertenezca a Adam Smith, sino a Shakespeare. “Come with thy bloody and invisible hand: tal fue la oración de Macbeth a La Noche para que encubriera el crimen de su ambición.

¿Cómo sacará Ariadna a Teseo del laberinto? No con la ayuda de Mariano Rajoy. El programa popular yerra en el diagnóstico de la crisis al afirmar que “durante los últimos años los españoles hemos afrontado la mayor subida de impuestos directos e indirectos de la democracia”. Ese relato histórico es demasiado artificioso para entender lo que nos pasa y, por ello, inútil para acertar con la terapia que necesita el enfermo. La solución no es bajar más el Impuesto sobre Sociedades, que ya es un alma penosamente en pena para que salga a tomar unas copas con la Santa Compaña. Hace sólo tres ejercicios ese impuesto fue capaz de recaudar 40.000 millones de euros. En 2010 sólo allegó al Tesoro poco más de 16.000. La solución tampoco consiste en reducir la imposición sobre el ahorro. La parálisis de la actividad económica, la muerte del consumo, de la inversión y el empleo ni traen causa de una imaginaria política fiscal restrictiva (como afirma creer el PP), ni van a cesar con estímulos fiscales del lado de la oferta pública. Todo lo contrario: mientras la economía española no goce de crédito, tanto de tipo moral (confianza en el futuro), como material (el restablecimiento del préstamo interbancario), a la política fiscal sólo le cabe capturar el ahorro embalsado que no entra en el tráfico económico. No todo va a ser ajuste del gasto público. La graduación del gasto debe ir en sintonía con los ajustes al ahorro, al capital mobiliario y asimismo con la recuperación de la tributación patrimonial (Impuesto sobre el Patrimonio, fiscalidad de las sucesiones y donaciones).

No falta a la verdad el PSOE cuando expresa que durante los últimos años la presión fiscal ha disminuido tres puntos hasta situarse en el 32% del PIB (siete puntos por debajo de la media europea). Pero Alfredo Pérez Rubalcaba es un político salido del taller de Luigi Pirandello: no sólo su relato es incompleto y parcial, él mismo es un personaje en busca de autor. Los socialistas están huérfanos de pronombres interrogativos. La pregunta correcta es ¿quién ha bajado la presión fiscal? La respuesta del yo no he sido del programa socialista es echarle la culpa a la explosión de la burbuja inmobiliaria y a la pérdida de la recaudación sobre la construcción y la vivienda residencial. EL Gobierno del PSOE no sólo contribuyó a la formación de la burbuja. La reforma fiscal de diciembre de 2006 aumentó la participación de las rentas del trabajo en el presupuesto de ingresos y, a través de la nueva base del ahorro en el IRPF, abrió todavía más la mano a las rentas del capital y a las ganancias patrimoniales, que se libraron del Fisco con mayor facilidad de la que habían obtenido en las dos legislaturas de José María Aznar.

No sólo eso. Respecto a la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio, el programa del PSOE afirma que fue “una decisión tomada en un contexto muy diferente del que ahora vivimos”. Esto, sencillamente, no es verdad. La supresión efectiva de ese gravamen se aprobó por una Ley de diciembre de 2008, cuando la conmoción financiera y fiscal que produjo la quiebra de Lehman Brothers era ya un hecho consumado el 15 de septiembre anterior. El Gobierno de Rodríguez Zapatero sólo enmendó el rumbo fiscal en 2010. Ya era demasiado tarde para sostener malamente y sin demasiadas bajas ciudadanas el déficit y la deuda del Estado.

El Partido Popular es una formación explícitamente neoliberal que promete sacarnos de la crisis con recetas neoliberales. El PSOE es un partido sedicentemente socialdemócrata pero en la práctica cotidiana ha gestionado la economía con un ideario neoliberal sólo oculto para sus incondicionales. Ahora los socialistas prometen librarnos del laberinto económico con una buena dosis de progresividad fiscal, con “un tratamiento más equilibrado en la relación entre las rentas del trabajo y del capital” (que ya era el solomillo de su programa electoral de 2004, luego arrumbado sin explicaciones en la reforma tributaria de 2006). Aparte del recurso facilón de gravar más a los fumadores y bebedores y de la –siento decirlo- estrambótica propuesta de convertir las devoluciones del IRPF en títulos de la Deuda Pública a uno o dos años (a libre elección del contribuyente), el PSOE haría lo que no ha hecho en los últimos siete años. Para empezar (se tramitaría en 2012, antes de que expire el Impuesto sobre el Patrimonio restablecido hace poco), el PSOE aprobaría un nuevo impuesto sobre las grandes fortunas, “que permitirá alcanzar los objetivos de progresividad e incluir una nueva fiscalidad de las SICAV” . Después vendría otro impuesto sobre los  beneficios de la banca, “para que las instituciones financieras actúen de forma responsable en la gestión del crédito, no asumiendo riesgos excesivos (sic).

La fe, como el último párrafo transcrito, es una incoherencia lógica. Lo que no significa necesariamente que el cinismo deba suplantar a la fe a la hora de creer en la existencia de las cosas que no vemos. El PSOE nos pide un acto de fe en el futuro a cambio de un propósito de enmienda en su política económica que sólo se adivina de forma implícita, sin debate alguno, y sin una confesión sincera de los errores cometidos en la legislatura. Los socialistas le piden a su electorado que les perdone sin exponerse al riesgo y a la vergüenza pública a la que obligan las horcas caudinas de la exhibición sincera de la culpa. ¿Es ello posible? ¿No es esperar demasiado del elector? Lo comprobaremos el próximo domingo.

Izquierda Unida-Los Verdes amenaza en tono rompedor con el siguiente eslogan (que, por cierto, es una llamada escocesa a la guerra), contenido en lo que su programa denomina el Eje 2“una revolución económica como inicio de una alternativa global al capitalismo”. Bueno, bueno, no está mal. Los revolucionarios de Cayo Lara predican un incremento de la presión fiscal de 8 puntos hasta llegar al 40% al final de la legislatura (año 2015). Para ello avanzan un tipo del 45% en el IRPF para el tramo de rentas comprendido entre 60.000 y 120.000 euros anuales, y del 50% para las bases imponibles superiores a la última cifra de la horquilla anterior. También exigen un tipo del IVA del 25% para el consumo de bienes y servicios suntuarios, la aprobación del consabido impuesto sobre las grandes fortunas, la tributación de las SICAV al tipo de gravamen del 5% en el Impuesto sobre Sociedades, y un impuesto del 0,1% en las transacciones financieras relativas a la venta de acciones, y del 0,5% para la transmisión de derivados. O tempora, o mores!: ¡qué divertido es ver a los supuestos hijos del matrimonio Marx-Engels reclamando después de los robos financieros del tercer milenio la herencia extemporánea de Olof Palme!

Unión, Progreso y Democracia tiene un programa demasiado esquemático (muy parecido, en sustancia, al de Izquierda Unida, aunque mucho menos elaborado). Un programa tan de salir del paso que incluso recurre a la lolaflores de la fiscalidad internacional que es la Tasa Tobin, más manoseada que Melibea, la pupila de Celestina. La tasa internacional por antonomasia es un latiguillo de rebeldía del que todos los partidos progresistas hablan sin haberse acercado con respeto al gran James Tobin. El premio Nobel de Economía de 1981 estaba hasta los mismísimos de los que tomaban su nombre en vano. Da igual. Rosa Díez también propone la supresión del método de estimación objetiva por módulos para todas las actividades empresariales, salvo una: el comercio minorista. Bien dicho. La Sexta Directiva no permite otra opción a los comerciantes, al hacerles tributar obligatoriamente, sin ninguna exigencia contable, por el régimen especial del recargo de equivalencia en el IVA. Lo que no da muchas opciones al método de estimación directa en el IRPF.

No hay más cera que la que arde.

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