¿Saben aquel que diu?

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Pepe Viyuela *

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Ilustración: Danuto.

Me gustaría ser capaz de exponer aquí mi opinión sobre un tema tan espinoso como el de los nacionalismos que nos torturan. Espero no pincharme mucho ni pinchar a nadie. Soy consciente que no tiene mucha importancia lo que yo piense y que muchos de ustedes pensarán que me puedo ahorrar el esfuerzo; sospecho también que lo que diga no será bien recibido en algún sector, pero les aseguro que no pretendo alimentar fobias, sino más bien contribuir al apaciguamiento. Así que, por favor, no se me enfade nadie, que la vida es un rato.

En mi opinión, cualquier nacionalismo oscurece una visión clara de los fundamentos de la convivencia; pienso que históricamente han conducido a enfrentamientos y que participan de una visión profundamente reduccionista de las cosas. De hecho, el nacionalismo es quizá por definición un elemento reductor en su visión de la realidad y está sujeto a impulsos emocionales, muy alejados de la racionalidad.

Yo diría que se piensa poco cuando uno está instalado en el nacionalismo, y que se tiende a “sentir” más que a “pensar” desde él. El nacionalista tiende a emocionarse más de la cuenta y a contaminar su discurso con elementos sentimentales, generalmente poco meditados.

De hecho cuando el nacionalista piensa acaba por dejar de serlo, y me atrevería a decir también que todo lo que le rodea es más una cuestión de fe, religiosa o mitológica, que científica y racional.

Nadie elige el lugar en el que viene al mundo, la nacionalidad es algo puramente azaroso. Yo, por ejemplo, soy de Logroño, pero podría haber nacido en Madrid, dado que mis padres al poco de mi nacimiento se trasladaron a esta ciudad. Siguiendo con este razonamiento, si mis padres hubieran emigrado fuera de España, hubiera podido ser francés, alemán, argentino o uzbeko y en vez de gustarme el cocido o las patatas a la riojana, hoy amaría el plov, el mate o el kebab. Soy español sin haberlo elegido, de modo que no creo que deba sentirme muy orgulloso de ello.

Ha llegado la hora de confesar, (no se escandalice nadie), que no me siento orgulloso de ser español. Creo que sería algo tan absurdo como sentirse orgulloso de no ser el francés o el uzbeko que pudiera haber sido. No, no me siento orgulloso de ser español, y no entiendo a quien presume de serlo, del mismo modo que no entiendo a quien presume de ser catalán o vasco y además pretende denostar a alguien llamándole españolazo. La ventaja de no sentirme orgulloso de ser español es que tampoco me he sentido insultado cuando me lo han llamado. Ya es algo.

Tengo, como ven, dificultades para determinar cuál sea mi patria, aunque probablemente el teatro lo sea ¿Alguien admitiría que yo afirmase que mi nación son los escenarios? En ese caso, prometo que no buscaré una bandera ni un himno que me identifique.

En fin, que esta tara para entender la adhesión inquebrantable a una nación o una bandera puede ser la que me haya convertido en alguien incapaz de entender el chiste que enfrenta al nacionalismo español con el catalán. Lo siento, pero no lo entiendo.

Ser capaz de reírnos de nuestros defectos nos ha salvado muchas veces de la prepotencia y como el defecto de sentirse español no mejora con el de sentirse catalán quizá deberíamos pensar en abolir las nacionalidades y aprender a contar mejor los chistes que nos separan.

Por eso invoco la presencia del gran Eugenio y le pido que desde donde esté nos cuente a todos uno bueno que nos haga reír juntos.

(*) Pepe Viyuela es actor.
2 Comments
  1. Mecacholo says

    Gracias por ser tú, Pepe.

  2. Jesus Figuerola says

    Yo lo habría expresado todavía con menos «gracia»,que tu.Pero con los mismos racionamientos,perdón razonamientos,como veis mis pretendidos chistes son muy malos,casi tan malos como el de ese ser humano,nacido blanco,europeo,español y creo que gran catalán como dijo,que por cierto no es un dispositivo intrauterino,en este caso EUGENIO, eso sí con muy poca gracia en mi caso. Perdón por el enrolle.Muy bien Pedro

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