Mucho se ha hablado y se ha escrito estos días de la descomunal “humillación” sufrida por el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, cuando Barack Obama le recibió en la Casa Blanca a la hora de cenar pero no sólo no le invitó sino que le dejó plantado noventa minutos para cenar él solo con Michelle y las niñas. Esto no se supo porque lo contaran la CNN ni el Washington Post que en su día destapó el Watergate ni The New York Times que sacó los famosos papeles del Pentágono. Esto salió en el Times de Londres.
Previamente en Israel se sabía o se filtraba -a efectos prácticos es lo mismo- que Obama había planteado a Netanyahu una lista de trece exigencias, encabezada por la de interrumpir a la voz de ya los asentamientos judíos en Jerusalén Este, que los palestinos aspiran a constituir en capital de su estado. Los que en serio aspiren a tener tal cosa. Encajando filtraciones de aquí y de allá surgía con bastante claridad la idea de que, al no mostrarse Netanyahu muy receptivo hacia lo que Obama le pedía, este optó por tratarle “como si fuese el presidente de Guinea Ecuatorial”, afortunada comparación que ha dado la vuelta al mundo y seguramente habrá hecho las delicias de la población guineana.
Todas estas noticias han causado considerable regocijo y alboroto en Europa, donde Netanyahu tiene escasos fans y el estado de Israel, para qué nos vamos a engañar, pocos amigos. Mucha gente está encantada pensando que al jefe del Likud le han pegado un hostión diplomático de mucho cuidado. Y dicen para sus adentros (o para sus afueras): así, Obama, así. ¡Dales caña!
Entretanto el apagón informativo en Estados Unidos era y es casi completo. La historia de Netanyahu castigado sin cenar es la comidilla de varios blogs pero siempre a remolque del Times británico. Las grandes cabeceras americanas como que insisten en no darse por enteradas. Ni de esto ni de la otra cara de la noticia, publicada por el periódico israelí Haaretz y rebotada sólo por medios estadounidenses alternativos como Democracy Now: y es que mientras Obama y Netanyahu protagonizaban su particular pelea de gallos, los departamentos de Defensa de ambos países cerraban un sustancial acuerdo de cooperación. El Pentágono ha vendido a Israel tres aviones militares Hércules por un valor conjunto de 250 millones de dólares. Y están trabajando en otro acuerdo para vender más aviones de guerra, concretamente del modelo Lockheed F-35, por un valor aproximado de 3.000 millones de dólares.
¿Qué está pasando aquí? Que nos engañan, como siempre. Y como siempre con la inestimable colaboración de mucho periodista demasiado perezoso para escudriñar el fondo de la información. O demasiado prejuicioso para mirar los hechos desnudos a la cara. E interpretarlos con un mínimo de sentido común.
La secuencia desnuda es: para Barack Obama y su estrategia diplomática en el mundo árabe los asentamientos judíos en Jerusalén Este y en Cisjordania son un problema. Más si el gobierno israelí tiene el descaro de anunciar un incremento de los mismos durante un viaje del vicepresidente Biden a la región. A esto en el pueblo de Obama se le llama provocación.
Pero en el pueblo de Netanyahu llaman mentir a que Bill Clinton en persona les prometiera, cuando se firmó la retirada de Gaza, que no se les pediría que se retiraran de las fronteras de 1967. ¿Que luego Estados Unidos se desdice de aquella promesa? Pues vale.
Teóricamente Netanyahu había venido a Washington a ponerse de acuerdo. Pero ponerse de acuerdo no significa lo mismo para todo el mundo. Para Netanyahu probablemente significaba que se eliminara la retirada de los asentamientos judíos como una condición previa –y a cambio de nada, encima- para abrir negociaciones directas de paz. Para Obama probablemente significaba visualizar que él le ordenaba a Netanyahu la retirada de los asentamientos y este le decía amén.
Bien, esto último evidentemente no ha ocurrido. Israel aguantó el tirón y al día siguiente se anunciaba la autorización de 100 nuevas viviendas judías en Jerusalén Este. El único titular sensato posible era el de The New York Times, nada sospechoso de ser antiobamista: que Obama había intentado convencer a Netanyahu de retirar los asentamientos y no lo había conseguido.
Bibi uno, Barack Hussein cero.
Hasta que en cuestión de horas empezó el contraataque. Se filtraron entonces vía Londres (¿para despistar del origen de la filtración? ¿para castigar a la prensa americana por contar las cosas como son?) los “humillantes” detalles del encuentro en la Casa Blanca. Obama conseguía convertir así en victoria una derrota.
En fin, que de caña, poca. Más bien lo que Obama ha dado aquí son instrucciones de tapar cierto patinazo diplomático. Cierto no haber hecho los deberes antes de sentarse a hablar con Israel.
Seguiremos informando o intentándolo.
En mi opinión, Obama está teniéndoselas tan tiesas a Israel como ningún presidente americano se había atrevido antes. Que Israel no tiene amigos en Europa no es algo de extrañar, pero que los pierda en Washington, sí. Gran post.
«no solo no lo invito» … Y por que esa foto?
Buen texto, en especial el asunto de las filtraciones Times – New York Times. ¡A ver si podemos empezar a leer por estos lares los asuntillos de la prensa española!
Y de cuarto poder nada, segundo poder, my friend, segundo poder.
Saludos y gracias por la pieza. Ojalá se consolide vuestro proyecto.
ustedes sabran lo que tienen contra guinea ecuatorial y que nada os engañe esto es falta de respeto a la poblacion de guinea ecuatorial en general y ya os estais pasando con nosotros.
Dejadnos en paz ¿quien hablaba de guinea ecuatorial en los 80 cuando era el pais mas pobre del mundo? ¿que ha pasado ahora? ¿por que ya es tan interesante hablar de guinea ecuatorial aunque en un asunto donde no pinta nada?