Welcome to America, apestados de Bush (I)

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Imagen de archivo de Tariq Ramadán durante una conferencia. / Euro-muslims.eu

Secularismo, Islam y Democracia era el título del debate celebrado el pasado 8 de abril en el Great Hall del Cooper Union de Nueva York, un espacio mítico porque fue donde Abraham Lincoln pronunció el discurso que lo catapultó a la presidencia de Estados Unidos. Ahora es foro habitual de eventos clave de la progresía americana ilustrada, esa que –decíamos ayer– no gusta de arreglar el mundo en la barra del bar sino a pie de obra y con el casco puesto. Veamos si no el ejemplo que sigue.

¿Qué tendrá un debate titulado Secularismo, Islam y Democracia (conceptos apasionantes, pero que, vamos, tampoco son Droga, Sexo y Rock'n Roll) para atraer a las masas y conseguir que se forme una laaaaarga cola que daba toooda la vuelta a la manzana donde anida el teatro? He ahí el secreto: uno de los participantes en la mesa redonda era Tariq Ramadan . Y eso, oyes, daba un morbo.

En seguida aclaramos por qué a los que no hayan nacido enseñados. Tariq Ramadan es un intelectual occidental musulmán y es uno de los mayores especialistas del mundo en Islam. Nació en Suiza. Sus orígenes están en Egipto. Un abuelo suyo fundó en ese país en 1928 la Sociedad de los Hermanos Musulmanes, una organización fundamentalista musulmana que muchos consideran el antecedente de Al Qaeda, aunque recientemente ha virado a una forma no violenta de yihad.

Semejantes antecedentes prestan a Tariq Ramadan una audiencia inaudita cada vez que abre la boca, que lo suele hacer para predicar que el Islam es una religión occidental como cualquier otra y que los musulmanes no deben integrarse sino ser reconocidos como ciudadanos occidentales corrientes y molientes. Ramadan predica el reconocimiento mutuo y la fundación de “un nuevo nosotros”. Hay quien le ha llamado el Lutero islámico.

También hay quien se pregunta de qué va y qué posible agenda oculta tiene. En un célebre debate en la televisión francesa con Nicolas Sarkozy, siendo Sarkozy todavía “sólo” ministro del Interior, salió a relucir que un pariente de Tariq Ramadan había defendido la lapidación de mujeres adúlteras. Tariq Ramadan pidió una moratoria de estas prácticas pero no las condenó frontalmente. Para algunos fue tan astuto como cuando la ONU pide la moratoria de la pena de muerte en el mundo, a ver si a base de mano izquierda va colando. Para otros fue un escupitajo en la cara de la Ilustración. Y, por supuesto, un motivo añadido de desconfianza.

Aunque su definitivo salto al estrellato no vino de la mano de Sarkozy sino de George W. Bush. En 2004 Tariq Ramadan fue invitado a dar clases en una universidad norteamericana. Una semana antes de mudarse a Estados Unidos con su mujer (una francesa convertida al Islam) y sus cuatro hijos, el gobierno le denegó el visado. Invocaron para ello una cláusula de la Patriot Act que permite denegar la entrada en el país por razones ideológicas. En este caso se consideró que, aunque Tariq Ramadan no hubiera hecho personalmente nada malo, de palabra y hasta de obra había apoyado al terrorismo. Se invocaron pequeñas donaciones económicas que había hecho a organizaciones benéficas que actúan en Oriente Medio, con el argumento de que acabaron engrosando las arcas de Hamas.

Aquello fue Troya. Inmediatamente se movilizaron la ACLU y el PEN americano –los progres como Dios manda que anteriormente mencionaba– para frenar lo que consideraban una nueva oleada de mccarthysmo surgida al calor del 11-S. Y en virtud de la cual se le podía negar la entrada a América a cualquiera meramente por pensar cosas que no son del gusto del gobierno, da igual que no sean delito.

Hay que decir que Tariq Ramadan puede ser el más famoso, pero no el único que se encontraba en esta situación. La lista de apestados de Bush es larga e incluye a un montón de académicos cubanos, una historiadora nicaragüense y sandinista, una historiadora boliviana indígena, un artista de hip-hop de Sri Lanka...y un historiador vasco, Iñaki Egaña, quien en 2006 se disponía a venir a Estados Unidos a investigar la vida y milagros de Mario Salegi, antiguo nacionalista vasco y comunista. Egaña no llegó ni a salir del aeropuerto JFK de Nueva York. Fue interrogado nada más llegar, detenido 24 horas y mandado de vuelta a España sin la menor explicación. En Barajas le estaba esperando la policía española, que le puso en libertad sin cargos pero tampoco le supo explicar más nada...

2 Comments
  1. krollian says

    Lo de los iuesei es a veces democrático al 100%. Ciertamente es iluso pensar que el páis más poderoso del mundo no va a hacer y deshacer a su antojo.
    Bueno. Tampoco hay que dejarse pisar. Algo de dignidad nos quedará con el también país más endeudado del mundo.
    Montar guerras e intrigas por todo el globo terráqueo es muy costoso…

  2. jonathan says

    Costoso, sí, y rentable, me temo.

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