Reflexiones de un amigo

Querida amiga, conoces mis ideas sobre el desastre de nuestro país por lo que siempre creí que lo mejor sería marcharse y procurar no volver. Mis circunstancias no me lo han permitido. Aquí sigo muy a mi pesar, 48 años después convencido de que la clase política, en general, es de tercera. Están preocupados por acaparar su cuota poder y lo demás les da igual. España no les importa, algo que resulta evidente, pues de los contrario no estaríamos en la difícil coyuntura actual.

Los dos únicos partidos que pueden gobernar se encuentran en una situación irreconciliable. Aparcan los asuntos importantes mientras nos distraen con otros que son triviales, pero que intoxican a la opinión pública  a fuerza de repetirlos en sus mensajes sesgados y amplificados por los medios afines. Tenemos una opinión pública con cada vez menos criterio propio gracias a la bajísima calidad educativa que se proporciona en esos reinos de Taifas que son las comunidades autónomas. Es más fácil gobernar a gente poco formada, pues asumirá fácilmente sus respectivas soflamas. Dime de qué se trata, que me opongo. Así es la política que llevamos soportando desde hace ya demasiados años.

Felipe González modificó el sistema de elección de los miembros del CGPJ para que los tentáculos de los partidos alcanzaran a la Justicia. Estuvieron de acuerdo PP y PSOE en repartirse cuotas de representación para la elección de sus miembros, en lugar de dejar la elección en manos de los propios jueces, como hasta entonces. Ahora protesta el que no tiene mayoría. Algo parecido sucede con la Ley Electoral, pues desde la oposición piden su reforma pero cuando llegan al Gobierno no la cambian. Si existieran listas abiertas, los ascensos en los partidos no serian por amiguismo ni como compensación a los servicios prestados, sino por trabajo cumplido de acuerdo con lo prometido a los electores.

Los corruptos, ladrones de guante blanco, son condenados a penas ridículas y, a veces, ni siquiera entran en la cárcel. Parece de sentido común que el ladrón y el estafador tengan que devolver lo sustraído y, en caso contrario,  descontárselo de la paga que les otorga el Estado en su cautiverio. Y no permitir su salida hasta haberlo devuelto totalmente. Probablemente aparecería siempre, pero no se modifica el Código Penal en ese sentido.

Estos son algunos de los asuntos que se deberían debatir en el Parlamento, en vez de ponerse de acuerdo para aumentarse el sueldo, obtener otras prebendas o discutir sobre la posibilidad de que el Senado se convierta en una Torre de Babel carísima cuando todos los senadores tienen un idioma que les es común.  Pero me temo que seguirán ofuscados en trasladar a la ciudadanía esa polarización que fomentan. Sé que me responderás diciendo que en esa situación alguno obtiene más réditos que otro y que en la adopción de medidas la responsabilidad recae en quien gobierna. Y en eso llevas razón.