El Gobierno espera una sentencia "razonable" del 'Estatut' para la semana próxima

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María Emilia Casas. / tribunalconstitucional.es

Cuatro años después y tras varios intentos fallidos de aprobar una sentencia que determine la constitucionalidad o no del Estatuto de Cataluña, el Tribunal Constitucional podría dar a conocer su fallo a principios de la semana próxima, tras votar uno a uno todo el articulado. Así al menos lo esperan en el Ejecutivo, según han confirmado fuentes gubernamentales a cuartopoder. Estas mismas fuentes aseguran  que en el gabinete de José Luis Rodríguez Zapatero creen que la sentencia será “razonable” y que, pese a invalidar algunos de los artículos, mantendrá vigente el preámbulo, en el que se utiliza el término “nación” para definir a la Comunidad Autónoma catalana, así como la gran mayoría de los 126 artículos recurridos.

En el borrador que maneja la presidenta del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas, existen 13 artículos que –entiende la presidenta– podrían chocar frontalmente con la Constitución: cuatro de ellos relativos al Poder Judicial, o a la figura y competencias del Síndic de Greuges ( el equivalente al Defensor del Pueblo en la ordenación catalana), además de otros 24 que se someterán a interpretación.

Con respecto a la utilización del término “nación” en el preámbulo de esta Ley Orgánica,  fuentes gubernamentales dan casi por seguro que se mantendrá tal cual está, puesto que  consideran que el Alto Tribunal va a tener en cuenta no sólo el carácter no vinculante de los preámbulos en las leyes, sino también el mero tono descriptivo que emplea ese preámbulo, en el que se establece que “El Parlamento de Cataluña, recogiendo el sentimiento y la voluntad de la ciudadanía de Cataluña, ha definido, de forma ampliamente mayoritaria, a Cataluña como nación. La Constitución española, en su artículo segundo, reconoce la realidad nacional de Cataluña como una nacionalidad”.

De acuerdo con estas previsiones gubernamentales, el Tribunal Constitucional tampoco va a contradecir su propia jurisprudencia en materia de lenguas vehiculares y, concretamente,  del uso del catalán en  la comunidad de Cataluña. Si se ajusta a estas previsiones, esa sentencia, que podría darse a conocer el próximo lunes o el martes lo más tardar, se considerará “razonable” por parte del equipo de Zapatero.

“Otra cosa –confiesa un miembro del Gobierno– será convencer al PSC de que, de confirmarse las noticias que van llegando sobre el sentido de esa sentencia, deberían considerarla una buena, buenísima noticia, porque hay algunas sensibilidades dentro de los socialistas catalanes que han apostado al ‘todo o nada’ y el ‘todo’ no va a ser posible”

Asimismo, para Zapatero, como para sus más estrechos colaboradores, la sentencia, sea cual sea finalmente, constituirá en sí misma una “buena noticia” para el PP. Así, un destacado miembro de la Ejecutiva socialista advierte que “aunque sólo se rechazase la constitucionalidad de un artículo, el PP lo celebraría como si le hubiesen dado la razón en todo lo que planteó, porque la buena noticia para el PP es que se le queda el camino despejado para establecer posibles pactos de futuro con CiU”. Apunta este dirigente socialista que la aparición de la sentencia permitirá “pasar página” a un PP que aspira a ser necesario para facilitar la gobernabilidad en Cataluña a CiU tras las elecciones autonómicas y que, del mismo modo, espera que, a cambio, los nacionalistas catalanes le pongan las cosas fáciles a Mariano Rajoy a la hora de llegar a  la Moncloa y de gobernar el país.

Así, en el análisis previo a la publicación de la sentencia y para consumo interno, la cúpula socialista ya da por seguro que el cierre del culebrón del Estatut favorecerá en su estrategia al PP y que, por lo que a ellos respecta, tendrán que hacer un esfuerzo por convencer de las bondades del Estatut a los más puristas dentro del PSC, que no admiten un solo recorte ni “cepillado” más.  Oficialmente, por supuesto, la orden ya está dada: “acatar la sentencia y evitar los exabruptos”. Solamente falta que el PSC se avenga a cumplirla.

4 Comments
  1. ya says

    Y cuando podremos, el resto de los españoles, votar este cambio constitucional?
    Menudo regalito nos va a dejar este hombre, de estos barros vendrán lodos de los gordos…

  2. celine says

    Te has adelantado en varios días, Esther. Buenas fuentes, vive Dios. Enhorabuena.

  3. Catalan10 says

    Soy catalán y valoro muy positivamente la sentencia. Catalunya se merece un Estatut plenamente constitucional. Ha sido una sentencia moderada y justa. Ahora si tenemos el Estatut que nos merecemos porque aunque a Montilla y a los nacionalistas no les guste, Catalunya es España.

  4. Sergio Farras says

    El Estatut de “Da Vinci”
    Como en el Código da Vinci, entre enigmas y arcanos misterios judiciales y, tras cuatro años de deliberaciones poco luminosas y un tanto espirituales, el Tribunal Constitucional, que es como una fuerza de cualidad divina al modo de la sabiduría, emitió una sentencia de lo más esotérica y tirando a mística, poco práctica y actualizada a los tiempos. Y como queriendo sacarse la cosa de encima, pues parecía que le pesaba como una losa. Dejando en su deliberación y razonamiento sumarial del Estatut, catorce artículos mutilados y tullidos.
    El TC, actuando como el Espíritu Santo con su sentencia, describe una «realidad espiritual1 suprema y de definición única, sin llegar a convencer al más apostólico de los progresistas. Quedando la cosa como agua estancada en la charca de la verdad desnuda.
    El Partido Popular, actuando como el “Priorato de Sión” con sus ideas cerradas como cerrojos sellados en plomo, cítricos y ácidos como un limón, se jactan en un auge de conspiración y sectarismo. Viendo al Estatut como el Santo Grial y teniendo miedo a descubrir, probablemente, toda la verdad, inventando teorías de complots y confabulaciones pensando que pueden intervenir los poderes ocultos.
    Las teorías de Brown no son nada, comparadas con las de la señora Cospedal y el gran“Maestre” Rajoy que, cuando hablan de Catalunya, suelen hacerlo realizando afirmaciones donde sólo ven lo oculto y oscuro, sin aportar pruebas muy convincentes cuando se trata del Estatut, que es como un enigma sagrado para la derecha española. Actuando un poco como el Opus Dei de la novela de Brown. El Partido Popular aquí también estaría presuntamente involucrado en una conspiración para encubrir la verdadera historia del Estatut, que habría vivido dentro de una gran mentira fraguada por la derecha española, más arcaica desde los tiempos de la transición. Debe de ser terrible vivir con miedos paranoicos.
    Igual los del Partido Popular se imaginan que en el museo del Louvre de París, o igual en un despacho oculto en las salas ovales de la Generalitat de Catalunya, está dibujada la postura del Hombre Virtuvio (dibujo realizado por Leonardo Da Vinci) con un mensaje críptico escrito en su costado y dentro de un pentáculo, y los artículos del Estatut dibujados en el pecho con su propia sangre. Puestos a exagerar, hagámoslo todos.
    Como en la novela, aquí también se proponen dos misterios: ¿qué secreto intentan proteger los catalanes? ¿Quién planteo el asesinato? ¡Por Dios!, de momento aquí no ha muerto nadie físicamente, ¡Dios nos libre! Aunque, probablemente, algunos los paguen con su “muerte política” en las próximas elecciones. Porque tanta “confianza” mal medida les puede llevar al derrotero. Cayendo por afilados riscos para estrellarse en el malecón que domina el paisaje del pueblo soberano.
    Se ve que el desarrollo de la historia de un pueblo requiere la solución de varios acertijos y anagramas, como los artículos del Estatut, que parecen para algunos más arcanos que pragmáticos, ignorando que emanan de la voz del pueblo catalán, que en lícito referéndum votó, en su día, decidiendo por la vía del sufragio, que suele ser camino permitido para expresar nuestra voluntad, dicen que de gran belleza y punto de encuentro de la libertad. Pero los del PP actuaron como los “Iluminati”, presentando recurso delante del TC y creyéndose como los “pura sangre” españoles, que no se detuvieron hasta que el macizo se ha desplomado ente acantilados hasta anular el resonar de los ecos.
    Quizás la verdad del Estatut estremecería los cimientos de la Democracia española. Al final del libro del Código del Da Vinci, los personajes se enamoran. De momento, aquí con el Estatut, tal sentimiento no se ha manifestado, ni tampoco parece que tenga intención de que se produzca tal ansia de un amor tan complejo e imposible de reciprocidad y de llama pura.
    Los grandes “Maestres” del Partido Popular puede que conozcan la ubicación de la “Clave”, la cual pueda llevar a la verdad del “Santo Estatut”, más de anagramas y de logotipos irracionales enquistados, que de borrador y artículos que respalden una identidad y filiación del pueblo de Catalunya. Aquí podríamos sustituir la Figura de Leonardo Da Vinci por la de “Sant Jordi”, que fue caballero catalán y que nos pilla más a mano.
    Se desconoce si los del TC pasaron por alto que algunos artículos están igual escritos con tinta invisible, esa que sólo se ve con luz ultravioleta. Y claro, las incógnitas es lo que tienen, que en su dificultad está su gracia. Pues no sea que lo que de verdad asusta es la evidencia. Y, como en el libro, esta sentencia sea en realidad una gran mentira bien ensayada por las entusiasmadas criaturas de la derecha más conservadora, que visten de pureza y cincel perfilado sus mantos, diciendo que la clave está escondida detrás de un misterioso cuadro o sepultada debajo de cualquier Iglesia gótica. O en un dispositivo cilíndrico que no saben abrir. Los dispositivos que esconden mensajes secretos de este calibre no suelen llevar instrucciones, sería absurdo. Es igual, en sus creencias enajenadas, maquinan confabulaciones inimaginables, haciendo tiempo para esperar revelar al mundo la verdad acerca del “Santo Estatut” en el momento acordado. O tienen un plan de contingencia nunca revelado, que mantiene a la “organización” y su secreto a buen recaudo. Pero confundidos por su condición de criaturas, que les limita chocando contra las paredes del cielo.
    “Custodios y guardianes de sus puertas serán para siempre el cáliz y la espada”. O sea, el Estatut y la justicia.
    Al final del libro, Langdon, reflexiona sobre el acertijo y, de repente, recuerda los marcadores dorados en las calles de París que marcan el antiguo meridiano. Aquí, los marcadores y señales que muestren el camino pueden estar en una calle oscura de Madrid. Igual por la calle Génova, en una catacumba en los mismos sótanos del edificio. A saber.
    “El manto que la cubre en su descanso no es otro que la bóveda estrellada”. Igual, algún día, se descubran los restos del verdadero Estatut, la encarnación de la “Divinidad Catalana”, excluida por la derecha española más agria y atrapada en el tiempo.
    El misterio que ha acompañado estos cuatro años a la deliberación y resolución de la sentencia del Estatut demuestra el poder y la fuerza activa de jueces, que han ido puliendo el texto con sílex, que es piedra primitiva pero de puntas cortantes. En cualquier caso, el TC, en su misterio y desconcierto, interviene como el Espíritu Santo que, en principio, es una entidad espiritual de carácter excelso, muy cercana a la divinidad pero en cuestión de soluciones terrenales poco práctica y de desuso próspero, limitado y diferente a los misterios ocultos por su condición de servidores y ejecutores de la ley que está escrita.
    La cuestión es si queremos creer en el pasado más enquistado, o bien evolucionar como pueblo mudable y no como nómadas de umbrías sombras profundas que siempre van buscando el camino torrente arriba torrente abajo. Desaprovechando y, a veces, ignorando el rumbo de la brújula que nos guía por la libertad y privilegio de decidir del pueblo llano. Alguien dijo una vez; que la democracia es un sistema de desconfianzas. Porque el Estatut no es una cuestión de fe, sino una parte de la “evolución” política y cultural, de una sociedad moderna dentro de una Europa confundida y con problemas de dineros. Pero eso ya es otra novela.
    Sergio Farras, escritor tremendista.

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