Con el final de las vacaciones se verifica el fenómeno que describió Norman Mailer: “El tiempo es líquido, los líquidos se secan y el tiempo se acaba”. El dinero también es líquido. Los dirigentes políticos miran las fechas marcadas en su agenda: el 9 de septiembre los diputados ratifican la reforma laboral y el 29 los trabajadores pueden tumbarla si secundan masivamente la huelga general convocada por CC.OO y UGT. El Ejecutivo, tan madrugador en otras materias como la reforma de la jubilación, ha evitado definir su posición, aunque de los injertos añadidos en el Senado se puede deducir que las medidas contra los desempleados son una rama para hacer leña. Su combustión puede ser rapidísima si tenemos en cuenta que sólo 8.000 de los cuatro millones de parados registrados han rechazado un cursillo del Inem y que los llamados servicios públicos de empleo sirven para nada y menos y han ser reformados.
Cuatro días después de la huelga general, el domingo 3 de octubre, los socialistas madrileños –unos 19.000-- están llamados a elegir en sus agrupaciones entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez como candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid en las elecciones de mayo del año que viene. Gómez es el hombre que “ha dicho no a Zapatero”, como certeramente lo ha definido Alfredo Pérez Rubalcaba, miembro de la Ejecutiva Federal y ministro del Interior, haciendo un favor a la obediente Trini. El alcalde de Getafe, Pedro Castro, gran mentor en su día de Gómez como secretario general del PSM, ha intentado desviar el asunto diciendo que es el candidato de la derecha. Lo cierto es que los socialistas madrileños, entre los que se ha puesto de moda la novela de Roa Bastos Yo el supremo, tienen la oportunidad de enmendar a su máximo líder con un ejercicio democrático que los jefes del principal partido de la oposición nunca han aplicado, ni para alejar la corrupción.
El tercer test para el jefe del Gobierno será la tramitación de un Presupuesto del Estado que contrae el gasto público a las cifras de un lustro atrás. El portavoz del PNV, Josu Erkoreka, dice que “sería inconcebible que Zapatero pretendiera agotar la legislatura si no tiene el apoyo al presupuesto”. Añade: “A nadie se le ocurre pensar que sea posible una prórroga”. Y concluye: “Lo más probable es que se vea obligado a disolver las Cámaras y convocar elecciones”. Naturalmente, no desvela cuál será la posición de su grupo. Sus seis votos han permitido al Gobierno sacar adelante el Presupuesto por dos años consecutivos. También Coalición Canaria y UPN lo han apoyado.
Aunque es probable que este año los votos del PNV salgan más caros, aunque no haya cunquibus, la tercera encrucijada en la que se coloca a Zapatero afecta al propio Erkoreka, Iñigo Urkullu y demás dirigentes nacionalistas, pues han de decidir si prefieren ese Gobierno fuerte de la derecha que pronostican las encuestas o el Ejecutivo de Zapatero con el que pueden negociar. El líder de CiU, Artur Mas, no parece tener duda de que prefiere a Zapatero, aunque en esta ocasión no haya ido al notario a levantar acta de que no pactará con el PP. A la espera de que esta semana el presidente de la Generalitat, José Montilla, anuncie la disolución del Parlament y la fecha de las elecciones catalanas –posiblemente el domingo, 24 de octubre-- , Mas sólo tiene un problema para apoyar a Zapatero, incluso en la votación final del Presupuesto; es Durán i Lleida, que desde mayo pasado viene pidiendo elecciones generales anticipadas. Pero si gana y se convierte en presidente de la Generalitat puede resolverlo nombrándolo conseller.