Extinción y ruina de la riqueza merina

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En estas fechas del comienzo del otoño solía escucharse un cantar en las tierras altas de de Castilla y de León: “Ya se van los pastores para Extremadura/ ya se queda la sierra triste y oscura”. Pastores y rebaños aceleraban el paso y abandonaban montes y puertos siguiendo la cuerda hacia los valles esponjosos de Extremadura, La Mancha, Andalucía... Las merinas fueron por siglos parte de la riqueza española y representaron una forma de vida y una cultura de la que sólo queda el recuerdo.

Informaba cuartopoder.es en agosto del ingente número de explotaciones ganaderas en crisis. Según reconocía en una respuesta escrita la ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino, Elena Espinosa, a la diputada conservadora María del Carmen Rodríguez Maniega, el año pasado desaparecieron de la faz de nuestra geografía 13.700 explotaciones ganaderas. Y el anterior fueron muchas más: 29.200.

Quiere decirse que el país se empobrece, el ganado desaparece y que de los inmensos rebaños trashumantes sólo quedan simbólicas motas. En las montañas leonesas se mantiene la tradición de nombrar por estas fechas Pastor Mayor a alguna persona notable de la tierra. Este año recayó el honor en el decano de la Facultad de Filología de la Universidad de Salamanca, Román Álvarez, quien recogió el gancho y el zurrón y mostró a los presentes un mechón de lana de merina.

No fue un gesto gratuito del filólogo que ha traducido a los mejores poetas y escritores en lengua anglosajona ni fue un mechón cualquiera el que mostró a los congregados en la campa de Barrios de Luna, entre los que estaban vecinos y ediles de la zona, el omañés del año José María Hidalgo, el vicepresidente de la Diputación, una senadora salmantina, varios profesores de universidad, los pastores mayores Cándido Alonso Hidalgo, Manuel Rodríguez Pascual, José Antonio Izquierdo y hasta el señor obispo, Julián López.

Fue un gesto de denuncia del abandono de la tierra y de la falta de incentivos hacia la actividad ganadera con un mechón procedente de una merina de Nueva Zelanda. El puñado de lana lo trajo desde las antípodas el cónsul español Antonio Regueiro. Y la oveja era sin ninguna duda descendiente de una merina española. Las merinas siguen siendo una gran fuente de riqueza en aquellas tierras y su lana es muy apreciada en todo el mundo.

Nuestras merinas están repartidas por todo el mundo, explicó el nuevo Pastor Mayor de los Montes de Luna. Si durante siglos se mantuvo el control de una raza única, que proporcionaba grandes beneficios a la corona española en los mercados internacionales de la lana, tras la Guerra de la Independencia se abrieron las fronteras y la merina española fue a parar a distintos y distantes puntos del planeta.

Hace unos meses –añadió Román Álvarez-- yo mismo experimentaba una cierta emoción al contemplar en Nueva Zelanda, las mismas ovejas, las mismas, que tenemos a nuestro alrededor, las mismas que vienen del puerto de la Mesa en Torrestío o de los puertos de Pinos, que siguen el camino de Abelgas, suben por las Focicas y hacen idéntico recorrido al que siguieron nuestros antepasados a lo largo de los siglos”.

El nuevo Pastor Mayor recordó que la palabra que identifica a la raza sigue siendo la misma en inglés que en español: “merina o merino”. “Las prendas confeccionadas con esta lana –esta misma que les muestro ahora-- gozan del máximo prestigio. Y la lana –contrariamente a lo que ocurre aquí-- sigue siendo un buen negocio. Esto nos lleva a la inevitable pregunta: ¿Por qué allí sí y aquí no? ¿Por qué ya no es rentable lavar la lana en España y sale mejor enviarla en bruto a China para que la procesen? ¿Estamos ante la tan largamente temida desaparición de un modo de vida que ya no compensa ni por lo que rinde ni por los sacrificios que conlleva?”

No ha llovido tanto desde que los pastores españoles tuvieron mucho que ver con el desarrollo de la ganadería ovina en Estados Unidos: Idaho, Wyoming, Arizona o Nevada... Todavía en los años sesenta pastores del valle de Valdeón hacían la “vereda” o trashumancia en Arizona, California y Nevada, llevando a caballo su faena en ranchos que contaban con entre 10.000  y 20.000 merinas.

La secular epopeya de nuestros pastores –“pastores del color de los caminos”, que decía Antonio Machado-- y de un tiempo de esplendor ganadero se ha ido acaso para no volver, lamentó el Pastor Mayor en su sentido monólogo. Hoy se mira a los mercados, al Ibex, al Nasdaq, al Dow Jones…, se busca el enriquecimiento fácil y rápido, y se desprecia la economía real con su carga de cultura y de sentido vital.

Mas, como dijo Román Álvarez, “aún sigue con nosotros la tersura de la hierba en los campos, el brillo de las flores, el fulgor del cielo estival, la cadencia de las fuentes cantarinas en los puertos de montaña, el eco lejano de zumbos y esquilas, el recio y grave ladrido de los mastines en la majada, la quietud de las brañas, la albura de las peñas, el chisporroteo de la lumbre en el chozo, el bufar de cierzos y celliscas en los corrales, el murmullo del viento al cabecear de las choperas y el gorjeo de los pájaros en los albores de la primavera”.

5 Comments
  1. Lucas says

    ¡Qué buena historia sobre lo que estamos dejando por ser ricos, mucho más ricos!!!

  2. Paco Peña says

    Emoción, recuerdos y mucha razón la del Pastor Mayor de este año. ¿Por qué en Nueva Zelanda sí y aquí no? Porque como bien dice este escrito, aquí se desprecia a los de abajo.

  3. Cándido Alonso Hidalgo says

    Felicito al periodista Luís Díez por este sentido artículo que muestra sus conocimientos sobre la vida pastoril y la desaparición de rebaños que en otros tiempos no tan lejanos eran la envidia de muchos y ahora estan casi en extinción. Muy buenos los comentarios que recoje del nuevo Pastor Mayor de los Montes de Luna, el catedrático Román Álvarez, fue una delicia e interesantísimo oirle en directo y bueno es recordar lo mucho y bueno que dijo. Cándido

  4. Gracias says

    Gracias, sabio ilustre y entrañable amigo don Cándido Alonso Hidalgo, por su inmerecido elogio. Siempre nos quedará el recuerdo de nuestros mayores y de la tierra. Un abrazo.

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