El Gobierno gasta 59 millones de euros en acreditar el saber de 60.000 españoles

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Conozco a un hombre de Sedano (Burgos) que era amigo de Miguel Delibes. Toda su vida ha trabajado la madera y apostaría cualquier cosa a que es el mejor carpintero y ebanista en cien kilómetros a la redonda. Las piezas de nogal y de cerezo –mesas, sillas, artesonados, aparadores…– que salen de sus manos poseen una belleza y un arte extraordinario. ¿Habrá alguien con conocimientos de ebanistería y carpintería superiores a los suyos para extenderle un título o certificado profesional? También conozco a un hombre que aprendió a leer y escribir con un barrendero de Avilés. Este hombre es Santiago Carrillo. Por las tardes, el barrendero reunía a los chavales en la Casa del Pueblo y les enseñaba el silabario. Aunque mereciese el título de “educador infantil”, como se dice ahora, me pregunto si algún acreditador oficial se atrevería a otorgárselo a un barrendero.

Un cantero de Bejar (Salamanca) se convirtió en un escultor extraordinario. Se llamaba Mateo Hernández, trabajaba el duro granito negro de la zona. Este hombre murió en París y lo llevaron a la tumba envuelto en una bandera republicana. Me pregunto si habrá algún certificador oficial capaz de evaluar sus conocimientos o los de otros canteros similares. Podría citar decenas de casos, por ejemplo, a una cocinera donostiarra que nació en un caserío entre Hondarribia y la isla de Los Faisanes, al sastre don Juan y a tantos profesionales inigualables, a los que la vida, el esfuerzo y el ejercicio profesional, enseñó lo que saben. La mayoría no tiene certificado oficial, ni falta que hace, suelen decir.

A riesgo de ser plúmbeo, no me resisto a contar el caso de don Juan. Caía al atardecer por la tertulia de Marcial Lalanda, en La Campana de la calle Nuñez de Arce de Madrid, que ya no existe. Fue novillero, como su amigo y compadre Molina, hasta que en un festejo en Las Virtudes –un pueblo de las estribaciones de Despeñaperros que tiene la única plaza de toros cuadrada de España-- le entró el miedo en el cuerpo: se lo metió un morlaco de un puntazo. En Madrid se prendó de una mujer que regentaba una sastrería y con el tiempo la dirigió él. Tenía arte para el hilo y la seda, y con sus instrucciones, las sabias mozas de Lagartera (Toledo) confeccionan los más bellos vestidos de torear. ¿Habrá evaluador oficial con mayores conocimientos que él para certificar su sabiduría?

Viene esto a cuento del Plan Acredita-T con el que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se dispone a reconocer la sabiduría de los españoles que el Estado ha ignorado. El 1 de junio las autonomías harán la primera convocatoria para “acreditar competencias”. Las personas interesadas se inscriben, un asesor las aconseja sobre la documentación que han de aportar. La “fase de evaluación”, con pruebas que varían según los candidatos y la “competencia” a evaluar, es examinada por una “comisión evaluadora” que acredita los conocimientos y propone la formación complementaria para obtener el título o “certificado de profesionalidad”.

Con este plan se pretende acreditar a unos 60.000 profesionales en la primera convocatoria, hasta diciembre. Se va a dar preferencia a los relacionados con la educación infantil, la atención a los mayores, la hostelería y el turismo y la reparación y el mantenimiento de vehículos. Y para ponerlo en marcha el Gobierno va a gastar 59 millones de euros, lo que equivale a casi mil euros por cada certificado que expida.

Más de la mitad de ese dinero (35 millones de euros) va a ser para “crear la estructura necesaria para la formación de asesores, evaluadores y orientadores”.  Y 24 millones de euros irán a las comunidades autónomas para que financien sus “procesos de evaluación”. Naturalmente, el dispositivo burocrático requiere la formación de una comisión interministerial superior, que no tendrá coste, se dice, y coordinará lo que fuere menester. Y luego ya, previo pago de los derechos y las garambainas, el titular del saber reconocido por el Estado autonómico podrá seguir haciendo lo que sabía hacer. Y si no tiene empleo o lo ha perdido, con unos rudimentos idiomáticos, podrá largarse al extranjero a buscarlo. Si el certificado ha costado 983 euros, casi seguro que allende las fronteras nadie dudará de que su portador sabe lo que sabe.

8 Comments
  1. celine says

    No crea, don Luis, que la papelitis crónica, a veces, ayuda. Sobre todo en tiempos de desconfianza y recelos.

  2. Zaratustra says

    Los certificadores de oficio obtendrán el beneficio. La sabiduría de los listos dista del saber

  3. Patronio says

    Me parece muy fea, muy humillante y muy de señorito burguesito la intención del autor de menospreciar a quienes llevan años ejerciendo un oficio con maestría, aunque en muchos casos no hayan podido obtener ni un certificado de graduado escolar. Porque ésta y no otra es la verdadera intención que subyace tras la presunta ironía sobre los vericuetos de la burocracia y el ‘exagerado’ coste que tiene para las arcas del estado la obtención de un título que pondrá en condiciones de igualdad a unos ciudadanos con otros. ¿Cuánto pagamos los españoles para que usted obtuviera su licenciatura y su doctorado en Periodismo, ‘don’ Luis? Nos es comparable, claro, lo suyo está muy por encima.

  4. CarmenRuP says

    Me pregunto ¿para qué necesita certificación alguna una persona adulta/mayor que en su día no pudiera estudiar y que tiene años de xperiencia en el oficio? porque los que estudiaron y estudian ya las tienen o tendrán. O no está bien explicado o es un sinsentido.

  5. Ramón says

    Aquí, en este país, hasta para que le reconozcan a uno lo que sabe, hay que pagar. ¿Es que no los funcionarios ni los profesores pueden hacer su trabajo por el sueldo que cobran? ¡Cuántos chupopteros!

  6. j20lech says

    pero no hay que hacer recortes?

    que los utilicen en sanidad esos eurillos

  7. Afaci Euskadi says

    Desde Afaci Euskadi tenemos mucho que decir al respecto, sobre la gestión de estos fondos y sobre como se organiza el aprendizaje, la acreditación de las competencias y la situación de precario y desregulación en la que se tiene a los formadores en este país. No tienen derechos, representación, sindicato, ni nadie que les informe de nada.
    Podeis conocernos en http://www.afacieuskadi.org
    Por un sistema de formación para el empleo digno, de calidad, con respeto por los ciudadanos y una gestión organizada del sistema por profesionales del aprendizaje.

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