El asesino te hace la autopsia y se queda al entierro

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Zapatero, durante su comparecencia de la noche electoral, en la sede del PSOE. / Inma Mesa (psoe.es)

Era de imaginar que tras del colosal batacazo del domingo el PSOE iba a agitarse más que un jarabe para la tos. No cabía otra porque, por lo general, la gente lleva muy mal eso de suicidarse a lo tonto, especialmente si ha de hacerlo para complacer a un zombi. Los socialistas están en la fase de ‘sálvese el que pueda’ y algunos han empezado a comprender que la única manera de hacerlo es tirando por la borda al timonel, que ha demostrado ser de esos a los que les cuesta entender las indirectas.

Comencemos por el principio. ¿Qué ha de hacer el político que ha conducido a los suyos a la mayor de las catástrofes? La lógica más elemental hubiera exigido que Zapatero asumiera su responsabilidad de alguna manera, ya fuera anticipando las elecciones generales, renunciando de inmediato a la secretaría general del partido o, incluso, dimitiendo como presidente del Gobierno para que, puestos a agotar la legislatura, fuera otro socialista quien lo hiciera. Cierto es que esto último implicaba la complicación adicional  de recabar el apoyo de otros grupos a la investidura de un presidente para unos meses, y es fácil imaginar que a CiU o al PNV les habría dado la risa floja.

En vez de decantarse por alguna de esas opciones, el de León y su séquito decidían la misma noche electoral continuar con sus planes de sucesión como si nada hubiera sucedido. Tal y como se contaba aquí mismo, Zapatero compareció el domingo para ratificar que no habría adelanto electoral y que el comité federal del PSOE abriría el sábado siguiente el proceso de primarias para elegir al candidato de 2012 tal y como estaba previsto.

Para comprobar si el loco era yo por pensar que Zapatero ya estaba tardando en hacer mutis, le pregunté ayer a dos diputados muy cercanos al presidente qué tenía que ocurrir para que el interfecto –tradúzcase por cadáver político- no demorara más su regreso a León y se  entregara de inmediato a la cecina por las tascas del barrio húmedo. Según el primero, el error había sido previo: se le presionó para que anunciara que no sería candidato, y se desperdició una baza que ahora bien podría presentarse como la asunción de responsabilidades por la derrota.

El segundo, ex ministro para más señas, se acaloró bastante: “Pero, ¿qué es eso de asumir responsabilidades y de anticipar elecciones? ¿Alguna vez ha hecho eso la derecha? Tenemos legitimidad para estar en el Gobierno hasta el último segundo. Faltaría más”. Esclarecedores testimonios ambos.

Pero volvamos a las primarias. Esta manera que tuvo Zapatero de silbar el only you, aunque fuera con mucho sentimiento, impulsó a varios dirigentes socialistas, entre ellos el extremeño Fernández Vara, a manifestar que celebrar ahora unas primarias sería un disparate y de los gordos, postura a la que se ha ido adhiriendo poco después buena parte de la vieja guardia. Ayer mismo en el Congreso, Alfonso Guerra, a quien este modelo de designación de candidatos siempre le pareció aberrante, se refirió a él como un sistema “importado e impostado”, es decir, una broma de los americanos. Y que entre unas primarias y un congreso, hasta la duda le ofendía.

Como estaba claro que el clamor contra las primarias iba a ser claramente audible sin sonotone, los chicos de Ferraz empezaron a maniobrar para que hubiera primarias sin primarias, o lo que es lo mismo, para convencer a la ministra de Defensa, Carme Chacón, de que, en interés del partido, renunciara a competir con Rubalcaba. Conseguido esto, el plan pasaba porque el comité federal avalara la candidatura del ministro del Interior, que es el único órgano junto con la Ejecutiva que tiene potestades para ello. Cerradas esta dos vías, a cualquier espontáneo que decidiese lanzarse a la arena sólo le quedaría la opción de pedir el aval del 10% de la militancia, y crean que conseguir la firma de 30.000 afiliados no es algo sencillo.  El pasado pretende marcar el futuro. O si lo prefieren, véanlo así: el asesino te hace la autopsia y te organiza el entierro.

En esas se estaba cuando llegó desde Euskadi la propuesta del lehendakari Patxi López de celebrar un congreso extraordinario en vez de unas primarias  y su anuncio de que la defendería en el comité federal. El matiz de “extraordinario” es importante, y desató rápidamente los nervios. ¿Qué por qué? Pues porque, además de que el plazo para celebrarse es más corto que el ordinario -40 días frente a 60- y que no contempla la elaboración de una ponencia ideológica, comporta la dimisión de toda la Ejecutiva y el nombramiento de una gestora hasta su celebración. En otras palabras, lo que ha pedido  Patxi López es que Zapatero renuncie de inmediato a la secretaría general. En la medida de que a partir de julio se estaría ya en plazo para celebrar un congreso ordinario, exigir uno extraordinario sólo podía interpretarse como una declaración de guerra.

¿Que por qué hacía esto López? Dirán que porque es de sentido común pero desde el Grupo Parlamentario Socialista no lo veían igual: “Es una venganza. Nunca perdonó a Zapatero que apoyara a Javier Rojo –en la actualidad presidente del Senado- y no a él para liderar el PSE y ahora se cobra la factura”. En definitiva, que el vasco habría esperado más de diez años para hundir la daga en el cuerpo de César. Surrealista.

La situación a estas alturas es un arcano. El comité federal tendrá que decidir si abre el proceso de primarias, que es el camino que sugieren Zapatero y los suyos, o si pone pies en pared y le dice al reformista de León que se acabó lo que se daba. Se ignora también –o al menos lo ignora un servidor- si Chacón habría aceptado someterse al enjuague y dejar pista libre a Rubalcaba. La confusión es de tal calibre que, preguntada sobre si el sábado se daría curso a la elección del candidato para 2012, la secretaria de Política Internacional y Cooperación, Elena Valenciano, fue sincera: “No lo sé”.

1 Comment
  1. Jonatan says

    Una larga temporada de retiro de colores sí que les vendría bien a tutti.

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