Rubalcaba consigue el liderazgo del PSOE en el ‘sprint’ final con Chacón

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Rubalcaba saluda desde el escenario del 38º Congreso del PSOE antes de dirigirse a los delegados como nuevo secretario general del PSOE. / Juan Ferreras (Efe)

(Actualización de las 18:50 h. tras la elección de Rubalcaba como nuevo secretario general)

SEVILLA.– Alfredo Pérez Rubalcaba ha logrado esta tarde la secretaría general del PSOE, puesto al que accede tras el liderazgo de 11 años y medio de José Luis Rodríguez Zapatero. La victoria de Rubalcaba sobre su contrincante, Carmen Chacón, se produjo por un estrecho margen: apenas 22 votos (487 frente a 465) entre un total de 955 sufragios emitidos por los delegados asistentes al cónclave socialista. Hubo dos votos en blanco y uno nulo.

El estrecho margen entre ambos – un 51,18 % frente a un 48,54% - refleja la polarización de la militancia y de los delegados a la hora de apostar por uno de ellos. En los equipos de los candidatos se vivió con gran tensión el recuento, un proceso ajustado  que se prolongó hasta pasadas las cinco de la tarde, con más de dos horas de retraso sobre el cálculo inicial.

En medio de grandes vítores que coreaban su nombre, el nuevo secretario general hizo acto de presencia en el salón plenario minutos después de que el presidente el congreso hiciese público el resultado. Rubalcaba, tras saludar a Chacón, dirigió a los presentes unos breves mensajes. “Este es el primer acto de unidad; mi mandato tiene dos señales, unidad y cambio. Y también os hablo  de orgullo y de responsabilidad, dos características de este partido fuerte”. Rubalcaba acabó sus palabras recordando a González, Almunia y Zapatero, y pidiendo trabajo en las comisiones para aprobar mañana “unas importantes propuestas”.

El aludido en último lugar por Rubalcaba, José Luis Rodríguez Zapatero, comenzó ayer a ser historia en el PSOE. Fue justo al iniciar su intervención ante el plenario de delegados para presentar la gestión de la Comisión Ejecutiva Federal elegida en el anterior congreso de 2008. Una hora y seis minutos más tarde quedaba cerrada su etapa de once años y medio como líder del partido.

Formalmente, Zapatero había dejado de ser dirigente del PSOE unas horas antes, pasado el mediodía, cuando la Mesa del Congreso, encabezada por José Antonio Griñán, ocupó la presidencia del cónclave para dirigir los debates que culminarán con una nueva dirección mañana domingo.

Su intervención, que en teoría debía marcar el paso político de la primera jornada del cónclave socialista, no logró impedir la vorágine interna desatada entre los partidarios de cada uno de los candidatos, Alfredo Pérez Rubalcaba y Carmen Chacón. De hecho, esa dinámica minimizó el contenido de sus palabras.

Las energías de los delegados, de los invitados y de los observadores –también de los centenares de periodistas– convocados en un espacio totalmente atípico para la celebración de un congreso federal del PSOE, se concentraban de forma obsesiva en intentar responder a una sola pregunta: ¿quién ganará?

Con todo, Zapatero hizo un discurso muy meditado y alejado de cualquier improvisación con el que, en primer lugar, quiso reivindicarse como un dirigente que actuó siempre de forma coherente con sus compromisos adquiridos ante la militancia del partido. “Nunca podré agradecer el enorme afecto que me habéis dado. Así es muy fácil trabajar”, dijo en uno de los momentos más emotivos de su intervención.

En esa línea recordó los compromisos que planteó en el XXXV congreso, en el verano de 2000: la limitación de mandatos – “lo hice en primera persona y ya nadie lo recordaba”, dijo–, ampliar las libertades de los ciudadanos, poner en pie el cuarto pilar de la sociedad del bienestar, defender la autonomía del proyecto político del PSOE, aumentar la igualdad entre géneros y dirigir el partido “con generosidad”. “Dije que nadie sobra en el partido y lo he defendido”, recalcó. Fue su manera de reivindicarse.

Tras reclamar para sí la responsabilidad de la derrota de los comicios municipales y autonómicos del 22-M –“el resultado no fue consecuencia de la gestión en ayuntamientos y comunidades, fue por la situación del país y de quien la gestionaba”, explicó– volvió a atribuir a la crisis internacional las consecuencias negativas que ha sufrido la economía española.

Así, identificó como origen de todos los males padecidos durante su segunda legislatura a la crisis generada por las hipotecas subprime en Estados Unidos y a la deriva abierta por la deuda pública de Gracia. A eso hubo que añadir “una oposición sin concesiones y una Europa lenta” en la toma de decisiones, lo que dibujó “un terreno de juego difícil”.

La única concesión a la autocrítica fue personal. “Tardé en reconocer la existencia de la crisis. Lo reconozco. No tengo ningún problema en solemnizarlo ante vosotros”, sentenció. Pero rápidamente completó su argumento con otra frase para guardar: “Pero no puedo admitir la crítica de que trabajamos con improvisación”.

Como prueba de lo anterior reiteró que frente a la crisis todo su trabajo, tanto en el partido como en el Gobierno, se concentró en dos ideas: evitar que España fuera intervenida por Bruselas y que se mantuviese “al máximo” la cohesión social pese al deterioro de los escenarios económicos.

También recordó lo vivido con el terrorismo de ETA, momento en el que agradeció el trabajo de los cuerpos policiales y el coraje de los militantes del partido, especialmente en el País Vasco.

Y a modo de testamento pidió a los delegados que el partido se vuelque con la persona que logre hoy el respaldo para asumir la secretaría general del partido. Hizo un llamamiento a la integración y se puso como ejemplo tras ganar en el año 2000. Eso sí citó expresamente a su contrincante entonces, José Bono, de quien hizo un elogio de su comportamiento que sorprendió a la audiencia y tal vez al propio aludido.

Al acabar su intervención hubo tres minutos de aplausos, uno más que la ovación que la misma audiencia le dedicó por la mañana. Fue la respuesta de los delegados al reiterado agradecimiento que Zapatero ha hecho al cariño que ha recibido de sus compañeros en no pocos discursos, incluido el de ayer.

Evidentemente, los asistentes eran conscientes de que acababan de asistir como testigos a la última actuación de Zapatero en un acto de primera magnitud del partido. A partir de ahora ZP ha dejado de existir como actor principal y pasa a ocupar un segundo plano. Es ya una parte de la historia del PSOE.

Y con Zapatero se despidió ayer su Ejecutiva. La gestión de la dirección saliente fue aprobada por abrumadora mayoría. En el momento de la votación se encontraban en el plenario 808 delegados, de los cuales 734 votaron a favor (90,84%), 21 en contra (2,60%) y 53 se abstuvieron (6,56%).

1 Comment
  1. rapa-polvo says

    «La única concesión a la autocrítica fue personal». Primero el tópico: «concesión» –si seguimos así, pronto escribiremos la santísima concesión–, y segundo: la autocrítica siempre es personal. Menos tópicos y redundancias, Blay

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