Nuevo espectáculo del Rey: arbitrismo y mal humor

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Juan Carlos I de  Borbón, rey de España, demostró el jueves pasado, durante una visita de autopromoción y propaganda a la Dirección General de Tráfico --la famosa DGT que tanto bien hace a la hacienda pública con su maquinaria de intimidación y recaudación-- una sorprendente agilidad de las extremidades superiores en detrimento de las inferiores. Los reporteros de la Sexta, convocados para la ocasión, registraron con su cámara Betacam el puñetazo o palmetazo a mano vuelta que le propinó al chofer, seguido de una porfía y unas indicaciones gestuales enérgicas y precisas para que no pasara ni detuviera el coche ante una valla tras la que decenas de empleados públicos manifestaban con una pancarta y un silbeteo atronador su protesta por los despidos y recortes salariales que el Gobierno de Mariano Rajoy les ha impuesto por decreto.

Dicho sea de paso, el conductor no se amilanó y cumplió rigurosamente las indicaciones protocolarias y de seguridad previamente establecidas con el departamento del ministro Jorge Fernández Díaz. El Rey no tuvo más remedio que apearse y, sin mirar ni saludar ni, mucho menos, acercarse a conocer las demandas de los empleados públicos, caminó los cinco pasos que le separaban del lugar donde el ministro le esperaba más tieso que un cirio de cuaresma. La insensibilidad del monarca hacia los trabajadores y la amplia sonrisa que mostró ante el ministro anfitrión --un hombre que ya le llevó a Algeciras (Cádiz) al estallar el conflicto pesquero con Gibraltar, ocultando que el Gobierno de la Roca está dispuesto a pagar a los pescadores el coste de la parada biológica--, convirtió el acto en una nueva demostración del estilo autoritario y caprichoso del monarca.

No hay ninguna duda de que el jefe del Estado es un personaje espectacular, capaz de depararnos una sorpresa al mes. A finales de julio tropezó en un escalón de la entrada al edificio del Estado Mayor de la Defensa, cayó de bruces y aterrizó con la nariz. La hinchazón y el color cardenalicio por efecto del golpe, podría ser el símbolo del portazo en las narices que decenas de miles de jóvenes reciben en España cada día, obligándoles a emigrar en busca de un empleo y un futuro que los especuladores y sus patrióticos aliados gubernamentales les niegan. También, si vamos al caso, valdría el porrazo como metáfora del portazo sanitario que la ministra del milagroso Jaguar, Ana Mato, ha ordenado pegar a los inmigrantes sin dinero, negándoles el derecho a la asistencia médica en las mismas condiciones que el resto de las “personas humanas” en la terminología real. La caída de la megabandera de la plaza de Colón completó ese día la imagen de una España por los suelos.

El puñetazo y los gestos autoritarios del Rey a su chofer, el día de san Ingrid, pusieron de relieve una vez más los estallidos mandones y autoritarios muy alejados de la simpatía campechana y bromista que la corte de pinches aduladores se esfuerza en proyectar de su majestad. Su “¡por qué no te callas!” al presidente democrático de Venezuela, Hugo Chaves, cuando denunció el apoyo de José María Aznar y George W. Bush a los golpistas; su decisión de abandonar la mesa de la misma cumbre en Chile cuando el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, respaldó a Chaves y denunció la injerencia electoral activa de España y EEUU contra el Frente Sandinista; su orden de mandar callar a la reina Sofía cuando ésta le advirtió de que no era el momento de soltar un discurso y distraer a los músicos en un concierto, y varios episodios más, confirman el comportamiento arbitrista del monarca.

Si el varapalo por las desviaciones opiáceas y trinconas de dinero público del exyerno Jaime de Marichalar y el todavía yerno Iñaki Urdangarín, respectivamente, ha sido tremendo para la institución, su trompazo cuando participaba en una cacería de elefantes en Bostbwana, mientras los españoles le creíamos preocupado por el desempleo juvenil y aplicado a sus deberes, ha dejado en entredicho la utilidad de la Corona y revelado la frivolidad del titular. Bien sabemos que después de su prodigioso restablecimiento de la rotura de la cadera y de las disculpas y la promesa de que no volverá a suceder, el Rey ha emprendido una línea de restauración de la imagen pública. Mas el “borboneo” resulta inevitable y las explosiones de mal humor no ayudan en la campaña. Si ya dijo el sabio Séneca que “ser rey de sus humores es privilegio de los animales más evolucionados”, quizá Juan Carlos I debería mantener su sitio en los libros tal y como está, abdicar y, alejado ya del ojo público, convertirse en zar de su propia voluntad.

6 Comments
  1. Frustra says

    Estoy muy de acuerdo con el articulista en que el rey debería dar paso al heredero y no espectáculos ridículos. Con España sin terrorismo de ETA sería el momento de la abdicancia.

  2. Republicana says

    La Monarquía es un déficit democrático, aunque no podemos negar que el rey ha ayudado a este país en alguna ocasión para ayudarse a sí mismo y a su familia.

  3. Juan says

    Los españoles debemos mucho a una persona como don Juan Carlos, sobre todo, el logro de la democracia y la convivencia, no lo olvidemos. Claro que en sus más de 41 años de reinado habrá cometido errores, pero menuda suerte hemos tenido con él. ¡Ah! Y el jueves fue Santa Tecla. A ver si nos documentamos bien, hombre.

  4. Lola says

    Con ese carácter demuestra el mismo comportamiento de los que los que abroncan al árbitro, y si fuera republicano también él silbaría al rey, ¿o no?

  5. billyholvak says

    No heredero no: 1. Hay que cumplir entones, con la igualdad de género,tendrá que ser Doña Helena-la más española.2-Tienen en contra la Pragmática de Carlos III, que no permite matrimonios en desventaja.3.Por esto le quitaron la corona al padre de don alfonso de borbón,-por estar casado en desventaja.
    El depósito de la Memoria Hca Española, la Madre de Europa, tiene que ser respetada.
    Recordad a eduardo de inglaterra y su waly simpson.
    Sino un primer ministro y un presidente de gobierno.
    3.Por

  6. negras tormentas says

    De abdicar , nada.
    Abolición de la monarquía.

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