Aguirre dimite y deja la presidencia de Madrid a su pupilo González

Fue la primera mujer en alcanzar la presidencia del Senado, la primera también en convertirse en presidenta de la Comunidad de Madrid en 2003. Era lista, lo que no quiere decir que poseyera una gran cultura si tenemos en cuenta que en su día afirmó que el escritor José Saramago –premio Nobel después– era “un gran pintor”. Salió ilesa de al menos dos accidentes y un atentado. Amagó con dar un paso al frente cuando Mariano Rajoy perdió las segundas elecciones generales, en 2008, frente a José Luis Rodríguez Zapatero, pero, al final, las cuentas no le salieron porque Javier Arenas en Andalicía y Francisco Camps en Valencia cerraron filas con Rajoy. Ayer convocó por sorpresa a los medios de comunicación y anunció su dimisión por motivos personales y de salud. De este modo, Esperanza Aguirre Gil de Biezma, puso fin a treinta años de exitosa carrera política.

Lo primero, su mensaje: “Quiero anunciarles mi decisión de dimitir de mis cargos de diputada en la Asamblea y presidenta de la Comunidad de Madrid”. Adujo varias razones para abandonar la “primera línea de la política”, como el cáncer de mama que ha sufrido y del que está “presuntamente curada”, aunque sometida a revisiones periódicas; “la llegada de los nietos” y “el deseo de estar con mi marido, con mi madre y ver a mis hermanos, que son siete”. Todas, en suma, razones personales. “Siempre tuve el sentimiento de que la política era una actividad temporal, y aunque nunca llega el momento de dejarlo, ahora ha llegado”.

Antes de hacer pública su renuncia, acudió a La Moncloa a informar al presidente del Gobierno y del PP de su decisión. De la reacción de Rajoy sólo dijo que se mostró comprensivo. En un comunicado, Rajoy manifestó su “reconocimiento” por la “extraordinaria labor de gobierno” realizada y dijo que es “un elemento que quedará para siempre entre los grandes activos del Partido Popular”. Calificó el encuentro de “afectuoso y entrañable” y destacó su comprensión hacia las razones personales.

Aguirre explicó que las personas pasan y las instituciones permanecen, y añadió que ahora se cumplirá la previsión estatutaria, el vicepresidente Ignacio González –al que propuso en su día como presidente de Caja Madrid, en una pugna con el entonces alcalde Alberto Ruíz Gallardón que finalmente resolvió Rajoy nombrando a Rodrigo Rato–, ejercerá como presidente en funciones hasta que ella remita su carta de dimisión al presidente de la Asamblea, José Ignacio Echeverría, y éste convoque el debate de investidura para que sea refrendado por la mayoría absoluta del PP y ejerza el cargo hasta el final de la legislatura, en mayo de 2015. El dirigente de IU de Madrid, Gregorio Gordo, reclamó la convocatoria de elecciones regionales.

La dimisionaria no ahorró elogios hacia su sucesor, la “persona con más experiencia y mejor dotada para el cargo de presidente, enormemente trabajador, inteligente y un gran jurista”. En definitiva, “los madrileños no van a notar una gran diferencia, sino al revés”, señaló. No obstante, desde las filas del propio partido ya auguraron que “le van a poner a caer de un burro por lo del apartamento en Marbella”, en referencia a un ático alquilado por 2.000 euros al mes, según el propio González, que percibe un sueldo de 5.500 mensuales. La propiedad inmobiliaria fue objeto de investigación policial.

La decisión de la hasta ahora presidenta era esperada en medios bien informados del partido, que ya antes del último congreso regional la situaban en la recta final de su carrera política. De hecho, el protagonista de ese 15º congreso, a finales de abril pasado, fue el vicepresidente González como encargado de relanzar la línea ideológica liberal de su valedora: “Nuestro objetivo es salir de la crisis y, para eso, tenemos que sustituir un modelo económico desfasado, con excesivo peso de la subvención, por otro basado en el trabajo, esfuerzo, talento y responsabilidad de los emprendedores y la libertad de los individuos”, fue su mensaje en la línea privatizadora que ha propugnado Aguirre.

Aparte las razones personales, su ambición política tocó techo en noviembre pasado, cuando Rajoy obtuvo mayoría absoluta y cercenó su aspiración sucesoria. El nombramiento de su enemigo íntimo Alberto Ruiz Gallardón como ministro, tras ir de número dos en la lista de Rajoy, la arrinconó definitivamente. De sobra sabía que Rajoy no la iba a hacer ministra, aunque tal vez ahora le pueda encomendar algún cometido diplomático. Ella misma se ocupó además de despejar el terreno a su sucesor con el alejamiento de Francisco Granados de la secretaría general del partido, como, tras el congreso de Valencia de 2004, hizo con Alfredo Prada y otros consejeros miembros de su Ejecutivo que respaldaron a Rajoy como presidente del partido.

En la rueda de prensa reconoció que llevaba “mucho tiempo pensando esto; dudé muchísimo si me tenía que presentar (a las elecciones del 22 de mayo de 2011), y decidí que sí”, para seguir impulsando el “programa liberal”, pero una vez consolidado el partido, con gobiernos municipales en 141 de los 179 municipios y con mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid, y “demostrado que el PP sigue siendo el favorito de los madrileños”, consideró culminada la tarea que emprendió en 2003 y dijo haber consolidado en 2007. De inmediato comenzaron los elogios. El de mayor bombo y autobombo lo pronunció su oponente Tomás Gómez al señalar que en el PP “nadie tiene el tamaño de Esperanza Aguirre” para destacar que “en momentos como éste es cuando se advierten verdades como que uno se mide por la importancia de sus adversarios”.