Rajoy se juega su dogmática nacional y antisocial en Euskadi y Galicia

Las elecciones de mañana domingo en el País Vasco y en Galicia trascienden los respectivos ámbitos territoriales y extienden su importancia política al conjunto del Estado. En el caso de Galicia servirán para medir el grado de desafección al PP y el porcentaje de debilidad del PSOE. Y en Euskadi valen además para impulsar desde abajo la reforma de las estructuras del Reino de España. Esa, al menos, es la lectura de fondo de varios responsables del PP y del PSOE sobre la coordinación del “proceso confederal” entre el líder y candidato vasco del PNV, Iñigo Urkullu, y el presidente catalán y dirigente de CiU, Artur Mas, quien confía salir reforzado de su llamamiento a las urnas el mes que viene. La crisis económica y el soberanismo obligarían en todo caso al jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, a abdicar de su insolvente dogmática nacional antisocial.

En Galicia el partido gubernamental se la juega por un puñado de votos. Su candidato y actual presidente, Alberto Núñez Feijóo, sacó hace cuatro años 5.773 papeletas menos que la suma del PSOE y el BNG. Obtuvo 789.427 votos frente a los 524.488 del PSG-PSOE y los 270.712 del Bloque. Pero la traducción a escaños favoreció al PP y Feijóo ha podido gobernar con 38 diputados, la mayoría absoluta de una cámara de 75 representantes en la que, según todas las encuestas, irrumpirá una nueva fuerza política, Alternativa Galega de Esquerda. Ahora Feijóo se ha esforzado en deslindar su gestión del castigo fiscal y social de su correligionario pontevedrés a los gallegos y al resto de los españoles.

El escamoteó tipográfico de Feijóo en su cartelería de campaña puede valer para que alguien le considere un marciano o repita el dicho marinero de que cada palo aguante su vela. Pero en comarcas como El Morrazo (Pontevedra), con la flota pesquera amarrada y para el desguace, y la industria conservera chapada por mor de la habilidad negociadora de Rajoy en Bruselas y de la Comisión Europea con Mauritania y Marruecos, la realidad no es disfrazable y los palos se los llevan los de abajo. Tampoco es disfrazable el malestar en las propias filas del PP por la decisión gubernamental de apostar por los cacicatos comarcales y provinciales en detrimento de las pedanías o entidades locales menores, que serán disueltas.

Lo que según el socialista Pachi Vázquez mejor ha disfrazado Feijóo son los números rojos por un monto de 800 millones de euros. Puestos a disfrazar, ni siquiera  ha podido mostrar el famoso contrato con Pemex para construir en los astilleros de Vigo y Ferrol dos barcos-hotel por 300 millones de euros para esa petrolera, aunque, en este caso, el presidente mexicano electo, Enrique Peña Nieto, ha reafirmado el encargo de los dos “floteles” durante su visita privada a España esta semana. Si al socaire de los sondeos, Feijóo no lograse repetir resultado y tuviera que abandonar el Palacio de Raxoi, el “delfinato” que le atribuyó Esperanza Aguirre como sucesor de Rajoy en detrimento de Alberto Ruiz Gallardón y María Dolores de Cospedal se diluiría como el bicarbonato contra el dolor de barriga.

Mayor enjundia política vale atribuir a los comicios en Euskadi, no sólo por ser los primeros que se celebran en el primer aniversario del fin del terrorismo de ETA, sino también por el nuevo impulso a la reformulación del Estado después de 34 años de vigencia constitucional. A estas alturas nadie duda de la coordinación del proceso soberanista entre los nacionalistas vascos y catalanes, según ha reconocido el propio Urkullu al diario catalán Ara. Aunque el candidato del PNV, al que los sondeos instalan en Ajuria Enea y conceden entre 25 y 27 escaños en el Parlamento de Vitoria, antepone la gestión económica al debate soberanista, sitúa en 2015 el nuevo estatus nacional vasco en el conjunto de la UE.

La correlación de fuerzas entre nacionalistas (PNV, Bildu y eventualmente Ezquer Batua, la IU vasca) y no nacionalistas (PSE-EE, PP y UPyD) es hoy favorable a los primeros por una diferencia de 150.000 votos, según los sondeos. El PNV y Bildu, como primera y segunda fuerza, respectivamente, superarían de largo la mayoría absoluta, situada en 38 escaños. Y aunque Urkullu ha dado a entender que prefiere gobernar en solitario para llevar adelante su proyecto sin ataduras de ninguna clase –lo que le exigirá buscar acuerdos para cada decisión--, el empuje de Bildu le obligará en una primera fase a asumir las competencias penitenciarias como parte del proceso de paz y a plantear el proceso soberanista. La fecha de 2015 coincidirá con el final de la legislatura de Rajoy, lo que le abre un portillo para adelatar las generales y que decidan los españoles.

Está por ver si los resultados de las urnas confirman los pronósticos de las encuestas. Pero parece claro que en este envite, los socialistas y el lehendakari Patxi López, con una gestión positiva y decente, aunque, por ello, enfrentado a los recortes sociales del Gobierno del PP y saboteado, en lo atinente a una fiscalidad más justa, por el PNV y el propio PP, llevan las de perder. Si obtienen 250.000 votos frente a los 318.112 de 2009, lo considerarían un éxito, pues perderían 7 de sus 25 escaños frente a los 10 que les auguran los sondeos. El PP de Basagoiti aspira a superar los 100.000 votos (tuvo 146.148) y a no perder más de tres escaños de los 13 que sacaron en las últimas elecciones.