Recurre el gobierno de España ante el Tribunal Constitucional el euro por receta adoptado en Cataluña e imitado en Madrid, más o menos a la vez que a la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, la oposición la pone a caer de un burro por reorganizar la atención médica nocturna en varias zonas de su comunidad para ahorrar 5.000 millones. En este último caso, la palabra mágica o maldita, según se mire, es “urgencias”. ¿Se está dejando a la gente sin urgencias de noche, con el argumento de que son cuatro gatos en un pueblo muy pequeño, o se está racionalizando lo que ya era un disparate incluso cuando lo podíamos pagar?
Alegan los actuales gobernantes de Castilla-La Mancha que se les ha entendido muy mal y se les ha interpretado peor, que ellos no han dejado ni dejarán a la gente sin urgencias, que esas se siguen prestando en el 112, como hasta ahora. Lo único que cambia, dicen, son los horarios de 21 de los 182 Puntos de Atención Continuada (PAC) que eran algo así como la fase de transición, al caer la noche, entre la atención diurna y las urgencias. En Toledo aseguran que muchos de esos servicios atendían como mucho a un paciente por noche y que han llegado a la conclusión de que con un territorio tan extenso y poco poblado es mejor invertir en unidades móviles y en helicópteros que en PAC más desiertos de noche que el Sahara a mediodía. Califican asimismo de “ruin” sacarle punta política al tema y “abominable” pretender acusarles de cualquier muerte o complicación médica que se produzca a partir de ahora.
La verdad es que no lo tiene fácil ningún político que a día de hoy le toque bailar con la más fea, esto es, con la bomba de relojería de la Sanidad. Si no tocas nada el servicio se te hunde porque, sencillamente, no hay con qué. Si tocas algo, prepárate como algo salga mal. Nota: siempre sale algo mal. Por la sencilla razón de que siempre ha sido así, siempre ha habido ambulancias que no han llegado a tiempo, enfermos que se han quedado por el camino, listas de espera que hacen bueno aquel dicho de que es peor el remedio que la enfermedad, errores médicos, negligencias médicas, insuficiencias médicas…siempre ha sido así, incluso en plena bonanza.
Corría el año 2001, bastante antes del 11-S, cuando quien esto firma, es decir, yo, que en general tengo la suerte de estar sana como una pera y hacer poco o ningún gasto de la Seguridad Social, voy y me rompo un tobillo en Bilbao. Me radiografían, me escayolan, me señalan la puerta del hospital a la calle y me dicen: sobre todo, ni se le ocurra poner el pie en el suelo, tiene que volver con muletas a Madrid y andar un mes con ellas por lo menos… Fastidiada pero obediente que es una, me pliego: vale, vengan esas muletas. Silencio incómodo. Aquí no se mueve ni una pestaña, ni una tirita. Insisto: ¿dónde están las muletas? El doctor mira a la enfermera. La enfermera baja los ojos al suelo. El doctor se vuelve a mirarme a mí y haciéndose el simpático, como quien comenta un detalle que tiene muchísima gracia, dice: pues habrá que buscarlas, porque aquí...¡no tenemos!
Después de años de cotizar como una bestia me parece indignante, pero en fin, realista que es una, vuelta a mirar al médico a los ojos y a decirle: ¿cuánto me ha dicho que cuestan esas muletas? Pero está visto que por mal que pienses nunca basta, siempre es mucho peor. El doctor se ratifica en que no disponen de muleta ninguna, da igual que yo me ofrezca a pagarlas a precio de oro. Que no hay y no hay.
Ahora ya no es que esté indignada, es que o mato a alguien o reviento. ¿Cómo quieren que salga de aquí, haciendo el pino? Suerte que han venido a por mí mi amiga del alma y su (entonces) novio, que cachas cuanto menos sí estaba, y que tuvo la gentileza de cargarme en brazos para rescatarme del marasmo de la Sanidad pública. “¡¿Y qué habrían hecho ustedes si yo estuviera sola en Bilbao y en el mundo y nadie hubiera podido recogerme?!”, clamé. Respuesta del doctor: “Probablemente habríamos tenido que hospitalizarla”. ¡Acabáramos!
Desde entonces la cosa no ha ido a mejor. Este verano una persona de mi familia tuvo que ser hospitalizada y cuando salió del hospital (catalán) parecía que salía del hotel de El Resplandor. Que si todo eran presiones para que los enfermos se trajeran de casa el camisón y las toallas. Que si ya ni agua para beber les daban gratis. “Te la tienes que comprar en una máquina, que es verdad que es muy barata, 50 céntimos el litro, pero el problema no es sólo el precio, sino, ¿qué pasa si un paciente está solo, sin nadie que le acompañe y que pueda ir a la máquina?”, se interrogaba angustiada esta persona de mi familia, que vio con sus propios ojos cómo la paciente de al lado, efectivamente sola y sin visitantes ni acompañantes, se veía reducida a suplicar a las enfermeras que por caridad le trajeran agua de la máquina. “Más de dos veces y de tres se llevó un buen bufido, porque las enfermeras están agotadas y consideran que no dan más de sí”, culminaba su espeluznante relato.
Así son y están las cosas. Y ahora, volviendo al tema, ¿qué hacemos? ¿Cómo lo arreglamos? Porque no es verdad que no cambiando ni recortando nada todo es estupendo. Y un cuerno. La realidad se recorta sola y es implacable. Mirar para otro lado puede ser políticamente correcto y hasta astuto, pero desde luego no tiene nada de decente. Ni de humano.
Es verdad que aquí estamos tocando temas extremadamente sensibles. Hay que andar con pies de plomo y hay que explicar muy bien lo que se hace y cómo se hace. No vale jugar con las palabras, escamotear los datos, privatizar y llamarlo de otra manera, saltarse la Constitución como quien salta a la comba, etc. Pero el mismo rigor habría que exigir a los que critican cada medida que se toma en este ámbito. No es de recibo hacer politiqueo con esto, entrar al trapo partidista sin ningún tipo de escrúpulo. Ojo con arrinconar demasiado, con poner demasiado entre la ambulancia y la pared a quien tiene que resolver el problema. ¿Queremos políticos capaces de coger el toro por los cuernos, o agazapados detrás de la barrera?
Porque este miura, la verdad, tiene un peligro…
Pero a los políticos les regalamos una sanidad privada.
Hace mucho tiempo que la sanidad es asignatura pendiente en España. Francamente no creo que se pueda dudar del descuido financiero de la cosa pública en esta materia, como en todas. Cuando se critica a los corruptos -tan repulsivos- se olvida que muchos probos ciudadanos se han llevado de estrangis bolis y folios de su oficina ministerial o de RTVE o de su colegio. De los hospitales, desde gasas a medicinas por la kara. Así que, requerimos un debate nacional al respecto. También en la financiación de la sanidad. Porque, lo cierto es que en las gestiones privadas también priva el personal. A examinarse tocan.
Hace unos meses estuve en el ambulatorio (consultas de dia en Toledo). El panorama que encontré fué indignante: entro en una habitación de radiología para preguntar por una persona y me encuentro a tres enfermeras mirando fotos en un móvil y riendo, la persona a la que iba a buscar se viene conmigo «un momentito » (30 minutos); dentro de la habitación donde estoy, una consulta, la médica habla con otras colegas de temas privados, no había pacientes, Fuera ,los pasillos estaban abarrotados de personas esperano a ser atendidas,
Salgo a la calle y mi enojo por lo que observo va en aumento, numeroso personal sanitario (batas bllancas) zascandilean por los alrededores, toman café en las terrazas, salen y entran en tiendas y miran escaparates.
La escena me recuerda a un enjambre sin reina.
El control sobre el funcionamiento interno de la sanidad es necesario e imprescindible. No me consta que en Toledo alguien trabaje en esta dirección, Lamentable.
Los pacientes son las únicas víctimas de la sanidad.
No explicaré en qué se ha derrochado
dinero de sanidad para no correr riesgos, me limitaré a una experiencia personal que relato a continuación:
Enferma cardiópata y de 75 años que sale de urgencias con una escayola sin taco y sin muletas.
La ausencia del taco impide apoyar la escayola en el suelo y la cardiopatía le impide andar a la pata coja.
A las 24 horas de ese suceso, el vecino del 3º, con 34 años y sin cardiopatía, sale de urgencias con un pie vendado por un esguince y con un par de muletas.
Las muletas debían parecerle poco y a las 48 horas se presenta con una silla de ruedas!
Silla de ruedas que sólo utilizaba para ir desde el portal hasta su vehículo aparcado enfrente. En el edificio no hay ascensor y por tanto, es imposible acceder a un tercer piso en silla de ruedas pero, el disponía de una silla de ruedas para recorrer 30 metros hasta su vehículo mientras la señora cardiópata no pudo salir de casa hasta el día que hubo que retirar la escayola.
De nada sirve que se pretenda ahorrar en material ortopédico innecesario si intervienen organizaciones que defienden los derechos de algunos colectivos, y en este caso intervinieron. Que luego se hayan vendido las muletas y la silla de ruedas les importa un carajo, ellos hicieron su labor humanitaria y el vecino del 3º hizo el negocio.
Y para terminar, ¿saben ustedes los requisitos que hay que cumplir para acceder a una silla de ruedas de 1ª necesidad?, 1º hay que pagarla! y con la factura correspondiente más los informes médicos que acreditan que realmente se necesita, les reintegran el dinero.
Casos como el expongo hay cientos y si les añadimos el turismo sanitario más otro tipo de abusos……