Sergi López: «La gente en Cataluña tiene ganas de decidir y de hablar, no de confrontar»

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El actor Sergi López, en una imagen de archivo. / Ccastro

El actor Sergi López (Vilanova i la Geltrú, 1965) atiende a cuartopoder.es desde Croacia, donde graba una película de producción francesa, croata y belga. Desde el próximo 17 de julio y hasta el 21, representará en el Teatro del Barrio de Madrid 'Non Solum', una obra dirigida por Jorge Picó en la que se enfrenta solo, desde el escenario, a 90 minutos de espectáculo. Tres veces nominado a los Goya y ganador del premio al mejor actor europeo en el año 2000 y del César al mejor actor en el 2001, López tiene una amplia trayectoria en cine, no sólo en España, sino también más allá de los Pirineos. El actor catalán no duda en conversar sobre política, sobre el proceso soberanista en Cataluña, sobre el cine y sobre el teatro.

— En 'Non Solum' se encuentra completamente solo en el escenario durante los 90 minutos que dura la representación. Un gran reto como actor...

— Una gozada. El primer argumento para ponernos a escribir 'Non Solum' fue el placer de actuar. Había dejado de hacer teatro durante tres años y medio y lo echaba mucho en falta. Jorge Picó y yo siempre hacemos teatro de creación, es decir, creamos el espectáculo, desde el texto a la puesta en escena. 'Non Solum' es el hijo que tuvimos después de estar embarazados durante más de tres años y es un espectáculo hecho a medida para mí, para pasármelo bien, aunque yo no me lo paso bien en el teatro si no se lo pasa bien el público. Es una obra de humor, pero pretendemos que el humor no sea el objetivo, sino el camino para hablar de muchas cosas.

— ¿Qué se encontrará el público que vaya a ver 'Non Solum'?

"La gente, normalmente, agradece este espectáculo
porque es muy
marciano,
muy raro"

— La gente, normalmente, agradece este espectáculo porque es muy marciano, muy raro. Es más difícil explicar de qué va que ver la obra. Para entender algo, digamos que hago muchos personajes, pero que son todos iguales, tienen el mismo acento catalán, la misma barriga, caminan igual... Claro, llega un momento en el que se dan cuenta de que son todos iguales, que está ocurriendo algo muy raro, y se empiezan a hacer preguntas existenciales. Esta obra tiene algo de absurdo, la gente dice que es una comedia existencial.

— Usted es un actor que ha trabajado mucho en cine, pero me habla del teatro como algo que echaba de menos. ¿Qué le aportan tanto el cine como el teatro?

— El teatro que he hecho siempre es teatro de creación, son cosas que hemos escrito nosotros mismos, por lo que la relación con la obra es distinta. En cine hago más de intérprete, alquilo mis servicios para interpretar un personaje para un contexto de una película. En teatro, con Jorge Picó, es más de autor, pues nos planteamos qué queremos decir, de qué manera, en qué espacio, con qué tono, todo es más concreto. A la hora de actuar, no encuentro mucha diferencia. El público es lo que marca la diferencia, en cine estás más solo, porque el público no existe, pero en teatro no estás solo ni aunque quieras, ni aunque hagas una tragedia. La respiración del público la notas y la necesitas para avanzar. Son muy parecidas las dos cosas, pero al mismo tiempo muy distintas.

— Actuará en el Teatro del Barrio, una cooperativa de consumo cultural. ¿Qué aportan este tipo de proyectos al panorama teatral?

—Estamos muy contentos de actuar en el Teatro del Barrio porque, aunque la obra es teatro de humor, comedia, creemos que el teatro tiene que servir para algo más, para la transformación de la sociedad, para que se reflexione sobre cuáles son las reglas de la sociedad, la relación con el poder... Para nosotros, actuar en espacios como este es lo natural, creemos que hay que plantearse nuevos escenarios, plantearse las reglas del juego cada vez que se crea una obra de teatro, y esto sucede en el Teatro del Barrio. Aquí se hace teatro político, aunque el teatro siempre lo es, pero este teatro tiene una militancia política con el barrio, con los precios populares, con la programación teatral no tan convencional.

— En este sentido, usted no ha tenido problemas en significarse políticamente. ¿Qué puede aportar un artista a la política?

"La idea de que
los políticos son profesionales
que saben mucho
y hacen de padres de la sociedad se desmorona a pedazos"

—  Mucho. Tanto como un fontanero. La idea de que los políticos son profesionales que saben mucho y hacen de padres de la sociedad se desmorona a pedazos. Todas las personas, las actrices, las bailarinas, las maestras... tenemos algo que aportar, tenemos una voz y tenemos que utilizarla. La política no es solo cosa de políticos, todos tenemos algo que decir.

— Se aproximan las elecciones catalanas. ¿Significan un paso crucial hacia un cambio en las relaciones entre el Estado español y Cataluña?

— Hay un debate muy abierto, a veces descarnado, que es un paso más para profundizar en el discurso, en hacerse preguntas y plantearse para qué sirven las leyes. Las leyes tienen que servir para algo y, en este sentido, en Cataluña, igual que en todo el sur de Europa, está ocurriendo una puesta en duda de cómo se ejerce la ley. Pero en Cataluña a la sed de justicia social necesaria se junta una identidad y reivindicación nacional. Es un debate apasionante que hace que la gente se politice y esto es positivo, no tiene que verse como un enfrentamiento, ni como algo violento. Para mí es positivo que la gente se politice, que tenga que decir algo, que tenga que votar algo, que tenga que decidir... Que la gente no renunciemos a la política, que no dejemos que desaparezca de nuestras vidas. Recuperar esto, en la calle, está genial. Además de lo que pueda pasar en el Parlament, en los partidos, con el President, para mí lo más interesante es lo que pasa en la vida, en el día a día, en las calles.

— Pero, ¿qué percibe usted que se respira en la calle en relación con la independencia catalana?

"Hay que hacer
un referéndum
en Cataluña, no
sólo para elegir
un Estado propio, sino para otras muchas cosas"

— Se está planteando algo que cada vez es más relevante, la gente, en Cataluña, quiere decidir, no queremos que nos digan que no somos mayores de edad y no podemos decidir. Creo que hay que hacer un referéndum, no sólo para elegir un Estado propio, sino para otras muchas cosas. La gente se da cuenta de que es posible presionar y de que si se presiona, se obtienen resultados, como ha demostrado la PAH y otros grupos. La presión popular nos hace decidir qué hacemos, hacia dónde vamos, con qué forma... Para mí es bastante evidente que habrá un cambio en Cataluña, pero tengo la sensación de que va a ser todo menos traumático de lo que parece. La gente en Cataluña tiene sentido común, ganas de decidir su futuro político tranquilamente y de hablar, no de confrontar.

— Usted formó parte de la candidatura de la CUP a las elecciones municipales de Vilanova i la Geltrú. ¿Qué es lo que le seduce de esta formación política?

— Iba el último en la lista, no tenía ninguna posibilidad de entrar como concejal en el Ayuntamiento, era un apoyo simbólico. Lo que me gusta de la CUP es algo que no tiene otro partido, ni siquiera Podemos, aunque comparto muchas cosas con esta izquierda transformadora , rupturista y anticapitalista. Lo que tiene la CUP es que no es un partido, no hay equipo directivo, no hay un secretario general, y ese es su gran diferencial, que pretende cambiar la sociedad desde abajo, haciendo camino, no sólo llegando al poder y cambiar de arriba abajo, sino creando unidad popular, asociándose con los vecinos, con la sociedad civil. Eso es algo que lleva muchos años de trabajo y que ahora está tomando cuerpo. No hay una voluntad de ganar, el interés de la CUP no es que gane la CUP, sino que la mayoría de la gente cambie la sociedad, lo cual es una ecuación que parece sencilla, pero que cuesta mucho de conseguir. Esto de que el 1 por ciento tiene el 99 por ciento de los recursos es bastante sencillo de decir pero cuesta mucho de aplicarlo para transformar la sociedad.

"El caso de Otegi es surrealista. Es
el único político
que está en prisión
por cuestiones ideológicas"

— Recientemente firmó un manifiesto apoyando la libertad de Arnaldo Otegui. ¿Qué motivos le llevaron a apoyar al dirigente abertzale?

— Es un caso flagrante de injusticia. Otegui es el único político que está en prisión por su opinión política. Hay muchos políticos con casos abiertos, con imputaciones por torturas y otros temas, más allá del tema económico y de la corrupción, y el único que está en la prisión es Otegui, por cuestiones ideológicas. En Europa han tenido que decir que no puede ser, que no te puedes inventar la ley según dé la gana, porque Otegui ha dicho que el rey es políticamente responsable de lo que pasa en el país. La maquinaria de propaganda es inmensa, todo lo que suena a izquierda abertzale suena a banda terrorista, pero todo el trabajo que ha realizado en los barrios, en las calles, creando unidad popular precisamente, se ha silenciado. Es surrealista el caso de Otegui.

— ¿Cuáles son sus próximos proyectos profesionales?

— Tengo el rodaje de una película en Francia. En octubre y noviembre estaremos en París con la obra "30/40 Livingstone" y luego girando por Francia con esta obra. También queremos ponernos a escribir cosas, tenemos muchas ideas, pero no sabemos hacia dónde encaminarlas.

— Su carrera actoral tiene mucha presencia en Francia...

— Sí, en cine trabajo más en Francia que en España, también es cierto que se hacen más películas en Francia que en España. Estuvimos el año pasado en el Festival Internacional de Teatro de Avignon con "30/40 Livingstone" y nos fue genial, de ahí nos ha salido un teatro en París y gira por Francia. En España no acabamos de encontrar el punto de la distribución, es más difícil, algo nos falla o algo falla en España. En Madrid estuvimos con esta obra en el Teatro de La Abadía y nos fue muy bien, tuvimos muy buenas críticas y de público estuvo espectacular, pero es complicadísimo conseguir una gira. A ver si leyendo esto alguien nos hace más caso.

—A ver... Buena suerte.

—Muchas gracias.

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