El Café Comercial ha muerto…

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Varias personas leen los mensajes dejados por los clientes en una de las cristaleras del Café Comercial. / Ballesteros (Efe)

…viva el Café Comercial. Donde una vez al padre de mi hija le robaron el móvil (con mucha gracia, eso sí), donde yo me besé una vez con un exespía, donde el hombre de mi vida (que no es ninguno de los dos anteriormente mencionados) vivió jóvenes tardes de genio y mármol y donde en abril de 2014, un mes muy sustantivo en mi existencia, participé junto a un pelotón de buena gente capitaneada por un loco de la vida y cuerdo de la poesía llamada Leo Zelada en un recital donde leí lo que sigue, de mi puño y letra. Nadie lo había visto negro sobre blanco hasta ahora. Valga como ¿epitafio?:

Ternura de la catástrofe

La tierna catástrofe llegó a mediodía.
Absolutamente nada la anunció
excepto un tigre ciego durmiendo entre las flores
arriesgadamente negras y amarillas.

La entera paz rota se tambaleaba
como un espejo ávido de caer
de una vez
y de hacerse pedazos
impacientes
por dejar de luchar en su sitio
por dejar correr millones de partículas y de posibilidades
el oscuro aire fresco de la Creación
loca de alegría de volver a empezar.
Tú y yo nos levantamos de la siesta de la mano
y por un largo instante invencible
nos perteneció la enorme fiesta de lo inexistente,
fue nuestro todo lo por hacer y por narrar.
Tanto poder teníamos así sin más para cambiar el mundo
que por lo menos a mí me sorprendió
el marcado instinto conservador del cielo
para no salirse de lo azul
y del océano para no sacar los pies del agua.
En resumen tanto poder para qué, descabalgado amor mío.
Esa es la maldita cuestión y no lo es ninguna otra.
A quién coño le importa ser o no ser,
morir o soñar,
sentir o padecer
los dardos de la adversa fortuna.
Como si la fortuna no tuviese nada mejor que hacer
que apuntar allá por donde yo paso
y ya no aguanto que pases tú.
La cuestión que de verdad hay que aclarar hoy aquí
y mientras no se aclare de aquí no se va nadie,
ni al Cristo ni a Vallecas
es qué se hace con la Creación usada
y con el amor que ya no convence.
Qué se hace cuando lo extraordinario se te va de las manos
y los ojos de Dios van apagándose en tu sangre
y el tigre ciego ferozmente despierta
y todo lo atroz va y florece
como si nada bueno
ni noble
hubiese de volver a sucederte
jamás.

Mierda, mierda y mil veces mierda. Sin perdón.

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