Las personas trans ya no nacen en el cuerpo equivocado

  • El colectivo LGTBI opta por usar la palabra "trans" en lugar de "transexual" para acoger bajo el mismo paraguas a realidades muy distintas
  • El mercado laboral sigue cerrado para este colectivo, cuyos integrantes se ven muchas veces penalizadas por su aspecto

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"No tenéis ni puta idea de lo que es ser trans. ¿Sabes cuántos años estudié interpretación? 10 años. ¿Sabes cuántos castings he hecho? Uno, para hacer de puta trans y figurante". Esta frase forma parte de una de las escenas de la tercera temporada de la comentadísima serie Paquita Salas (Netflix). Los directores (Javier Ambrossi y Javier Calvo) ponen en boca de una actriz un reproche que podrían firmar mujeres trans de muchas otras profesiones. Mientras en España se reivindica el Orgullo LGTBI y se ondean banderas con franjas azules, rosas y blancas, durante el resto del año, las personas trans siguen topándose con las mismas puertas de metacrilato, ya sea en las consultas médicas o en los departamentos de Recursos Humanos.

Entre mayo de 2016 y diciembre de 2017, la organización Metges del Món Catalunya llevó a cabo con 33 mujeres una pequeña "investigación-acción", cuyas conclusiones fueron divulgadas en 2018 en un documento titulado Una mirada a la situación de las mujeres trans en Barcelona.  Uno de sus primeros resultados apuntaba a que una de las formas de discriminación más frecuente en las consultas es "exigir a las mujeres trans que se sometan a tratamientos médicos innecesarios", señalando como único camino, en vez de como una opción, el tratamiento hormonal y la cirugía de los genitales.

En contraposición, el colectivo LGTBI hace tiempo que optó por usar la palabra "trans" en lugar de "transexual". Es una forma de acoger bajo el mismo paraguas a realidades muy distintas y no dejar fuera a aquellas personas que han decidido no operarse. "En general, el personal sanitario y mucha de la población entiende el cuerpo normativo como el final del proceso para todas las mujeres trans y esto normaliza la patologización", asegura el citado documento sobre la visión biologicista y binaria que sigue primando en muchas consultas. 

"Si crees que has nacido en un cuerpo equivocado, tratas de modificarlo. No siempre es necesario", explica Eden Provecho , que inició un proceso hormonal hace dos años. Ahora tiene 36 y comparte con las mujeres cis ese cuestionamiento de su propio cuerpo: "Nos juzgan por cómo vestimos, cómo actuamos o cómo nos cuidamos". Su discurso combate una de las frases más pronunciadas a la hora de describir a las personas trans: no han nacido "en el cuerpo equivocado", sino en una sociedad que solo ve en términos binarios. La mujer, si quiere ser mujer, tiene que ser femenina y tener genitales femeninos. 

Cuando una encaja por fin en los moldes sociales y, además de ser una mujer, empieza a parecerlo, se dice que tiene "passing", una muestra más de la necesidad de invisibilizar cualquier rasgo trans para  reducir el número de miradas, cuchicheos y comentarios.

El trabajo, la gran barrera

Eden se mudó de un pequeño pueblo de León a Barcelona buscando otro entorno en el que comenzar el proceso. Como si se presuponiera, apunta durante la entrevista que ella también ha sufrido agresiones tránsfobas. No son casos aislados, el Observatorio contra la Homofobia (OCH) contabilizó en su informe de 2018 unas 113 incidencias registradas en Cataluña, de las que el 24,8% iban dirigidas contra personas trans.

Edén trans
Edén, en una imagen de la campaña de Médicos del Mundo. / Medicos del Mundo

En 2018, COGAM decidió centrar el foco del Orgullo en este colectivo y los reportajes en medios de comunicación se han multiplicado. Sin embargo, el mensaje no acaba de calar en las entrañas del tejido empresarial. Eden trabaja en un sector muy masculinizado, como es el de la mecánica. El suyo es uno de los casos de éxito que apareció en una campaña de Médicos del Mundo, titulada #Estamos preparadasYTu? y lanzada el pasado 30 de abril, la jornada previa al Día Internacional del Trabajo.

Carol Murcia llegó hace tres años de Honduras en busca de asilo. Le pusieron sobre la mesa dos destinos: Estados Unidos y España. El idioma, la situación política y la posibilidad de recaer en una ciudad "abierta y con más oportunidades" hacían del país europeo la mejor opción. En su tierra natal ejercía la prostitución, pero pensaba que en España sería diferente. "Me encontré todo lo contrario. Para una mujer trans el mercado laboral sigue cerrado. A mí me interesaba estar cara al público, así que estudié para camarera, a pesar de que me aconsejaron que estudiara limpieza porque sería más fácil encontrar trabajo".

Carol apostó por el sector de la hostelería, precario, pero potente en un país de sol y playa. Sin embargo, se encontró rápido con las primeras barreras: "Mi profesor en el curso me dijo que me veía atrás, como friegaplatos". Ahora Carol tiene un trabajo que le satisface y en el que su identidad en los papeles no ha sido un problema, pero antes ha tenido experiencias malas: "Hay una gran hipocresía. Dentro de la sociedad, somos un tabú, luego no se creen que podamos desempeñar un trabajo de cara al público".

Esta joven hondureña cuenta cómo en los bares solo le ofrecen trabajo para poner copas en días puntuales y mal pagados cuando llega el Orgullo. Incluso, en una ocasión no le dejaron pasar a una discoteca y la echaron llamándola "travesti". Ni siquiera el colectivo parece librarse de una transfobia más sutil: "Suele haber chicos gays masculinos trabajando, ¿por qué no le da la oportunidad al colectivo trans, para que se desempeñe y crezca?".

Bajo la convicción de que las cosas pueden cambiar, continúa con su activismo en España. En sus ratos libres se dedica a contar cuentos a niños. "La transparencia de los niños es lo que más me gusta. A veces se acercan y me preguntan", explica en tono jovial. Uno de sus libros favoritos es Ara em dic Joana, que cuenta la historia de una osita LGTBI. La transfobia también se aprende.

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