El rumbo de la capitana Rackete: la justicia antes que la legalidad
- La detención de Carola Rackete, ordenada por Matteo Salvini, marcará un antes y un después en la dimensión sociopolítica italiana y a nivel comunitario.
- El acto de desobediencia civil de Carola Rackete ha representado una violación de las fronteras necesaria, tras la negativa de Italia y el silencio cómplice de la UE.
10 de junio 2018: Salvini da la orden de cerrar los puertos para el barco Aquarius. Fue el primer acto significativo del gobierno de coalición de Liga y Movimiento 5 Estrellas. Fue la primera medida ejecutiva que hizo estallar esa división social, hasta ese punto, solo teórica.
28 de junio 2019: ha pasado poco más de un año desde la puesta en marcha de la primera medida anti-inmigración tomada por Matteo Salvini desde el Viminale (sede del Ministerio de Interior). El 15 de este mes ha entrado oficialmente en vigor el "decreto de seguridad bis" - que castiga con mayor vehemencia los sujetos que favorecen la inmigración ilegal vía mar a través de fuertes sanciones pecuniarias y hasta la confisca del mismo barco -. Pocos días antes la Sea Watch 3, capitaneada por la alemana Carola Rackete, rescataba a más de cuarenta migrantes cerca de las costas libias y ponía rumbo a Lampedusa. Salvini, como el año pasado, vetó la entrada en aguas territoriales italianas. Tras dos semanas de navegación bordeando las aguas nacionales, Carola Rackete decide infringir la ley y dirigirse al puerto de Lampedusa. Después de 17 días, en plena noche, la capitana alemana consigue llegar al puerto de la pequeña isla siciliana, contraviniendo las órdenes de los cuerpos policiales y hasta chocando con un barco de la guardia de finanza. La odisea ha terminado con la detención de Carola Rackete, las facciones de los "pro" y "contra" a manifestar su postura bajo la luna siciliana y un número incuantificable de cámaras televisivas, grabando un momento histórico para Italia y Europa entera.
Estos acontecimientos marcarán indudablemente un antes y un después no sólo en la dimensión sociopolítica italiana, sino también en el nivel comunitario. Mientras Carola Rackete sigue bajo arresto preventivo, los líderes europeos intentan llegar a acuerdos sobre los nuevos vértices de las instituciones comunitaria (en primer lugar, la presidencia de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo). Es indudable que el tema migratorio saldrá en la agenda aun con más fuerza a partir de hoy, con la conformación del nuevo Parlamento Europeo. Actualmente, no hay ningún tema que polarice tanto como la gestión de las fronteras. La grandísima mayoría de los europeos tiene una visión muy definida del fenómeno migratorio y es el asunto más politizable y capitalizable (a diferencia, por ejemplo, de los asuntos fiscales y económicos, que mantienen mayor neutralidad debido a su componente más técnico).
Tras el auge de las derechas en Europa - con el mismo Salvini como líder de facto del gobierno italiano -, nunca ha habido un enfrentamiento tan radical entre posturas diametralmente opuestas. Es el primer acto fuerte de desobediencia civil que contrasta con una normativa dishumana y una narrativa que deshumaniza no solo a los migrantes, sino también a los que manifiestan su apoyo a una sociedad abierta e integradora. Los insultos feroces dirigidos a Carola Rackete tras atracar en el puerto de Lampedusa contienen todos esos rasgos distintivos de la esencia de las nuevas derechas: una ideología fundamentada en el racismo, el machismo y el justicialismo. Es el triunfo de una legalidad desigual, violenta e injusta, a costa de la justicia social. La capitana Rackete ha llegado a ser el epicentro de la política italiana, idealizada por los dos bandos como heroína (desde la izquierda) y villana (desde la derecha).
La entelequia conservadora y reaccionaria ha señalado a la capitana del Sea Watch 3 como nuevo enemigo público número uno. El primer autor de la demonización de Carola Rackete ha sido el mismo Matteo Salvini, definiéndola como una chica mimada burguesa, aburrida, "que hace política a costa de pobres migrantes". Bastante paradójico, si pensamos que el ministro del Interior italiano ha basado toda su comunicación y práctica política en la demonización de los migrantes irregulares. En primera línea, junto a Salvini, hay una plétora de exponentes de la sociedad civil o intelectuales muy conocidos que han lanzado el ataque al unísono. El filósofo Diego Fusaro --que cuenta con centenas de miles de seguidores y es un habitual de los platós televisivos más importantes de Italia-- sostiene de manera convencida que las ONG's están al servicio del "turbocapitalismo" impulsado por George Soros (personaje central en cualquier complot que proceda del bando conservador). Las ONG serían así el medio para introducir manos de obra barata en el país, romper los lazos de solidaridad entre las capas bajas y medio-bajas de la sociedad y, finalmente, diluir los elementos identitarios para favorecer un "globalismo sin fronteras".
No podían faltar tampoco las referencias al peinado de la capitana, otro símbolo de inconformidad y des-orden: inaceptable e indigno para esa visión de sociedad impulsada por los representantes de la nueva derecha. Por estas razones, ni la joven Greta "consiguió" aglutinar tanto a los reaccionarios y conservadores, en cuanto el ecologismo no tiene una relación inmediata y directa con una determinada ideología. Sin embargo, la recuperación del Estado-Nación, el cierre de las fronteras, el enaltecimiento de la identidad nacional y la deshumanización del otro, sí son elementos distintivos e imprescindibles de todas las nuevas fuerzas reaccionarias. El mismo machismo subyacente y ni disimulado (al contrario, señalado con orgullo), unido a una sana dosis de conformismo y de nostalgia de otros tiempos, completan el cuadro.
El acto de desobediencia civil de Carola Rackete ha representado una violación de las fronteras necesaria, tras la negativa de Italia y el silencio cómplice de la Unión Europea. Hasta la fecha, no se había producido ningún desafío de tal tamaño. Un acto llevado a cabo por una mujer, concienciada, con estudios, que se ha asumido la responsabilidad de sus acciones - sabiendo que podía enfrentarse a la cárcel y más consecuencias legales -. Sin embargo, la ley moral, humana, es más alta y más valiosa que cualquier norma. De ahí, el paralelismo con la figura mitológica de Antígona y la relativa idealización - en positivo - por parte de los progresistas.
Por eso mismo, si la derecha se ha levantado en masa en contra de Carola Rackete (llegando a atacarla hasta en lo estético) es porque ha encontrado, en su persona, la idealización - en este caso, en negativo - de un adversario listo para la lucha, que va a combatir para un modelo de sociedad abierto e integrador y que puede verdaderamente dinamitar esa estructura narrativa fundamentada en el odio y la sospecha. La de la capitana Rackete es la lucha de quien aboga por la justicia por encima de la legalidad, algo que con buena probabilidad faltaba tanto en la izquierda italiana como en la europea. No hablamos únicamente de política, sino más bien de acciones concretas tomadas desde la sociedad, que busquen contrastar la xenofobia que se propaga en Europa.
El caso de Sea Watch 3 va a crear un precedente: un barco que cruza la frontera sin autorización es uno de los mayores desafíos simbólicos a la integridad del Estado-Nación. Por un lado, se prevé un efecto emulatorio (como demuestra la decisión tomada por Open Arms de volver a sus misiones de rescate en el Mediterráneo) y un apoyo concreto por parte de esa sociedad que aboga por la humanidad y la integración. En este sentido, el gran éxito del crowdfunding para pagar la multa de Sea Watch y sostener los costes legales ha sido muy llamativo. Más de 25.000 personas - la mayoría, italianas - han contribuido a la causa de la Sea Watch y de Carola Rackete recaudando más de 400.000 euros. Una cuantía parecida ha sido recaudada en Alemania en apoyo a su compatriota. La entrega de Carola - tanto mental como física - a la causa humanitaria, en definitiva, ha sido un gesto simbólico, duro y quizás necesario, para que esa sociedad inclusiva se reactive y vuelva a afirmar su visión del mundo no solo en las redes, sino también en las calles y con acciones tangibles. Retomar la acción directa es fundamental, considerando que las legislaciones nacionales - independientemente de la postura ideológica del gobierno de turno - fomentan la desigualdad y la marginalización (económica y social) de los colectivos migrantes.
Nos basta con observar los efectos de las leyes de extranjería de los principales países europeos, el papel fundamental desempeñado por los CIE (como lugares de estado de excepción permanente al interno del Estado) y las interminables formas de racismo institucional e institucionalizado. Esa realidad (oculta para una gran mayoría social) choca con la narrativa al día de hoy dominante, que ve en el migrante un parásito de la sociedad, una persona con muchos derechos y ningún deber. Un elemento desestabilizador, desintegrador de la tradición y de la cultura local. Esa distorsión feroz de la realidad no ha conocido freno en estos largos años de crisis económica, y de eso se tienen que responsabilizar - por lo menos en parte - las fuerzas políticas progresistas.
Por ello, el gesto de Carola es de tamaña importancia: no solo es la manifestación del desacuerdo con lo que es y lo que será Europa tanto a nivel político (siempre más inclinado hacia los populismos de derechas) como social (con el retorno de la xenofobia y de un incremento de la violencia en contra de los migrantes). Es una respuesta que contrarresta de verdad, con la fuerza de los hechos, la política reaccionaria del odio y del miedo.
Ahí donde no ha llegado la política, podrá llegar la sociedad, tendencialmente siempre más adelantada respeto a las instituciones. La capitana Carola Rackete, alemana de 31 años, ya ha marcado el rumbo.