El ‘Chiki Chiki’, en Catalunya, se baila así

  • Quinta noche de disturbios que empaña una masiva movilización pacífica contra la sentencia

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BARCELONA.- Catalunya, otra vez. Catalunya vuelve a ser el centro político del Estado como síntoma de un problema que se enquista, no se soluciona, se agrava con el paso del tiempo y modula toda la política española desde hace años. Jornadas de altas movilizaciones en reacción a la sentencia del Tribunal Supremo que condena a 100 años de cárcel a los dirigentes independentistas que culminaron en 2017 la celebración de la consulta del 1-O y la simbólica declaración de independencia del 27 de octubre.

Ayer, huelga general convocada por los sindicatos alternativos catalanes de desigual seguimiento, pero protagonizada por las grandes movilizaciones que concurrieron sobre la ciudad de Barcelona: cinco marchas que recorrieron Catalunya desde distintos puntos llegaron a la capital que quedó desbordada y una manifestación vespertina que aglutinó a medio millón de personas, según datos de la Guardia Urbana. Seguimiento del 90% en las universidades públicas y del 43% en la escuela pública; 20% sanidad pública; entre el 60% y el 80% en el comercio y 35% en la función pública.

Tensión en Catalunya, magnificada por las televisiones y medios de comunicación que narran en directo unos disturbios que se repiten por las noches, centrando el foco en ellos, primer plano. Ayer, tras una carga de la Policía Nacional en Via Laietana, en las inmediaciones de la Comisaría del mismo cuerpo, ante una sentada de jóvenes que protestaban por las actuaciones de los agentes en noches previas, se desató otra oleada de disturbios y barricadas en el centro barcelonés hasta bien entrada la noche. 54 personas detenidas en la quinta noche de disturbios y 182 personas heridas, 18 agentes.

Ayer, se pudieron leer las protestas desde, al menos, cuatro ángulos diferentes. Tomando como ejemplo la famosa canción con la que Rodolfo Chikicuatre representó a España en Eurovisión en el año 2008, el Chiki Chiki, intentamos explicar el 18-O de una manera desenfadada, un intento de rebajar la tensión.

Uno. El breikindance.

En torno a las 21 horas, una vez se había desconvocado la manifestación de la huelga general en la intersección de Gran Via con Passeig de Gràcia, unas manzanas más abajo, en Urquinaona, miles de jóvenes coreaban mirando hacia el mar "Catalunya antifascista". La policía había comenzado las primeras cargas y una barricada cortaba el paso a los agentes en el inicio de Via Laietana. Olor a marihuana. Cuadrillas de jóvenes bebían cerveza y comentaban la jugada, pocos de ellos levantaban más de 20 segundos seguidos la mirada de la pantalla de los móviles. Grupos de Telegram describen en directo los movimientos de las furgonas policiales y las barricadas que sus compañeros hacen por la ciudad.

"No correu! Camineu!", aconseja un grupillo de cinco chavales que, ante la aproximación de un furgón policial, se dirigen hacia el frente, mientras la tendencia de la mayoría es salir de ahí. Un rumor se acerca, diez encapuchados empujan y arrastran dos contenedores. Paseíllo en el centro de la carretera. Aplausos mientras el mobiliario urbano se desliza hacia la plaza de Urquinaona. Rito inciático. Grupos de amigos. Juego de roles, el líder de la pandilla, los amigos que le idolatran. Tribu urbana, jóvenes que se ven sexis en los reflejos de las escaparates. Pantallas de móviles, mapas de la ciudad, un escape room en el centro de Barcelona. Un juego que se extiende por distintas ciudades catalanas.

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Un hombre enseña su cuadro sobre el juicio del Tribunal Supremo. / María Artigas

Dos. El crusaíto.

Acaba la manifestación pacífica en torno a las 19 horas. El Passeig de Gràcia y las calles aledañas colapsadas. Los regueros de gente llegan hasta casi Lesseps, cruzan el Barri de Gràcia y se extienden, también, por la Diagonal. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, se muestra orgullosa de la capacidad de movilización pacífica del independentismo. Cinco concurridas marchas han caminado durante dos jornadas y media y han entrado, repletas de manifestantes, cruzando el área metropolitana para arribar al centro de Barcelona.

Un hombre muestra orgulloso una ilustración que refleja la sala del Tribunal Supremo y los magistrados son representados como animales. Un joven intenta cruzar una Diagonal hasta la bandera con una bicicleta de la cual cuelga una estelada. Poco más allá, una chica porta una estelada enorme, de las más grandes vistas jamás. Decenas de tractores han aparcado en la Gran Via, del campo a la ciudad. Su marcha lenta ha producido retenciones en carreteras durante el día. Junto a los tractores, un camión con remolque, de alguna peña de fiesta mayor de alguna localidad, lleva música y portan una parrilla donde cocinan butifarras. Jóvenes beben cerveza y bailan al son del Bella Ciao.

Los dirigentes de los sindicatos independentistas alternativos se vanaglorian del éxito de la convocatoria y sueñan con un horizonte en el que puedan desbancar del liderazgo sindical a CCOO y UGT en los comités de empresa y en la administración pública. Dos dirigentes de la ANC conversan. "Los disturbios de las noches están causados por infiltrados", desconocimiento de la realidad, desconexión de parte del independentismo ante una nueva situación.

"Ahora, si forzamos una conversación con el Estado, tendríamos el problema de saber quién se sentaría en nuestro lado de la mesa", dice otro, que parece estar esperanzado con que el Estado vaya a sentarse a una mesa de negociación. El Estado, hasta ahora, no hace ningún guiño al diálogo. Duras las organizaciones sociales en sus discursos con los dirigentes políticos independentistas. Duros los jóvenes que se manifiestan frente a policías con los dirigentes de las organizaciones sociales. Los que bailan el crusaíto no saben bailar breakindance.

Tres. El Maiquelyason.

Tras las líneas de antidisturbios, decenas de periodistas identificados con chaleco, brazalete y casco graban los enfrentamientos con los jóvenes, de tal manera que los planos consiguen plasmar la realidad desde el punto de vista de la policía. Otros periodistas, persiguen a los antidisturbios para inmortalizar los abusos que durante la noche se van desarrollando por Barcelona. Som Defensors, una agrupación de abogados y observadores, camina por las calles con chalecos verdes anotando las ilegalidades que comenten las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Dos presentadoras han bajado al asfalto y se disponen a contar la batalla nocturna, como si de una experiencia de periodismo de guerra se tratara. A lo lejos, detrás de la fila policial y de una barricada ardiendo, se escucha: "Prensa española, manipuladora". Pasa un helicóptero de los Mossos: "¿Dónde está la farola? ¿La farola dónde está".

En una taberna del Raval, desde la barra, los parroquianos observan la televisión y beben cañas. Antonio García Ferreras conduce un especial en La Sexta sobre los disturbios en Barcelona. Primeros planos morbosos. Desde el plató madrileño, achacan los disturbios a grupos de anarquistas italianos. El presentador de Expediente Marlasca analiza el comportamiento de disturbios. Quieren aislar a grupos de policías para arrasarlos, según el contertulio, que se precipitaba a la realidad. Ferreras, cada pocos minutos, repite que Joaquim Torra, president de la Generalitat, está acabado políticamente. En Plaça Catalunya unas estructuras, sobre ella cámaras graban lo que pasan. Distintos planos, distintos tiros de cámara. El centro de Barcelona es otro plató. Postureo, falta que algún friki se ponga a bailar el Maiquelyason, ante los contenedores encendidos, para salir en la televisión.

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incendios y lecheras en Plaça Catalunya. / María Artigas

Cuatro. El Robocop.

Las cargas policiales comenzaron ayer, en Barcelona, por parte de la Policía Nacional ante una sentada de jóvenes. Se prologaron hasta altas horas de la noche. También en Girona, Tarragona y otras localidades catalanas. Más allá de los disturbios y enfrentamientos contra jóvenes que provocaban a los agentes, las carreras se extendieron hasta otros barrios de la ciudad. Las persecuciones terminaban en agresiones a manifestantes que se mostraban en actitud pacífica.

Se dispararon pelotas de goma, prohibidas por el Parlament de Catalunya. Por lo visto, se debieron acabar las municiones pues se difundieron vídeos de agentes recogiendo las pelotas del suelo para volverlas a utilizar. Los golpes de porra ante caminantes que portaban esteladas fueron comunes durante toda la noche. Muchas críticas a mossos y policías nacionales por su actuación. Barcelona es un plató, todo queda grabado y todo se difunde en pocos segundos.

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