El rey dará una segunda oportunidad a Sánchez en septiembre

  • Felipe VI no quiere una repetición electoral
  • Repetir los comicios no le conviene a nadie

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A la hora de negociar, Pedro Sánchez juega con una carta escondida en la manga. Un auténtico Joker. Sabe que el rey Felipe VI no quiere una repetición electoral y que el monarca, ante la evidencia de que nadie puede ofrecer otra alternativa, está dispuesto a darle una segunda oportunidad de ser investido si fracasa en julio como consecuencia del bloqueo del conjunto de la oposición, tanto de derechas como de la izquierda.

Eso es lo que señalan fuentes rigurosas no solo gubernamentales y del PSOE, sino de la derecha, el centro-derecha e incluso de Podemos. Esa segunda oportunidad, añaden, eliminaría las jugadas de farol porque el tiempo correría a mil por hora hacia unos comicios generales para los que dicen en privado, temerosos, que están preparados aunque proclamen en público que no las desean por el bien de la estabilidad y el interés ciudadano, que es lo políticamente correcto.

Al margen de las encuestas, siempre interesadas, lo que todos tienen claro es que repetir las generales no le conviene a nadie. Ni siquiera al PSOE o al PP, los presuntamente más favorecidos en detrimento de Podemos y Ciudadanos (en crisis por sus confrontaciones internas) y de Vox, a cuyos dirigentes –con perdón de los sioux y demás tribus americanas- ya les resulta imposible esconder sus plumas de indios escondidos detrás de los árboles, dispuestos a asaltar la caravana democrática.

Si Sánchez no sale investido en segunda vuelta –con más “síes” que “noes”- los dos meses de plazo para celebrar generales establecidos en la Constitución empiezan a correr y sólo pueden ser detenidos por una investidura. Y ahí está el problema general. Porque, aunque ganase el PSOE y creciese el PP, una baja participación –fruto del desencanto general- hace imprevisible los resultados. Si a eso se le añade que en el Gobierno –no hace mucho lo decía en privado una ministra- saben que una caída de Podemos por debajo del 13% de los votos es desastroso para la izquierda en su conjunto –también para el PSOE- porque permitiría gobernar a PP, Ciudadanos y Vox, que como se ha demostrado en lo importante –basta remitirse a Andalucía- se ponen de acuerdo por encima de teatralidades, pues apaga y vámonos. Sobre todo si matizamos que a Podemos le saldría un competidor electoral de consecuencias indeterminables: la nueva fuerza madrileña de Iñigo Errejón, confederada con los disidentes del partido morado en toda España.

Es decir, que Sánchez se la juega. Pero tiene a su favor estar acostumbrado a hacerlo. Y que encima le salga bien. Pero los demás (el PP por su debate organizativo interno, hasta ahora hábilmente sorteado por Casado; Ciudadanos por su crisis de identidad ideológica, generada por la ambición personal de Rivera de ser presidente como líder de todo el centro-derecha; y de VOX y Podemos por lo ya expuesto) tienen motivos para ayudar a que las cosas, ¡virgencita!, se queden como están.

Incluso ERC apostaría por la abstención a cambio de un compromiso firme –una declaración solemne- del nuevo presidente en favor de políticas de izquierdas en lo social y lo climático que afecte también a Catalunya, dejando abierta la posibilidad de hablar de todo en el futuro, tras echar a andar la legislatura, incluida la posibilidad de alcanzar un referéndum pactado sobre la independencia semejante a los de Quebec y Escocia.

Y del PNV, mejor no decir nada. Que es lo que ellos están haciendo. A la chita, callando, pacto municipal en Euskadi con los socialistas. Acuerdo en Navarra. Infraestructuras para la "Y griega vasca". Y puede que hasta la cesión de Prisiones, lo que puede abrir la puerta de la pacificación definitiva de Euskal Herria consagrando aquel lema que ya empezó a finales de los sesenta con la reivindicación de la libertad de los presos de ETA en las movilizaciones contra el juicio de Burgos: “¡Para Navidad, todos es casa!”. Una lucecita que también alumbraría la necesaria solución al problema de los presos catalanes…

Estas circunstancias son las que explican la aparente pachorra de Sánchez. Y su firmeza negociadora. Las constantes alusiones a la abstención de Rivera e incluso del PP y la firmeza en no incluir a Podemos en el Ejecutivo es su forma de dejar tierno el pulpo golpeándolo contra las rocas después de pescarlo para, bien cocido, servirlo a la gallega. Con aceite, pimentón y sal gruesa. “O así -debe decirse a sí mismo camino de Japón y de Bruselas-, o no habrá quien se lo coma. Y a pescar otro”.

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