Puro músculo

La declaración de Luis Bárcenas durante la comisión de investigación sobre la supuesta financiación ilegal del PP propuesta por Podemos, PSOE y Ciudadanos ha ofrecido uno de los momentos más tristes y preocupantes de la democracia española. El extesorero del Partido Popular se burló de todos los ciudadanos, y lo hizo a lo grande, con la colaboración de sus ex compañeros en el Gobierno y desde un escenario inmejorable: el Congreso de los Diputados. Bárcenas eligió el órgano constitucional que representa al pueblo español para ofrecer un ejercicio de hipocresía y desvergüenza sin parangón. Solo le faltó ponerse de pie, sacar bíceps y gritar a los cuatro vientos, imitando a Wyoming en “El Intermedio”, “he sido fuerte, soy el puto amo”.

Bárcenas ha seguido el consejo de Rajoy y es puro músculo. Exhibió la tableta al completo: un cinismo, una soberbia y una chulería a la hora de callar, de responder y de mentir, que no son normales en alguien acosado por la justicia. Ese cinismo, esa soberbia y esa chulería solo pueden ser propias de quien tiene, o al menos cree tener, la sartén por el mango. El pacto con el PP parece un hecho. Solo el acuerdo entre el hombre que tenía 42 millones en Suiza y el partido que le despidió en diferido, pueden haber creado tan vitaminado monstruo. Y haber provocado el número circense del pasado lunes. Un espectáculo miserable que condena definitivamente a Bárcenas, cada día con declaraciones opuestas, y confirma al PP como una banda organizada para delinquir: ya coinciden con su ex tesorero hasta en las estrategias procesales.

Dicho esto, algo falla. El sistema tiene que tener recursos para impedir que los delincuentes, no contentos con robar al ciudadano, se burlen en su cara. Bárcenas lo está haciendo cada día que, trajeado y engominado, pasea en libertad mientras miente o guarda silencio sobre la caja B y los sobresueldos de los altos cargos del partido. Y el Gobierno lo hace cada vez que Rafael Hernando asegura que “el PP está al frente de la lucha contra la corrupción”.