OPINIÓN

Aprendiendo de ellas: por un fútbol como herramienta de transformación social

  • "Quienes en algún momento de nuestras vidas hemos estado vinculadas al deporte femenino, concretamente al fútbol, conocemos bien los obstáculos que hay"
  • "Las futbolistas de Primera División han peleando durante más de año y medio hasta conseguir firmar el primer convenio de fútbol femenino de nuestra historia"

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Dina Bousselham.
Responsable de Feminismos y LGTBI de Podemos Comunidad de Madrid

Con el 8M de fondo, las mujeres futbolistas de Primera División nos han recordado que las conquistas sociales siempre han sido posibles porque sectores de la población han empujado con fuerza para conseguir cambios. Sin rendirse. Y eso lo han demostrado, peleando durante más de año y medio y con una huelga de por medio, hasta conseguir firmar el primer convenio de fútbol femenino de nuestra historia. Se trata del primer paso para seguir trabajando por dignificar un deporte que tradicionalmente ha estado muy masculinizado.

Quienes en algún momento de nuestras vidas hemos estado vinculadas al deporte femenino, concretamente al fútbol, conocemos bien los obstáculos que hay que ir superando. Mientras los hombres disponen de muchas categorías, desde chupetín hasta senior, nosotras estuvimos invisibilizadas durante mucho tiempo. Cuando llegué a Madrid, en 2008, apenas existían equipos con categorías femeninas más allá de la juvenil y la senior, se competía en pocas ligas, y el número de equipos era muy reducido.

La discriminación no es sólo cuestión de categorías, va más allá: también afecta, por ejemplo, a los horarios de entrenamiento, que hacen aún más difícil conciliar, o incluso compaginar trabajo y deporte. Recuerdo a una compañera con la que compartí equipo, una muy buena profesional, que se vio obligada a dejar de ir a los entrenamientos porque trabajaba de camarera y no podía cambiar constantemente los turnos.

No es casual, por tanto, que un chico de quince años que quiera dedicarse al fútbol tenga mucho más fácil avanzar y crecer si lo comparamos con una chica de su misma edad. Esto no significa que las mujeres que queramos dedicarnos al fútbol debamos pelear por unos salarios desorbitados, fomentando la idea del fútbol-negocio al servicio de los poderes económicos, sino que quienes decidamos hacerlo podamos trabajar y vivir dignamente del deporte.

Por ello, es fundamental dignificar el deporte femenino, equiparando las condiciones laborales a las del deporte masculino, y también creando mecanismos que garanticen la igualdad. No es sólo que cobremos menos, sino que nos enfrentamos a dificultades para practicar y disfrutar de cualquier deporte en igualdad de condiciones.

El movimiento feminista, con su lucha global, pone en el centro los grandes consensos que nos unen, entendiendo que la clase, la raza y el género se entrelazan, y está empujando para conseguir mejores condiciones de vida para nosotras y para una sociedad más feminista para todos y todas.

El fútbol ha sido y es un campo de disputa social donde se visibilizan las luchas que hay en la sociedad. Cuando a Iñaki Williams, jugador del Athletic, le insultan por ser negro y mucha gente entiende que esos insultos no tienen cabida en la sociedad, se evidencia que el racismo opera en todos los espacios sociales, incluido el fútbol. Cuando a Roman Zozulya le llaman nazi (algo que es una evidencia) y la Liga sanciona al Rayo Vallecano, hay una cuestión política detrás. Y cuando Ada Hegerberg o Megan Rapinoe reciben el Balón de Oro Femenino y no tienen la misma visibilidad que cuando lo recibe Messi o CR7, está claro que detrás opera el patriarcado.

A pesar de todas las dificultades, las futbolistas han conseguido un convenio colectivo que sienta las bases para transformar la sociedad: un convenio que refleja la pelea por la igualdad y la justicia, que pone en el centro la necesidad de defender los cuidados, la conciliación familiar y laboral, que promueve prácticas para que las mujeres dejen de sufrir discriminación o acoso en el deporte, para facilitar decisiones personales como la maternidad –que no tienen que ser un impedimento profesional– y, sobre todo, para demostrar que el fútbol también se conjuga en femenino.

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