La ciencia, desde la Ilustración y la Revolución Industrial, ha estado en la base del avance económico, social y político de la civilización occidental. Sobre sus logros científicos, Occidente ha acabado con el hambre y las pandemias entre los suyos. Con su inversión en I+D y en educación ha formado a los mejores científicos. Con sus patentes, ha alimentado el progreso económico. Con el dominio de la ciencia, también ha dominado el mundo. Sin embargo, todo ha cambiado. Ya hay un grupo de países que pueden cuestionar el dominio de Occidente.
En España se les llama países emergentes a una serie de naciones aspirantes a grandes potencias económicas. Lo integran Brasil, Rusia, India y China, de ahí que muchos lo acorten con el acrónimo BRIC. Otros Estados, como México o Corea del Sur también suelen ser incluidos en el grupo. Bien, pues ya podemos ir olvidando eso de emergentes. Apoyados en un creciente y sostenido gasto en investigación, los BRIC han dejado de ser aspirantes para convertirse en iguales.
Hace sólo 40 años, el 70% de los estudios científicos tenían al menos un autor de las grandes potencias occidentales. Hoy, aunque se publican cuatro veces más estudios, sólo la mitad proceden de algún país del antiguo G-7, es decir, Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Japón o Canadá. El resto del mundo ha multiplicado su producción científica por seis. La mayor parte de esa explosión se ha producido en los BRIC.
Estos datos los ha publicado la compañía Thomson Reuters. Su estudio, que analiza el avance de los BRIC (en los que incluye a Corea del Sur), muestra la relación causal que existe entre inversión en I+D, mejora del capital humano, publicación de investigaciones y concreción de esos trabajos en innovación por medio de patentes. Ese camino y no otro explica la pujanza económica de estos países, mientras en Europa la crisis no escampa.
Mientras en España el gasto en investigación y desarrollo (tanto el privado como el público) desciende, en los BRIC no ha dejado de aumentar en la última década. A excepción de Rusia, los otro cuatro países han subido el porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) que dedican a la I+D. Para la Unión Europea, el nivel adecuado de inversión en investigación para una economía madura debe rondar el 2% del PIB. Corea del Sur hace tiempo que supera ese porcentaje y China ya ha adelantado a cunas de la ciencia como Francia y Reino Unido. Por comparar, según el Instituto Nacional de Estadística, España dedicó el 1,33% de su PIB a invertir en ciencia en 2011, últimos datos oficiales disponibles. Los recortes en los presupuestos de 2012 y 2013 harán que baje aún más.
Esa inversión en I+D se ha traducido en crecientes oleadas de investigadores. Y los resultados no han tardado en llegar. La publicación de las investigaciones es el fruto visible de aquella inversión y uno de los mejores indicadores del avance de un país. Salvo Rusia, probablemente debido a su agitada vida política en estas décadas, el resto de los BRIC han vivido una explosión de estudios publicados. Thomson Reuters ha analizado 11.500 revistas científicas, desde Nature y Science hasta la más especializada. China se sale de la gráfica. Ya contamos aquí como iba camino de convertirse en la principal potencia científica del mundo. Pero hasta India podría superar a las potencias europeas en apenas un lustro.
Además de cantidad, la calidad de sus investigaciones no deja de aumentar. Para medir la excelencia de un estudio, este informe tiene en cuenta el número de veces que es citado en posteriores trabajos por otros científicos. Aún les queda camino por recorrer pero el impacto en número de citaciones era sólo una cuarta parte de la media mundial a comienzos de los 90. Hoy ya han llegado al 50% y, en el caso de China, al 75%.
El informe de Thomson Reuters acaba con las patentes. A pesar de que han perdido buena parte de su función original, siguen siendo el mejor indicador de la innovación, de la conversión de la I+D en productos y utilidades que crean valor. Los cinco países analizados crecieron más que la mayoría de los occidentales y, mientras España retrocede a niveles de 2008, China se ha convertido en el primer país en número de patentes solicitadas.
Esas son las razones, mejor dicho, los datos que explican la pujanza económica y política de los ya mal llamados países emergentes. Con sistemas económicos, estructura social y regímenes políticos bien diferentes, todos han depositado su fe en la ciencia para tutear a los grandes de Occidente. No tardarán otros 40 años en superarlos.