Israel versus el sentido común

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Después de 60 años de conflicto, la tolerancia occidental hacia los excesos de Israel hace que sus dirigentes ya no tengan por qué disimular. En cada nueva guerra los métodos israelíes son más violentos e indiscriminados (lo mismo tienen como objetivo una escuela llena de refugiados que un cuartel de Naciones Unidas) pero, en lugar de avergonzarse o incluso negarlo, sus líderes se muestran orgullosos de la eficacia de su Ejército a la hora de matar civiles. Ya lo hizo Gadi Eisenkot, responsable del Ejército israelí para el norte del país, apenas mes y medio antes de la última ofensiva en Gaza, cuando presentó lo que se ha bautizado como la Doctrina Dahiye (nombre que recibe el sector sur de Beirut, reducido a escombros en los bombardeos del 2006).

 Ejerceremos un poder desproporcionado contra cada pueblo desde el cual se dispare un solo tiro a Israel, y causaremos un inmenso daño y destrucción. Desde nuestra perspectiva, [esos pueblos] son bases militares [...] No es una sugerencia. Es un plan que ya ha sido autorizado.  (05/10/2008, en declaraciones al Yediot Ahronot)

Y tanto. En Gaza murieron 1.400 palestinos y 13 israelíes, tres de ellos civiles. En la guerra contra el Líbano, que dio pie al nuevo "plan autorizado" del estamento militar,  1.200 libaneses habían perecido, en su inmensa mayoría civiles, contra los 43 civiles y 119 soldados israelíes fallecidos.

La postura de Eisenkot es sólo un ejemplo. El primer ministro israelí puede decir abiertamente que la paz no significará el final de los asentamientos sin que eso sea considerado una contradiccion in termini ni un desafío abierto a las resoluciones de la ONU. Tony Blair ha testificado que ayudó a invadir Irak porque incumplía las resoluciones de la ONU. Pero el hecho de que Israel las lleve incumpliendo desde la creación de su Estado, que no suscriba tratados internacionales, que desarrolle energía nuclear (y armas atómicas) a espaldas de la OIEA, que haya organizado un Estado apartheid y que cometa crímenes contra la población palestina de los territorios ocupados,  además de un largo etcétera de excesos, no implica que Tel Aviv represente peligro alguno. Eso ya lo hace Irán.

El último exceso israelí llega en respuesta al informe elaborado por el juez sudafricano Richard Goldstone, el experto al que se encomendó investigar los crímenes de guerra de Israel y Hamas en Gaza. Pese a ser judío, Goldstone ha sido calificado por el Gobierno de antisemita, ha sido descrito como un caballo de troya por el Ejército y tachado por los periodistas de traidor que vende a su pueblo por algo tan despreciable como hacer su trabajo.

El juez vio en Gaza lo que vio -no gracias a Israel, que no le permitió entrar, sino accediendo a la franja desde Egipto- y sacó sus conclusiones tras hablar con supervivientes y testigos. En su informe, recomendaba trasladar el caso al Tribunal Internacional de Justicia tras haber constatado indicios de crímenes de guerra, pero dicha posibilidad fue desestimada por Tel Aviv, que tacha el texto de "distorsionado, parcial y falso" e incompatible con la intachable actitud demostrada por el Ejército de Tel Aviv, según el ministro de Defensa, Ehud Barak, "el más responsable, moral y preciso, incluso en condiciones imposibles, del mundo".

El Consejo de Seguridad instó a palestinos e israelíes a establecer comisiones de investigación "veraces e independientes" para no tener que trasladar el caso a las instancias penales internacionales. Tel Aviv, pese a mostrar reticencias, respondió con un informe según el cual un comité imparcial de investigación -en concreto, la Abogacía General del Ejército israelí, osea, los presuntos criminales- ha dictaminado que no hubo crímenes. Sí han admitido que dos oficiales emplearon armas de fósforo blanco en Gaza de forma inadecuada y están pagando por ello. Es la primera vez que reconoce haber usado estas armas "incorrectamente" -solo se permite su uso como cobertura de humo y lejos de núcleos civiles, algo improbable en la franja, uno de los lugares más superpoblados del planeta- y ahora dicen haber encontrado a los únicos responsables de que se lanzara fósforo sobre una escuela de Naciones Unidas repleta de refugiados. Dos oficiales traviesos, ignorantes o simplemente demasiado celosos con la tarea de matar presuntos terroristas que, según la prensa internacional, han sido sometidos a medidas disciplinarias. Los culpables han sido localizados, han confesado y han sido detenidos. Caso resuelto.

Palestino de Gaza aguardan en el cruce de Erez, que da paso a Israel. Foto: MGP

 Esa es la versión que pasará probablemente a la Historia, la que puede leerse en la prensa internacional. Pero un vistazo a la prensa israelí -porque allí todo está escrito, aunque no lo quieran saber- indica lo contrario. El Ejército desmiente haber disciplinado a nadie, o lo que es lo mismo, contradice a su Gobierno. El daño ya está hecho. Lo han vuelto a hacer: engañar con un titular falso que es rápidamente expandido por los medios del mundo como si fuera dogma de fe. Porque el Ejército más moral de Oriente Próximo no puede mentir, como tampoco robar, ni asesinar, ni secuestrar, ni violar derechos humanos básicos. Si hubiese una rectificación oficial, pocos serían los que titularían con ella para dar al desmentido el mismo espacio que se le dio a la falsedad. A nadie le gusta equivocarse, ni admitir que se han tragado la enésima mentira de Israel.

 Recuerdo el caso de la ambulancia de Naciones Unidas que, según un vídeo captado por el Ejército israelí, transportaba cohetes Qasam. Resultó ser una camilla, pero pocos se hicieron eco del desmentido. También del bombardeo de la playa de Gaza que mató a seis miembros de una familia, cuando una investigación israelí dictaminó que una mina plantada en la playa por Hamas provocó la tragedia. Se demostró falso, pero la noticia fue recogida por los medios de todo el mundo. Les puedo hablar de la cantidad de veces que Israel anuncia que va a desmantelar checkpoints en Cisjordania generando decenas de noticias sobre el asunto. El desmentido de las ONG israelíes o del propio Ejército, cuando admite que no han retirado un solo puesto de control, nunca es noticia.

 Hay demasiadas mentiras oficiales que los medios repiten como papagayos porque nadie osa en cuestionar a Israel, ni a EEUU, ni a ninguno 'de los nuestros', aceptando así formar parte de un bando en guerra que no hemos elegido. En 2004, cuando los norteamericanos se batían en retirada de Faluya tras un cerco de un mes acompañado de una enorme actividad militar, logré entrar en la ciudad. En el hospital central, los médicos me contaron que los norteamericanos habían bombardeado con armas químicas. Me mostraron fotos de cadáveres retorcidos y abrasados que nunca utilicé. No supe cómo contrastarlo en mitad de la guerra, y no me atreví a publicar la información con los médicos iraquíes como única fuente.

 Meses después, la RAI realizó un reportaje donde contaba cómo se habían utilizado armas químicas. Sus resultados se pueden ver ahora en los cuerpos deformes de los bebés que fueron engendrados durante o tras la ofensiva. Fue una de las lecciones que aprendí en aquel viaje. El  Ejército norteamericano tiene la misma credibilidad que la guerrilla iraquí, ni más ni menos. Todos mienten. Si nos hacemos eco de las declaraciones de  Washington, tambien lo podemos hacer de las acusaciones de los civiles iraquíes con la misma confianza, sea mucha o poca. Israel, nos guste o no, tiene la misma credibilidad que Hamas, y Estados Unidos la misma que Irán. Basta de doble rasero. Las mentiras y la indiferencia también matan.

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