El final de la shisha

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Fumadores de shisha en Bagdad, antes de la invasión. (Mónica G. Prieto)

En Oriente Próximo se muere por muchas cosas, además de las más comunes causas de mortandad occidentales y de algunas enfermedades no erradicadas en esta zona del mundo. Coches bomba, bombardeos, minas antipersona, disparos al aire (desde para celebrar nacimientos hasta en señal de duelo por defunciones, pasando por cualquier gol marcado en el Mundial o discursos políticos) y, por supuesto, represión estatal, enfrentamientos a tiros y combates internos. Pero a partir de ahora, y gracias a la resuelta decisión de los regímenes locales, se minimizarán las muertes por cáncer de pulmón.

El final de la shisha, la aromática pipa de agua rellena de tabaco, seña de identidad árabe, está muy próximo. Sólo el Líbano se libra, por el momento, de las legislaciones antitabaco que se están aplicando en toda la región y que impiden consumir tabaco en cualquiera de sus formas en lugares públicos, cuando no también en coches particulares siempre que haya niños de menos de 12 años en su interior, como ocurre en Emiratos Árabes. En Siria, Turquía, Irak, Egipto, Jordania, Qatar, Bahrein e Israel se han aplicado, de forma total o parcial, legislaciones antitabaco e incluso en Gaza, las autoridades sanitarias del Gobierno de Hamas planean aplicar la ley en este sentido a finales de diciembre.

Pero en el Líbano, país donde cierta anarquía es aceptada casi como parte de la idiosincrasia local e incluso apreciada como una de las ventajas del país, las autoridades intentan consensuar una ley que hasta ahora no ha sido aprobada en el Parlamento y que, incluso antes de nacer, recaba críticas por “insuficiente”. El país del Cedro firmó la Convención de Control de Tabaco de la Organización Mundial de la Salud en 2005, pero no la aplica ni siquiera en artículos tan básicos como el número 11, que implica la inclusión de advertencias en los paquetes de cigarrillos. Y eso que se intentó: en 2005, un borrador de ley llegó al Parlamento, pero la inestabilidad política interna sumada a los bombardeos israelíes de 2006 hizo que el debate se aparcara sine die.

Parece que el nuevo ministro de Salud, Mohamed Jawad Khalifeh, sí se lo toma en serio. Nada más llegar al cargo, a principios de año, prohibió fumar en el interior del Ministerio de Salud, toda una novedad en el Líbano. El problema no es baladí: según las cifras que maneja este departamento, el país ostenta el record de fumadores de toda la región, con un 45% de la población masculina y un 34% de la femenina enganchada al tabaco. Unos 3.500 libaneses (de una población de 3,5 millones) mueren cada año como consecuencia de su adicción, y el 75% de los niños son fumadores pasivos.

La cuestión económica debería ser un motivo de peso –“gastamos 900 millones de dólares anuales en el tratamiento de enfermedades cardiacas y pulmonares causadas por la exposición al tabaco”, insiste el ministro Khalife- pero resulta difícil cambiar un hábito comúnmente aceptado en Oriente Próximo y especialmente en el Líbano, donde las calles del centro están perfumadas por el olor a narguile o shisha, una costumbre tan nacional como comer hummus.

Aquí, el 60% de los establecimientos registra una contaminación por tabaco muy superior a las recomendaciones de la OMS: “Incluso salir a cenar fuera puede ser una experiencia mortal”, afirma el doctor George Saade, responsable del Programa de Control de Tabaco del Ministerio de Salud.

Las autoridades libanesas coinciden en que la legislación que se apruebe al respecto tendrá que ser aplicada muy lentamente para no toparse con una oposición frontal de una población acostumbrada a respetar poco las leyes sin sufrir ninguna consecuencia. Al menos contarán con el ejemplo de los países de su entorno, en su mayoría regímenes autocráticos donde la población no tiene tanta libertad como la que disfruta la democracia libanesa a la hora de sortear la ley.

En Siria, principal vecino libanés, el presidente Bashar al Asad firmó un decreto en octubre que “prohíbe fumar y vender tabaco en todas sus formas en cafés, restaurantes, discotecas, escuelas, universidades, hospitales, transporte público, cines, teatros y museos, además de reuniones oficiales”, según informó la agencia SANA. El decreto, que fue aplicado el pasado abril e incluye una multa de entre 40 y 700 euros al que se salte la prohibición, incluye la popular shisha, pipa a la que están dedicados centenares –sino miles- de cafés en todo Oriente Próximo. El problema en Siria, como en toda la región, es acuciante: el 60% de los hombres y el 23% son consumidores habituales de tabaco.

El olor de la shisha también está dejando de impregnar las calles de Egipto por ley, donde cuatro de cada diez hombres son fumadores y dejan el 6% de sus ingresos en tabaco. Hace unas semanas las autoridades decidieron forzar la aplicación de la ley antitabaco en lugares públicos, pero aún no se atreven a acudir a cafés y restaurantes ante la oposición de los consumidores, que ignoran la legislación al respecto implantada en 2007. La primera ciudad víctima de la euforia antitabaco ha sido Alejandría, pero se espera ampliar la decisión.

En Jordania, el pasado 25 de mayo se reforzó la aplicación de su ley con las visitas inesperadas de inspectores en ministerios y otros lugares públicos para vigilar su cumplimiento. En los emiratos del Golfo, la ley ya se aplicada en todos los principados salvo en Abu Dhabi, donde se está decidiendo su alcance en lugares turísticos dado el daño que puede conllevar la medida en el sector. Allí, entre el 13 y el 25% de los escolares fuman. Incluso en Arabia Saudí, donde fumar está mal visto pero por cuestiones religiosas, se están comenzando a ver campañas antitabaco. El caso seguramente más chocante es Irak, donde el primer ministro Nuri al Maliki presentó una ley hace un año para prohibir fumar en espacios públicos. “Nos puede matar un grupo armado o un coche bomba en cualquier momento, no tenemos luz ni agua potable, apenas hay trabajo… ¿por qué creen que fumamos?”, se interrogaba un consumidor bagdadí interrogado al respecto por CuartoPoder hace unos meses.

Así que olviden la característica cortina de humo que caracterizaba a los aeropuertos árabes hasta hace unos meses. El fumar se va a acabar, para pesar de una población en general muy oprimida que dispone de escasos desahogos.

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