Avanzando con paso firme hacia el abismo

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El ex general libanés y ex jefe de la Seguridad Nacional Yamil Sayyed (izquierda) comparecen ante el tribunal especial apoyado por la ONU que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, en Leidschendam, Holanda, el pasado 14 de enero. / Jerry Lampen (Efe)
El ex jefe libanés de la Seguridad Nacional Jamil Sayed (izquierda) comparece, el pasado viernes en Leidschendam (Holanda), ante el tribunal especial que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri. / Jerry Lampen (Efe)

La presentación de un acta de acusación de un tribunal internacional formado por Naciones Unidas y bendecido por la comunidad internacional debería ser un emocionante ejercicio de justicia, una esperanza para todos aquellos que confían en que los criminales no escapen de sus responsabilidades, ya sean dictadores, señores de la guerra o terroristas. De ahí que resulte perturbador que pocos libaneses celebrasen la jornada de ayer, cuando el fiscal del Tribunal Especial para el Líbano (TSL), Daniel Bellemare, presentó en La Haya su informe sobre el magnicidio de Rafic Hariri que podría llevar a la emisión de órdenes de detención.

No hubo parabienes ni optimismo, sino desconfianza y cierto miedo. Son muchos los que recelan de una institución que, desde sus inicios, ha dado razones para resultar cuestionable -uso de dudosos testigos, detención sin pruebas de cuatro generales libaneses, la mera y explícita acusación contra Siria-, tantos como quienes la defienden pese a temer las repercusiones del acta, que será secreta -salvo filtraciones que se avecinan próximas- hasta que el juez de instrucción certifique su validez.

Su contenido se prevé explosivo. Hizbulá ya ha advertido que varios de sus militantes podrían verse salpicados por el acta de acusación. Su líder, Hassan Nasrallah, considera que el TSL es un instrumento político creado por Israel y EEUU para saldar cuentas regionales, excluye la implicación de ninguno de sus seguidores en un magnicidio del que acusa a Tel Aviv y advierte que “cortará la mano” de quien intente arrestar a cualquiera de sus miembros.

Aunque el contenido del acta de acusación tardará en conocerse entre 6 y 10 semanas, su mera entrega ha empujado un poco más al Líbano  hacia el abismo en el que siempre se balancea. El pasado miércoles, y ante la inminencia de su entrega al juez Daniel Fransen, el 8 de Marzo, la coalición liderada por Hizbulá que aglutina a los chiíes libaneses y también a dos partidos cristianos de amplia representación parlamentaria, se retiró de un Gobierno de unidad en coma desde hacía varios meses: en concreto, desde que dicha coalición exigiera a su contraparte, el 14 de Marzo, que investigase el dossier de los falsos testigos.

El presidente libanés, Michel Suleiman (izquierda) y el primer ministro saliente libanés, Saad Hariri, el pasado viernes, en Beirut. / Nabil Mounzer (Efe)

Se trata de uno de los grandes escándalos que rodean al TSL: algunos de los testigos que sustentaron las vías de investigación  iniciales han admitido haber mentido presionados y pagados por políticos del 14 de Marzo. Incluso se acusó al entorno del primer ministro Saad Hariri, hijo del asesinado líder suní, quien se defendió afirmado no haberse encontrado jamás con dichos testigos. Ayer, una cinta emitida por un canal local de televisión desmontaba a Hariri hijo: en ella conversa con Mohammed Zuhair Siddiq, durante un tiempo considerado testigo estrella para más tarde ser tachado de falso testigo y perseguido por las autoridades, y le instaba a acusar a Siria del asesinato de su padre. Durante años, Hariri mantuvo esa convicción en público, para retractarse una vez que el TSL -que también acusó abiertamente a Damasco en un principio para después anular dicha vía de investigación- cambió de parecer y una vez que Siria se reconcilió con Occidente y el propio Líbano.

No es de extrañar, por tanto, que Hariri no haya querido debatir el asunto en las reuniones ministeriales dando alas a una oposición parlamentaria cada vez más enconada y bravucona, que terminó retirándose del Gobierno de coalición y por tanto derribándolo el miércoles. Ha sido el colofón de meses de enfrentamiento interno y mediación de los dos grandes actores regionales, Siria y Arabia Saudí, que pusieron a un lado sus diferencias sectarias para prevenir la crisis que finalmente ha estallado. Se trataba de desactivar el peligro del acta de acusación a toda costa, según desveló Nasrallah retirando la financiación libanesa al Tribunal -cuyas arcas se alimentan al 49% de Beirut- y retirando a sus jueces, así como anulando el memorando de cooperación entre el Gobierno libanés y el TSL. Cuando todo parecía indicar que la mediación iba a dar frutos, la presión norteamericana abortó todo acuerdo: el Gobierno libanés se desintegró y el acta de acusación explotará en las manos de los líderes libaneses en las próximas semanas.

La crisis es de proporciones imprevisibles. El príncipe Saud al Faisal, ministro saudí de Exteriores, ha confirmado que su país ha abandonado toda mediación y advierte que a situación es tan "peligrosa" que puede cuestionar la mera existencia del país del Cedro. "Si la situación lleva a la completa separación [sectaria] y a la partición [regional], eso implica el final del Líbano como estado", aseguró Al Faisal.

Hizbulá dice no poder permitir que su nombre sea manchado por una acusación que considera falsa. El fiscal Bellemare acaba de afirmar mediante un discurso grabado y emitido en La Haya que no hay que adelantar acontecimientos, recordando que no puede “presumir que el juez de instrucción confirme el acta de acusación”, pero el problema ya ha sido creado: los dos polos, el 14 y el 8 de Marzo, más enrocados que nunca, un país de nuevo sin Gobierno y una crisis política abierta que en el Líbano suele traducirse con facilidad en choques armados.

Ayer, algunos diputados como Alain Aoun (8 de Marzo) expresaban su temor a que vuelvan los atentados al país del Cedro para detonar de nuevo el conflicto sectario. Los seguidores del 14 de Marzo temen una nueva intervención militar por parte de Hizbulá, como ya hiciera en mayo de 2008. Y no se puede descartar, dado que Nasrallah ya afirmó que una vez que “la acusación sea difundida no sabemos que pasará con el país,estaremos abiertos a todos los peligros”. Por el momento, el martes decenas de militantes chiíes ataviados con uniformes negros, característicos de Hizbulá, tomaron ayer posiciones en puntos estratégicos de la capital, en una aparente demostración de fuerza que llevó a cerrar algunos colegios. Una advertencia, para muchos, de lo que puede acontecer en las próximas semanas.  Por el momento la oposición, según medios locales, está haciendo acopio de neumáticos, un buen indicativo de que pretenden cortar carreteras y paralizar así el país. La fecha podría ser el 10 de febrero, cuando hay convocada una huelga general, si la mediación de Qatar y Turquía no logran arrancar un acuerdo a las partes.

Hemos entrado en un túnel del cual conocemos el principio pero no su final”, decía el líder chií de Amal, el presidente del Parlamento Nabih Berri. Los analistas coinciden en que es improbable que se forme un nuevo Gobierno en un plazo inferior a seis meses sobre todo dada la fuerte implicación de agentes externos como EEUU, cuya embajadora en el Líbano acudió hace dos días a la casa de un gris diputado indeciso, Nicolas Fattoush, en lo que se ha considerado una obvia estategia de presión para lograr quórum suficiente que devuelva la jefatura del Gobierno a Saad Hariri sin el apoyo del 8 de Marzo. Eso llevaría a la confrontación. Tan obvia ha sido la maniobra de la embajadora que incluso Berri lo ha tachado de “escándalo”. “Dicen que no hay interferencias norteamericanas en los asuntos del Líbano ni de la región. Al contrario, interfieren en todo, desde el sur de Sudán hasta la carretera de Zahle”, afirmó el lunes.

El optimismo es, por tanto, escaso. Para el director de centro de estudios estratégicos Carnegie de Beirut, Paul Salem, sólo caben dos escenarios: que el acta acuse a miembros aislados de Hizbulá o bien, como se ha especulado, que señale al máximo líder iraní como responsable del magnicidio y al Partido de Dios y Siria como mano ejecutora, lo cual desestabilizaría a toda la región. "En esta crisis donde coinciden justicia, seguridad y estabilidad y donde se cruza un complejo nudo de intereses sectarios, políticos, regionales e internacionales, hay muchas posibilidades de que la situación empeore en lugar de mejorar. La solución se adivina lejana".

ad Harir
5 Comments
  1. Eulalio says

    Pero, ¿quién crees tú que fue el responsalbe del asesinato de Rafic Hariri? A los lectores nos interesa saberlo.

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