El Magreb inicia un plan de cooperación regional en materia de energías renovables

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Vista del Parque Eólico de Tánger (Marruecos), considerado como el más grande de África. / Zacarías García (Efe)

Probablemente sea un sueño como también lo fue en 1950 el Plan Schuman para crear una comunidad europea para la producción y comercialización de carbón, hierro y acero. Pero, de aquel sueño surgió un año después la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), que, a su vez, hizo posible la firma del Tratado de Roma y, por lo tanto, la actual Unión Europea. No cabe duda de que factores coyunturales, como el fin la II Guerra Mundial y la Guerra Fría, influyeron en el arranque del europeísmo, de la misma forma que la actual crisis del Magreb podría dar paso a un nuevo escenario de cooperación en el Norte de África.

El asunto es que, a semejanza de aquel acuerdo para gestionar la producción del carbón y del acero, a mediados del mes pasado se anunció un pionero plan para la producción y gestión de las energías renovables a lo largo y ancho de todo el Magreb, desde Marruecos y Mauritania hasta Egipto y Sudán, pasando por Argelia, Túnez y Libia; países todos ellos que, de una u otra forma, están experimentando cambios políticos sin precedentes en su reciente historia.

El organismo que pondrá en marcha este ambicioso proyecto será la Oficina Regional para África de la Comisión Económica de las Naciones Unidas, con la colaboración del Programa de la ONU para el Desarrollo, el Banco Mundial y el Banco Africano para el Desarrollo, quedando abierta la posibilidad a la participación de países europeos que comparten la misma cuenca mediterránea.

Mapa de Libia con las zonas de presencia bereber (izquierda), la zona rebelde en verde, los oleoductos en negro y, en azul, los acueductos del desierto. / Manuel Martorell

Entre los principales objetivos se encuentran la puesta en común de los avances tecnológicos, el personal especializado y la gestión de unas energías renovables que, debido a las obvias características geográficas de esta región, podrían permitir en un futuro abastecer a los vecinos europeos de energía solar y eólica como actualmente lo hacen de gas y petróleo.

Este plan pone sobre la mesa la necesidad de aprovechar la actual coyuntura histórica para ayudar a los pueblos que se están rebelando contra la tiranía no solo desde el punto de vista económico y militar, sino también para preparar una transición a la normalidad. En el caso de Libia, este hecho parece cada vez más próximo si se tienen en cuenta los últimos avances de los rebeldes tanto en el frente occidental, que se extiende por las bolsas demográficas bereberes y tuareg, como en el de la ciudad de Misrata y en el de Brega.

Tal vez sea en el sector turístico donde España podría realizar su aportación más específica a una hipotética Libia democrática, sobre todo debido al estado embrionario en que se encuentra esta industria y a la gran potencialidad que tiene el país en este terreno.

De acuerdo con el Plan Turístico aprobado a comienzos de siglo, se pensaba llegar al millón de visitantes al final de la década, construyendo nuevos hoteles tanto en las principales ciudades como a lo largo de los 2.000 kilómetros de costa prácticamente virgen y en los enclaves del desierto más significativos, entre ellos las ciudades situadas en las rutas de las caravanas (Ghat y Ghadames). Incluso se tenía previsto acondicionar para el turismo algunos de los paradisiacos oasis existentes en el desierto libio, uno de los más duros de la región sahariana. A estas joyas habría que sumar la región de los montes Nefusa, uno de los frentes más activos en estos momentos, donde localidades como Nalut o Kawab recuerdan las ciudades excavadas en la roca de la Capadocia turca.

Uno de los oasis libios en pleno desierto. / Ministerio de Turismo de Libia

Libia también esconde tesoros arqueológicos totalmente desconocidos por los europeos, destacando las ciudades romanas de Leptis Magna (cerca de Misrata) y Sabratha (junto a Trípoli), ambas de una monumentalidad y estado de conservación comparables con las ruinas romanas más visitadas en todo el Mediterráneo.

Finalmente, el citado plan no se ha podido poner en práctica en toda su amplitud debido a la ineficacia administrativa y al encorsetamiento e incapacidad del régimen, quedando definitivamente abortado al estallar la actual crisis,

Las especiales condiciones de Libia –escasa población, riqueza petrolífera y explotación del agua fósil conservada bajo el desierto- abren grandes posibilidades a la cooperación entre España y una nueva Libia que necesitará, tanto o más ayuda que ahora, en el difícil periodo posbélico una vez que Muamar al Gadafi haya abandonado el poder.

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