Evacuando 'aguas impuras' y otras misiones imposibles para evitar una guerra en Líbano

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Niños libaneses juegan en el 'Jardín de Irán' de Kfar Kila. Detrás, la valla técnica que da acceso a Israel. / Mónica G. Prieto

KFAR KILA (FRONTERA SUR DEL LIBANO).– La presencia militar en los 3000 metros de carretera que recorren Kfar Kila hasta Adeisseh, en el sureste del Líbano, es apabullante. Puestos de control y bases de las LAF -Fuerzas Armadas Libanesas- salpican la pista, donde los blindados españoles de la Fuerza Interina de Naciones Unidas para el Líbano (FINUL) son omnipresentes. No resulta extraño, teniendo en cuenta que en muchos puntos del trazado, el margen de la carretera no es un bordillo sino una valla, una sólida construcción dotada de sistemas de vigilancia tras la cual se ve perfectamente un cuidado y ancha zona de seguridad por donde circulan, a pie o en sus blindados, los soldados israelíes.

Se trata de la valla técnica levantada por Israel para evitar contactos con sus enemigos del norte, pero en este punto del mapa libanés la valla en cuestión no coincide con la Línea Azul, la demarcación provisional trazada por la ONU tras la retirada israelí del Líbano en 2000 a falta de un acuerdo sobre la frontera. El asunto es aún más grave: en Kfar Kila, la Línea Azul, lo más parecido que existe a la frontera, pasa justo por enmedio de la carretera libanesa por la que hoy se aventuran conductores a velocidades temerarias, siguiendo el más puro estilo local de conducción suicida que implica la inexistencia de reglas.

Kfar Kila y Adeisseh recaen bajo control de la Brigada Española de la FINUL, lo que podría considerarse un regalo envenenado dado la tensión que acumula la zona. Especialmente desde que el Comité iraní para la Reconstrucción del Líbano decidió, en cooperación con la municipalidad de Kfar Kila, levantar un jardín en uno de los escasos tramos que sí dispone de margen para una acera. Una acera que está situada técnicamente del lado israelí de la Línea Azul, y por tanto un parque infantil que viola sin miramientos la demarcación de la ONU.

El capitán Amado Andreu muestra las piscinas creadas en Kfar Kila para recoger 'aguas impuras'. / M. G. Prieto

"Este jardín lo han convertido en un símbolo de su lucha", explicaba el capitán Amado Andreu, responsable de las dos posiciones fijas y las diversas posiciones móviles españolas que vigilan los tres difíciles kilómetros. "Vienen autobuses de todo el Líbano para hacerse fotos delante de la valla", decía. Y eso implica problemas potenciales, porque los soldados israelíes patrullan a apenas un metro de los turistas. "Algunas veces les increpan, por eso mantenemos tanta presencia", continuaba el capitán, quien especificaba que los días de mayor afluencia, el estrecho jardín puede llegar a congregar a 350 personas.

La mañana de agosto en la que se hizo este reportaje, el jardín estaba apenas vacío. Situado a pocos metros de la Puerta de Fátima -escenario frecuente de altercados entre civiles libaneses y soldados del Tsahal-, sólo un par de familias con sus críos jugaban en los columpios del mismo. Era Ramadán, y en el mes sagrado musulmán la vida árabe discurre de noche, una vez que se rompe el ayuno y terminan las carencias, de ahí que la escasa concurrencia fuera generalizada también en los pueblos circundantes. Por la tarde, advertían, la situación cambia. Para evitar problemas no sólo están los españoles de la FINUL: también las LAF, que disponen de una base próxima y calman los ánimos de la población cuando ésta se enfrenta verbalmente con las tropas del IDF.

Tel Aviv intentó evitar que el jardín -apodado por los locales el jardín de Irán- fuera construido, de hecho propuso que se levantase a unos metros de distancia de la valla técnica, pero los responsables de Kfar Kila se opusieron: sólo admitieron talar unos árboles a petición israelí porque bloqueaban la visión de los soldados. "Es toda una concesión al Líbano", valoraba un responsable de la FINUL española.

Un oficial español sostiene el casco azul que identifica la misión de FINUL. / M. G. Prieto

El capitán Andreu recibió a CuartoPoder en una discreta curva de la carretera, la llamada Posición de los Olivos, donde dos blindados españoles esperan acontecimientos. La vista del valle de Metula, un asentamiento israelí situado justo entre ambos países, es de tan cercana sobrecogedora. Así lo consideran también los libaneses, que suelen apostarse en los miradores que salpican la carretera para disfrutar del panorama. La carretera que rodea la ciudad israelí coincide con la Línea Azul, si bien otro acuerdo tácito permite que la valla técnica quede pegada a la colonia.

Esos acuerdos en apariencia tan sencillos que permiten la relativa estabilidad entre Israel y el Líbano cinco años después de su última guerra pueden llevar meses de negociaciones tripartitas, con presencia de israelíes, libaneses y de oficiales de la ONU. De hecho, suelen llevar meses. Y no garantizan que sean permanentes, ni tampoco que se cumplan. Ya ocurrió hace un año, cuando soldados de la IDF procedieron a podar un árbol que cruzaba la valla técnica. Todo estaba negociado, pero hubo un cambio de horas de última hora. La poda se adelantó, los libaneses se molestaron, sus francotiradores abrieron fuego y otra guerra entre Israel y el Líbano estuvo a punto de desencadenarse. Terminó siendo un enfrentamiento en toda regla con presencia de artillería pesada israelí y lanzacohetes libaneses: murieron un oficial hebreo, dos soldados libaneses y un periodista local.

Hoy, el lugar donde sucedió aquel inicidente, cerca de Adeisseh, cuenta con un puesto militar permanente. La clave, explicaban en el Batallón español, es tener una presencia masiva para minimizar el tiempo de reacción en caso de altercados. La misión de la FINUL es compleja: consiste en supervisar el cese de hostilidades, apoyar a las LAF en su despliegue en el sur -hasta 2006 la zona estaba bajo control del grupo chií Hizbulá, verdadero contendiente de Israel-, garantizar que la zona no se emplea para actividades hostiles, garantizar el acceso de la población a ayuda humanitaria si es requerido y asegurar la libertad de movimiento de ONG y la ONU. En la práctica, todo eso se traduce en una presencia visible y permanente -suele decirse que si los 12.000 soldados internacionales se diesen la mano cubrirían todo el perímetro de la Línea Azul- que permite a la FINUL "anticiparse a situaciones de riesgo. Por no intervenir ante un pequeño incidente se puede desencadenar un gran incidente", detallaba desde la Base Cervantes de Marjayoun el comandante Luis Sanz Muñoz, responsable de Operaciones de la Brigada Multinacional del Sector Este, dirigida por España.

Una familia pasa la mañana en el 'jardín de Irán' de Kfar Kila. / M. G. Prieto

La experiencia les ha enseñado que cuanto antes actúen, más posibilidades tienen de desactivar las potenciales crisis. Y motivos no faltan para pensar así. El mejor ejemplo no es el caso del jardín en sí, al fin y al cabo el segundo de esas características. El primero está en Marún al Ras, localidad fronteriza donde la destrucción de la guerra de 2006 fue masiva. La chequera de Teherán no sólo reconstruyó la villa, también le dejó en herencia un parque con muchas posibilidades de ser bombardeado en la próxima guerra. De 25.000 metros cuadrados, el parque tiene 33 zonas de picnic para familias, cada una de ellas con mesas, sillas, barbacoa, cocina de gas y fregadero: todas ellas con vistas a Israel, que se encuentra a apenas 300 metros de las apacibles estampas familiares. El número 33 está rodeado de simbolismo, ya que fueron 33 los días que duró aquel conflicto bélico. Fuentes de Hizbulá calificaban el parque en un arranque de sinceridad de "provocación al Estado hebreo".

Pero si algo realmente paradigmático del ingenio que requiere la misión española, es la gestión del agua de lluvia impura que se filtra desde Israel al Líbano, motivo de disputa y objeto de una ingeniosa solución. Lo contaba el capitán Andreu mientras recorríamos a pie el final de la carretera a su paso por Kfar Kila, escenario del problema: del lado israelí, árboles frutales sobre una colina que deriva en territorio libanés. "El problema es la caída natural del agua de lluvia", detallaba el español. "En realidad había dos problemas: la caída natural hacía que se anegase la carretera, dando lugar a incidentes de tráfico, y además el agua era considerada por los locales como impura por provenir de Israel".

Al principio, era la arboleda israelí la que se anegaba, pero para impedirlo se perforó la valla técnica de manera que las aguas siguieran su curso para escándalo de los libaneses. "Entonces pasaron a considerarla agua impura", explicaba Sanz Muñoz, inspirador de soluciones creativas para problemas imposibles. En el 2009, la FINUL decidió construir dos piscinas donde recoger el agua que se filtraba desde la caída natural del terreno, una de dos metros y medio y otra de cuatro de profundidad, pero no fue suficiente. "El problema seguía cada vez que el agua rebosaba". ¿Solución? La  más ardua para los españoles de la FINUL.  "Cuando comienza la temporada de lluvias movilizamos dos vehículos cisterna de la Brigada que extraen el agua y la arrojan a un cauce natural que las devuelve a Israel", detallaba Andreu. ¿Con cuánta frecuencia? "De forma casi permanente". De no hacerlo, unas miserables gotas pueden generar un conflicto en toda regla.

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