Debates, percepción y votos

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Los candidatos a la vicepresidencia de EUU, el demócrata Joe Biden (izda.) y el republicano Paul Ryan, el pasado jueves, día 11, durante el debate que mantuvieron en televisión. / Rick Wilking (Efe)

NUEVA YORK.– Quizá sea el debate más importante de esta temporada. El presidente Barack Obama y el candidato republicano Mitt Romney se enfrentarán este martes a las preguntas de un grupo de votantes indecisos en la Universidad de Hofstra, Estado de Nueva York.

Romney intentará repetir la facilidad de gesto y palabra que le coronaron como vencedor del primer encuentro, en Denver, hace dos semanas; Obama, por su parte, pedirá líneas de ataque prestadas de su vicepresidente dóberman, Joe Biden, que hace unos días bombardeó al congresista Paul Ryan con datos, argumentos y risotadas.

Si Obama fue pasivo, lento y hasta aburrido, su número dos no dejó ataque sin respuesta, resumiendo la retórica republicana con la que quizá sea la frase más memorable del cara a cara vicepresidencial: "¡Esto es un montón de mierda sin sentido!" ("This is a bunch of bullshit stuff!").

Ese privilegiado puñado de indecisos pretende ser espejo de los pocos votantes estadounidenses que aún se resisten a pronunciarse por uno u otro candidato, después de esta larga, larguísima, camapaña electoral. A estas alturas los bandos están bastante marcados y la llave de la elección descansa en la mano de unos pocos, en un determinado grupo de estados de pesada influencia en el conteo de colegio electoral (no gana el que tenga más votos a nivel nacional, sino el que venza mediante un complicado cálculo donde ciertos estados de mayor población inclinan la balanza hacia uno u otro lado dependiendo de quien consiga una mayoría de los votos en cada uno de ellos).

Una variable más: casi un millón de personas no podrá cambiar de opinión, ya que han emitido su voto. Según datos oficiales, unas ochocientas mil hasta el momento. (Para facilitar el proceso, muchos estados del país ofrecen la posibilidad de votar de manera temprana).

Cuál es la influencia real de estos debates está aún por demostrar. En la política-espectáculo prima a veces la forma en lugar del fondo, el estilo por encima del contenido. Y el cacareo posterior de boca de empleados de campaña, columnistas y opinadores televisivos puede retorcer palabras y gestos hasta convertirlos en caricatura lejana a la realidad.

Mientras tanto, un bombardeo de encuestas más o menos fiables se multiplican a diario en diferentes medios de comunicación intentando entender el efecto de estos debates y de los últimos datos económicos.

El panorama económico parece sonreír levemente a Obama: el índice de desempleo ya se sitúa por debajo del preocupante ocho por ciento; la deuda nacional, baja, si bien aún está por encima del billón de dólares. De ahí que la campaña republicana haya girado hacia la política internacional y se centre obsesivamente en la muerte del embajador estadounidense en Bengasi: todo apunta a que fue un atentado terrorista, y no el desenlace de violentas protestas por un video caricaturesco de Mahoma, como el gobierno anunció en un principio.

Sin embargo, Libia está lejos de la mente de los votantes estadounidenses. Y la campaña republicana es aún incapaz de articular una alternativa creíble en el plano económico. Cada vez que a Romney y Ryan se les pregunta por medidas específicas, ambos candidatos echan mano de argumentos abstractos.

De ahí que una leve percepción de mejoría pueda terminar disuadiendo a una mayoría de votantes para concederle a Obama cuatro años más.

Un pequeño ejemplo: hace un par de semanas que un grupo de albañiles volvió a entrar en el edificio de semi-lujo a medio construir a unas manzanas de mi casa, en Harlem. Símbolo del frenesí inmobiliario que invadió también este barrio de la isla de Manhattan durante la última década, su fachada a medio terminar ha sido un recuerdo constante del cambio y la esperanza prometidos que se resistían a llegar.

Lentamente y con fragilidad, en un gran número de rincones del país, la economía estadounidense parece recobrar una pizca de un optimismo que será más determinante que los debates y las encuestas este seis de noviembre.

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