EEUU rescata el proyecto de instalar una base aérea estable en el Kurdistán iraquí

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El monte Korek, próximo a Irán y con más de 2.000 metros, fotografíado desde otra altura cercana. / Manuel Martorell

El tardío reconocimiento por parte de Estados Unidos y la Unión Europea de que el Califato de Mosul es una grave amenaza para todo Oriente Medio ha convertido al presidente Obama en 'compañero' de viaje no solo del régimen sirio sino también de la República Islámica de Irán y hasta de organizaciones que, como el PKK, todavía figuran en su lista de grupos terroristas.

Todos ellos han quedado situados en el mismo bando frente a un enemigo común en esta guerra regional que afecta a los principales Estados de esta parte del mundo –Siria, Líbano, Irak, Turquía y, parcialmente, a Jordania-. El último paso en esta regionalización de la guerra ha sido la declaración del Pentágono aceptando que es un incongruencia bombardear a los yihadistas solo en territorio iraquí cuando campan a sus anchas a ambos lados de la frontera.

Por otro lado, el sorprendente colapso del Ejército iraquí –en pocos días se desintegraron seis de sus divisiones- ha revalorizado el factor kurdo debido a su capacidad para oponerse a esa amenaza internacional. Así lo llevan demostrando hace más de un año en el norte de Siria y ahora defendiendo el Kurdistán iraquí.

Se podría decir, en este sentido, que, desde que las tropas norteamericanas se retiraron de Irak a finales del 2011, Obama se ha equivocado en su política de alianzas. En vez de seguir apoyando gobiernos de concentración con participación de chiíes, kurdos y suníes, optó por respaldar al régimen autoritario y sectario de Al Maliki, cada vez más enfrentado a las otras dos grandes comunidades.

El resultado, desde el punto de vista militar, es que Washington aprobó la venta de armas al Ejército de Maliki, poniendo a su disposición armamento moderno, helicópteros artillados y la promesa de entregarle una treintena de aviones de combate F-16 con el objeto de reconstruir su fuerza aérea.

Los responsables kurdos advirtieron entonces del peligro que suponía tal estrategia y durante estos años han defendido contar también con su propia protección aérea, aceptando la instalación en su territorio de una base norteamericana. Esta base garantizaría su seguridad frente a hipotéticos ataques tanto de sus vecinos turcos e iraníes como del propio Gobierno de Bagdad.

Así lo propuso ya en el año 2006 Mustafa Said Qadir, uno de los máximos mandos peshmergas. Lo repitió el propio presidente regional, Masud Barzani, en unas declaraciones al diario francés Le Monde a comienzos de 2007 y lo solicitó abiertamente Qubad Talabani, representante oficial del Gobierno Regional en EEUU el mes de agosto de 2010.

Durante esos años se habló de posibles emplazamientos: la pista en la llanura de Harir, construida durante la invasión de 2003; la base de Bamarni, próxima a Dahok, ocupada por el Ejército turco; la propia Arbil o la ciudad de Halabja, donde se llegó a informar de que se habían reservado 700 hectáreas con este objetivo. Algunos mandos norteamericanos, entre ellos el general Tony Cucolo, jefe de las tropas de ocupación en el norte de Irak, dieron explícitamente su apoyo al proyecto.

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El observatorio y la antena de comunicaciones de Korek, fotografiados desde un complejo turístico cercano. / M.M.

Estas informaciones siempre iban parejas a especulaciones sobre la presencia de asesores militares y el uso de instalaciones para vigilancia electrónica, como se rumoreó y se sigue rumoreando en relación con el antiguo observatorio astronómico de la época de Sadam Husein sobre la cumbre del monte Korek, de 2.100 metros de altura y a menos de 50 kilómetros de la frontera iraní. Bombardeado en distintos conflictos, abandonado durante años, esta privilegiada atalaya en el corazón de Oriente Medio últimamente parece rehabilitado dentro de una amplia zona de 'acceso restringido' en la que también se puede apreciar, como se ve en las fotografías, una gran antena parabólica de comunicaciones.

Pero, finalmente, EEUU optó por mantener un 'régimen fuerte', el del chií Al Maliki, respaldado también por Irán, abandonando a sus antiguos aliados suníes y kurdos y dejando el control del país bajo una política sectaria que no ha hecho más que profundizar el abismo entre las tres grandes pueblos que conforman la federación iraquí. El resultado es que, mientras que Bagdad se rearmaba con material sofisticado, suníes no yihadistas y kurdos eran abandonados a su suerte frente a la amenaza de un Ejército equipado por Washington. Lo inesperado de la actual situación es que ese Ejército se ha desintegrado ante unos yihadistas que ahora están armados hasta los dientes con unas armas que los kurdos no tienen. El único material aéreo que han podido adquirir las fuerzas kurdas han sido unos pequeños helicópteros destinados a la policía de tráfico.

Aunque parezca algo cómico, hasta se podría aventurar que, si los prometidos F-16 hubieran llegado a Irak en el plazo previsto, hubieran sido desplegados también en la base aérea de Al Gizlani, en Mosul, y, por la razón que fuera, a los pilotos no les hubiera dado tiempo a 'salir volando' cuando el ISIS ocupó la base en junio, hoy probablemente nos encontraríamos ante el hecho de que el Califato yihadista tendría su propia fuerza aérea, equipada con esos modernos cazabombardeos, igual que han caído en sus manos plataformas lanzamilisles o helicópteros.

Esta situación parece que ha vuelto a poner sobre la mesa el proyecto de instalar una base aérea permanente en el Kurdistán, de acuerdo con las palabras pronunciadas por Halgurd Hikmat, ministro de las Fuerzas Peshmerga (Ejército), al recibir en Arbil a los 130 asesores norteamericanos llegados para ayudar en el rescate de los refugiados yezidis y para coordinar la actuación con las fuerzas terrestres del Gobierno kurdo.

Tal y como recogieron varias agencias (Iraqi News, Bas News), esos militares estadounidenses se encargarían de asesorar y ayudar a los mandos peshmergas en la lucha contra los yihadistas, pero también llegaban para construir en Arbil una base militar con la colaboración del Gobierno Regional y el Gobierno de Bagdad. Halgurt especificó, sin embargo, que los asesores en ningún momento participarían en los combates y que la futura base aérea quedaría, oficialmente, bajo jurisdicción iraquí.

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