Joseba Asiron: «Me gustaría que Pamplona fuera la capital de Euskal Herria»

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Joseba Asiron, en una Plaza Consistorial abarrotada de pamploneses tras tomar el bastón de alcalde. / Muñiz/Ripalda
Joseba Asiron, en una Plaza Consistorial abarrotada de pamploneses, tras asumir la Alcaldía de Pamplona. / Muñiz/Ripalda

PAMPLONA.– Joseba Asiron es, desde el 13 de junio, el nuevo alcalde de Pamplona, la ciudad más importante gobernada por Bildu, gracias al apoyo de Geroa Bai (Uxue Barkos), Izquierda Ezkerra (Izquierda Unida) y Aranzadi (Podemos); en total 14 de los 27 concejales. Historiador y políticamente independiente, está muy vinculado a los movimientos Nabarralde y Nafarroa Bizirik, dedicados al desarrollo de la historia de Navarra. Ha publicado varios libros sobre este antiguo reino, como “1512. Navarra, el sueño roto” e “Historia ilustrada de Euskal Herria”. En 1998 suscribió un duro comunicado condenando el asesinato por ETA del concejal de UPN Tomás Caballero y asegura que no habría aceptado encabezar la lista de Bildu si ETA hubiera seguido actuando. En su investidura hizo votos por un gobierno integrador, con clara proyección social, abierto a la participación y con la aspiración de que Pamplona sea un día capital de Euskal Herria.

Usted se declara independiente pero la realidad es que es el alcalde de la ciudad más importante gobernada por Bildu. Cuando aceptó encabezar la lista de Bildu al Ayuntamiento de Pamplona, ¿a qué compromisos llegó con la coalición abertzale?

— No hubo ninguna exigencia de compromisos concretos, simplemente me plantearon si estaba dispuesto. Fue una propuesta consensuada por los tres partidos que conforman Bildu por lo que les estoy muy agradecido. Yo soy nuevo en la política, ni he militado ni milito en ningún partido pero sí es verdad que me he movido en movimientos sociales y culturales, y ellos conocían bien mi trayectoria en el mundo de Nabarralde, de Nafarroa Bizirik; también tengo una sección semanal en un periódico sobre temas de Pamplona, pero no hubo una petición de compromisos concretos, ningún planteamiento de mínimos.

— Salvo poner en práctica el programa, supongo…

— Sí, un programa que entonces estaba todavía por configurar y en cuya elaboración tomé parte.

— Y en ese programa ¿cuáles serían los elementos más importantes?

— Por encima de todo, llevar a delante un cambio en la ciudad, en la manera de hacer política durante las últimas décadas por parte de la derecha, un cambio integrador, transversal y encaminado a crear un gobierno municipal de izquierdas, con una política de izquierdas. Eso es lo que destila el programa de gobierno de Euskal Herria Bildu.

"Nuestra primera medida será un pacto contra la pobreza, por la vivienda digna y el empleo"
"Nuestra primera medida será un pacto contra la pobreza, por la vivienda digna y el empleo" / Javier Ripalda

— Y ya como alcalde de Pamplona, ¿qué tipo de ciudad le gustaría dirigir o conseguir?

— Mirando la historia reciente de Pamplona, sobre todo ha faltado esa manera de entender la política como un servicio y no como un cortijo; ha habido una carencia absoluta de alternativas. No me refiero a una alternancia ficticia, al uso entre los grandes partidos, sino una alternativa real a las políticas desarrolladas por UPN, tengo que decir que muy bien asistido por el PSOE. Ese cambio se tiene que visualizar sobre todo en una manera de entender la política municipal, por ejemplo desde una vía participativa. Hay vías y órganos de participación que han sido meros comparsas. También ha habido una institucionalización de determinados aspectos en la vida de Pamplona que hay que superar; la misma manera de entender las fiestas de San Fermín puede ser un ejemplo. De cualquier manera, la prioridad del acuerdo programático es de contenido social; la primera medida a desarrollar será un pacto contra la pobreza, por la vivienda digna y el empleo.

— ¿Qué opinión le merece la propuesta de Mariano Rajoy de que gobierne la lista más votada?

— Es una ingeniería electoral para perpetuarse en el Gobierno. Aquí hay un caso muy claro; tenemos una mayoría absoluta en el Ayuntamiento, 14 de los 27 concejales, y con ese cambio legal se pretende que gobierne UPN, que solo tiene 10. Además, se trataría de un fraude democrático de categoría interestelar porque las cuatro fuerzas que conformamos el actual gobierno municipal dijimos de forma expresa que nuestra voluntad iba encaminada a ese acuerdo y con este cambio legal esa voluntad no podría llevarse a cabo.

— Cuando se formó el nuevo Ayuntamiento de Pamplona, desde distintas plataformas periodísticas se dijo que los partidos firmantes del acuerdo habían puesto al “lobo”, es decir a Bildu, a cuidar a las “ovejas”. ¿Qué opinión le merece esa expresión?

"Antes de fin de año se pondrá en marcha una Comisión por la Convivencia cuyo objetivo es la reparación de todas las víctimas"

— Estas descalificaciones que vienen fundamentalmente de la derecha, de UPN, al final lo que intentan es lavar la cara, curarse en salud y que nos olvidemos de la auténtica galería de los horrores que ha sido la política municipal de Pamplona en los últimos años. UPN ha gobernado Pamplona como si fuera su cortijo, despreciando al mundo del euskera, que en Pamplona tiene una presencia histórica, despreciando la participación, han creado el caos absoluto en algunas áreas ciudadanas, como la Policía Municipal, etc. etc. Este cambio político se entiende sobre todo desde el hartazgo de la ciudadanía por lo que se venía haciendo. Empezar con descalificaciones de este tipo se debe a la necesidad extrema que tienen de decir, bueno, se nos acaba el cortijo… vamos a vender la idea de que detrás de nosotros está el caos; pero en estos tres meses de gobierno alternativo la ciudadanía ha podido comprobar que de eso nada… hemos pasado unos Sanfermines con absoluta normalidad, un verano en el que poco a poco se van tomando medidas que la ciudadanía asume como absolutamente normales. Ahí se ha visto la trampa, el embuste de UPN, repito muchas veces muy bien asistido por el PSN, de crear esa sensación de "yo o el caos".

— ¿Usted cree que los anteriores gobiernos de UPN han tenido alguna responsabilidad en la actual polarización del voto que se ha producido en Pamplona y Navarra?

— Claro. Es que no tienen otro discurso. UPN desde su misma fundación amenaza con que vienen los vascos, como si los vascos de Pamplona hubiéramos venido de algún sitio cuando hemos estado siempre aquí. Ante la falta de un discurso con calado político y medidas concretas, pese a todas sus corruptelas, a los escándalos de las dietas ocultas, a la destrucción de la CAN, de auténticos símbolos de Navarra, se han dedicado a meter miedo a la gente y a decir: "¡ojo!, esto es un caos, un desastre, pero, si no nos votáis, todavía va a ser peor". Como decía antes, la ciudadanía está viendo claramente que esto no se ha producido.

— Las acciones de ETA han provocado profundas heridas en la sociedad navarra que todavía afloran en los debates políticos. En su opinión, ¿qué hay que hacer para acabar con esta situación de enfrentamiento?

— Creo que en este momento estamos en un escenario nuevo. El que haya aceptado un cargo político, en este caso en la Alcaldía de Pamplona, no habría sido posible sin una ausencia de violencia por parte de ETA. Para mí es una cuestión sine qua non. En cualquier caso creo, estamos en un escenario nuevo; venimos de una sociedad profundamente cargada de violencia en los años 80 y 90 y afortunadamente creo que ahora existen las condiciones para que esto deje de ser así. Para ello, por supuesto, hace falta voluntad por todas las partes. Se están produciendo ahora mismo iniciativas interesantísimas de víctimas de ETA con militantes o ex militantes de ETA, también con víctimas del GAL y de los aparatos del Estado. Esas iniciativas son las que tienen que servir de modelo para que sepamos estar a la altura y entender este nuevo escenario como una oportunidad que no hemos tenido hasta ahora.

— ¿Va a haber alguna iniciativa institucional en ese sentido como la hubo en la pasada legislatura en el Ayuntamiento de Donosti?

— Sí, claro. En mi discurso de investidura manifestamos claramente que íbamos a poner en marcha una Comisión por la Convivencia cuyo objetivo es la memoria y reparación, por supuesto, de todas las víctimas. El compromiso es ponerla en marcha antes de fin de año y antes de fin de año estará en marcha.

Momento en que Asiron asumió la Alcaldía. / David Muñiz
Momento en que Asiron asumió la Alcaldía. / David Muñiz

— En pocos momentos de la historia contemporánea de Navarra las fuerzas vasquistas han tenido tanto poder, ocupando el Gobierno regional y los municipios más importantes, incluida Pamplona. ¿Qué papel debiera jugar el Ayuntamiento de Iruña en un hipotético acercamiento a la Comunidad Autónoma Vasca?

— En primer lugar las fuerzas nacionalistas somos conscientes de que constituimos 10 de los 27 concejales y, para lo bueno y lo malo, de cuál es nuestro peso. Ahora, eventualmente, ocupamos las instituciones más importantes pero siempre hemos tenido un gran peso en la sociedad de Navarra y de Pamplona. En nuestro caso concreto, el acuerdo de gobierno municipal no es solo un pacto entre nacionalistas; también están Izquierda Ezkerra y Aranzadi, que no son nacionalistas al uso. Esto quiere decir que tenemos que gobernar para toda la ciudadanía; somos un gobierno plural, formado personas que provienen de culturas políticas diferentes, y esto nos parece un valor en sí mismo, no un problema como muchas veces lo visualiza la derecha. Desde el gobierno municipal creemos profundamente en el trabajo entre diferentes, en las sinergias, el entendimiento y la empatía.

— Usted ha sido invitado a las fiestas patronales por el alcalde de Bayona, capital del País Vasco-francés y a la que Pamplona está hermanada, ¿hablaron de nuevos proyectos para acercar ambas márgenes de los Pirineos?

— Por supuesto. Con el llamado País Vasco-francés o Iparralde, como le llamamos nosotros, ocurre lo mismo que con la Comunidad Autónoma Vasca. No podemos vivir de espaldas a unos vecinos con los que compartimos tantas cosas por razones desde geográficas y políticas hasta culturales y lingüísticas. Pamplona y Bayona están hermanadas pero en los últimos años este hermanamiento había caído ya a cuestiones meramente folklóricas. Tanto el alcalde de Bayona como yo coincidimos en dar un nuevo impulso a este hermanamiento, en dotarle de un verdadero contenido político y cultural. Me parece algo absolutamente normalizado y a lo que UPN, por razones que ellos sabrán, se han opuesto en los últimos tiempos.

— Pero hablaríais de algún proyecto, de algunas ideas concretas…

— Ahora mismo está en desarrollo el programa Fortius relativo a las fortificaciones. Pamplona y Bayona, por razonas históricas, ocupan un posición simétrica, la una respecto a la otra con el Pirineo de por medio. Esto ha derivado por ejemplo en cuestiones como que las dos hayan sido ciudades tradicionalmente muy fortificadas, probablemente para defenderse la una de la otra. Ahora, compartir proyectos europeos para poner en valor estos amurallamientos es muy importante pero está claro que la cosa no se queda ahí… compartimos también un modelo festivo, cuestiones de política lingüísticas, incluso temas educativos sobre modelos lingüísticos y el euskera… etc. etc. En su momento y antes de que UPN torpedeara todo este proceso, hubo hasta experiencias compartidas entre los bomberos de Bayona y Pamplona, por poner solo un ejemplo. Desde lo general a lo particular, desde lo cultural a lo político, hay que impulsar y normalizar las relaciones con una ciudad con la que tenemos vínculos históricos desde la Edad Media.

"Pamplona es una ciudad laica, el Ayuntamiento es laico y la Alcaldía es laica, y esto es algo que tenemos que tener muy claro todos"

— Volviendo a esa idea de integración, de colaborar con todas las formas de pensar, y teniendo en cuenta que UPN sigue teniendo un peso electoral importante, de hecho sigue siendo la fuerza más votada en Pamplona, ¿no sería conveniente que UPN tuviera alguna responsabilidad directa en la gestión municipal? ¿Habéis ofrecido a UPN alguna responsabilidad concreta?

— De entrada, nosotros contamos con UPN para llevar adelante la política municipal como no puede ser de otra manera, sobre todo porque, durante las legislaturas anteriores, si algo hemos criticado ha sido ese sectarismo que UPN ha practicado con las fuerzas de la oposición y particularmente con las fuerzas nacionalistas. Un caso muy concreto: cuando se produjo el proceso de investidura y tomamos posesión del Ayuntamiento, les ofrecimos expresamente formar parte de la Junta de Gobierno local, a ellos y al Partido Socialista, pero tanto UPN como el PSN declinaron la oferta.

— Y algún cargo más secundario… a nivel de secciones…

— Por supuesto. Por nuestra parte no vamos a tener ningún problema para que participen en comisiones y en trabajos que se hagan a nivel de barrio… pero me da la impresión de que no van a estar por la labor.

— Volviendo otra vez a esa filosofía integradora, usted no asistiendo a la misa de San Fermín y a otro acto religioso tradicional ha abierto la polémica sobre el carácter religioso o laico de las fiestas locales. En primer lugar, ¿crees que eso va en la línea de integración con unas sensibilidades que están muy asentadas en Navarra de respeto a esos oficios religiosos? Y, en segundo lugar, ¿no sería más consecuente quitar todo el carácter religioso a las fiestas patronales? ¿No es un contrasentido no asistir a la misa y sí asistir a la procesión cuando la procesión también es un acto religioso y está presidida por un santo y por el Cabildo Catedralicio?

— Se trata de una cuestión de sensibilidad y equilibrio. No cabe duda de que Pamplona es una ciudad laica, el Ayuntamiento es laico y la institución de la Alcaldía es laica y esto es algo que tenemos que tenemos que tener muy claro todos. A partir de ahí, es verdad que gran parte de la vida política y social de Pamplona gira en torno a ceremonias que tienen un origen religioso, la misma fiesta de los Sanfermines está relacionada con una festividad de un santo pero tenemos que ser muy conscientes que estamos en el año 2015 y no en 1850 ni el 1700. Hay que adaptar el modelo festivo y las liturgias a los tiempos…; hay que intentar conjugar en pleno siglo XXI el derecho de la gente religiosa que vive las fiestas desde un punto de vista religioso con el derecho del resto de la ciudadanía a no hacerlo así. Tiene que haber un equilibrio mayor del que ha habido hasta ahora entre el contenido social, civil, y el contenido religioso de las fiestas.

El tema de la procesión y la misa puede ser un buen ejemplo. Sé que, hagas lo que hagas, siempre habrá un sector de la población que no lo va a entender, pero yo interpreté que la misa tenía un carácter más relacionado con la visión religiosa y, en consecuencia, creímos que, como fuerza de izquierda y laica, no teníamos que estar ahí, incluso por respeto a quienes lo viven de otra manera. El tema de la procesión creo que tiene una dimensión diferente, un contenido fundamentalmente social y pienso que así lo vive la mayor parte de la gente. Hay muchísimas personas que en la procesión van más allá de lo religioso y consideran que tiene un contenido social. Desde mi punto de vista, el Ayuntamiento, desfilando en cuerpo de ciudad, también tiene una simbología que va mucho más allá de lo religioso y entra en lo social.

— En este sentido ¿qué te parece la propuesta que se hizo en Sevilla de someter a referéndum la existencia de las procesiones de Semana Santa?

— No es que no crea en los referéndums pero sobre todo creo en la voluntad, en la posibilidad de conjugar ambas sensibilidades. Puede que, si hiciéramos una votación para prohibir a los zurdos escribir con la izquierda, saliera que sí pero eso no es justo. Hay que intentar conjugar sensibilidades, creo mucho más en esa tolerancia. Pero, ya que citas el caso de Sevilla, lo que no puede ser es que una manera concreta de interpretar la religiosidad condicione toda la vida de la ciudad durante dos semanas. En el caso de San Fermín, creo que la sociedad ya ha llevado adelante esa laicidad y vive los Sanfermines sobre todo como un modelo festivo y de ocio mucho más que como una festividad religiosa. Esa manera de interpretar la fiesta de una manera religiosa se va quedando cada vez más en manos de la gente que realmente lo siente así; pero sin imposiciones al resto.

— ¿Le gustaría que Pamplona fuera la capital de Euskal Herria?

— Desde mi punto de vista, Euskal Herria responde a un concepto de pueblo, un concepto cultural, etnográfico, y Navarra, Nafarroa, es la otra cara de la moneda, la plasmación, la adaptación política de ese pueblo. Si en un momento surge el Reino de Pamplona y después el de Navarra es porque detrás hay un pueblo que es el pueblo vasco y eso en euskera se dice Euskal Herria. Pamplona ha sido fundamentalmente la capital de Navarra y Navarra fue el Estado que los vascos se dotaron en el siglo VIII para sobrevivir como pueblo y ese pueblo es Euskal Herria. Por lo tanto, Pamplona ha sido capital de Euskal Herria en la medida que ha sido capital de Navarra. No ha habido jamás otra ciudad que cuestione este papel preponderante de Pamplona ni la hay hoy en día. Por supuesto que me gustaría que fuera su capital.

3 Comments
  1. enante says

    Revindicar la capitalidad de Euskal Herria para Pamplona basándose en lo sucedido el siglo VIII me parece bastante anacrónico. El nacionalismo se pierde en cosas intranscendentes cuando los problemas actuales son absolutamente globales: cambio climático, crisis refugiados, aumento de las desigualdades, etc.

  2. Garate says

    A mi me parece bastante penosa la simplificación o cortocuito de enante. En elsiglo VIII se inicia una historia de muchos siglos y los pueblos y naciones solo existen si tienen memoria. Los saltos en el vacio indican ignorancia o colaboracion con los interesados en que la memoria propia no exista.

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