Terremoto de Ecuador: la distribución de la ayuda, un desafío humanitario

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Aitor Montero y Javier Pérez Gala *

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Una multitud forma una fila en una entrega de víveres espontánea. / Javier Pérez

MANTA (ECUADOR).– Las secuelas y los estragos causados por el terremoto de 7.8 grados que azotó a la costa ecuatoriana son evidentes. Mientras la ley de Gutenberg-Richter (se producirán diez réplicas de un grado menor a la magnitud del terremoto) se empeña en reavivar el miedo y el pánico sufrido por los habitantes de Manta, Ecuador trata de recuperarse poco a poco a pesar de las continuas réplicas. Así paulatinamente, instituciones, organizaciones, iniciativas privadas y voluntarios trabajan para hacer llegar la ayuda a las víctimas y a los damnificados. No obstante, la distribución misma de la ayuda se ha convertido en una tarea ardua no exenta de complejidades y dificultades.

Desde que se declaró el Estado de Excepción y abrió sus fronteras para el ingreso de rescatistas, brigadas, equipos especializados en gestión de desastres naturales y donaciones, el país sudamericano recibe la asistencia y la colaboración de particulares, países y organizaciones.

Es el caso de Cascos Blancos, organismo de la cancillería argentina y socio activo de la ONU, presente en Ecuador con dos grupos, uno destinado a la atención médica y psicológica de los afectados en los albergues y otro a la organización y capacitación de los voluntarios en la parte de logística: “No venimos a instaurar nuestra logística, Ecuador ya reúne las condiciones para organizarse”, comenta Diego Larerre, técnico de Cascos Blancos. Y prosigue: “Se trata de organizar las voluntades que ya estaban expresadas, y encontrar en el pueblo ecuatoriano referentes para liderar y movilizar la distribución de la ayuda”.

Precisamente ha sido con el paso de los días que la gestión de la distribución de la ayuda se ha diversificado, desde la centralización de la misma a través de diferentes instituciones estatales como el Comité de Operaciones de Emergencia, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y la Secretaría de Gestión de Riesgos (SNGR), hasta la descentralización mediante la implicación de la sociedad civil e instancias municipales.

El Estado de Excepción en la distribución de la ayuda

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Voluntarios reciben una donación de refrescos en el Patronato Municipal de Manta. / J. P.

En el Estado de Excepción la repartición de la ayuda por parte de las Fuerzas Armadas Ecuatorianas (FAE) no se puso en marcha hasta varios días después del terremoto en Manta. Las toneladas de ayuda que llegan a diario a la base aérea de la ciudad costeña son llevadas al Coliseo de Manta donde “se acopia y distribuye a toda la población”, asegura el Coronel Ocampo, quien también reconoce que todavía falta por llegar la ayuda más representativa tanto por aire como por mar.

Según Ocampo, en este proceso, cree que las raciones alimenticias, así como los medicamentos son primordiales en la actual fase de recuperación. Y añade que el retorno a la normalidad debe guiar a los manteños ya que “se han restablecido casi por completo los servicios de luz, agua y telefonía salvo en el barrio de Tarqui, donde hay que comenzar de nuevo”.

La sensación de que son demasiadas las manos que están inmersas en la distribución de la ayuda se naturaliza al comprobar que no solo el Estado trabaja en ello. Andrea Soledispa es el ejemplo de cómo esa ayuda también pasa por canales descentralizados. Ella era voluntaria en el Coliseo hasta que llegaron las FAE, y de ahí aportó su colaboración en el Patronato Municipal de Manta por una sencilla razón: “No me puedo quedar en casa sin hacer nada”.

La excepción que confirma la distribución de la ayuda

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Voluntarios descargan un cargamento de agua en el Aeropuerto de Quito. / Joel Heim

A ese mismo lugar se dirigieron los Cascos Blancos. Con su asesoramiento han conseguido hacer del Patronato un lugar más eficiente: “Nosotros lo que hemos encontrado es que el trabajo estaba bien hecho, pero quizá se duplicaban esfuerzos”, valora Larerre. El Patronato Municipal de Manta ha canalizado la ayuda a la comunidad durante dos décadas, razón por la cual muchas de las personas afectadas tomaron este sitio como referencia durante los primeros momentos. Ana María Suárez, voluntaria y presidenta del espacio municipal, señala los tres frentes de emergencia abiertos allí: “Brigadas médicas de atención primaria, cocina de almuerzos y meriendas para 2.500 voluntarios, rescatistas, policías, etc. y raciones alimenticias”. De aquellas toneladas de víveres se realizan bolsas que contienen: arroz, pasta, legumbres, café, azúcar, sal, enlatados, galletas, leche, jabón, compresas, papel higiénico, velas… Todos productos necesarios para afrontar la crisis humanitaria.

Con estos lotes, según la presidenta de esta institución, se pretende dar “prioridad a los que realmente están en estado de riesgo”, sin embargo, no siempre han sido los primeros en recibir la entrega como consecuencia de una distribución en hilera sin registro. Una fuente de la SNGR lamenta desatinos en la organización de la asistencia. La ayuda humanitaria que al principio estaba siendo gestionada por civiles “ha pasado a control militar y tampoco ha mejorado mucho. Algunas personas han recibido hasta tres veces comida y otras ninguna”.

Familias que tenían dificultades para movilizarse a aquellos puntos de reparto han quedado desprovistos en beneficio de otros que han tomado las raciones sin tanta urgencia. Igualmente, las entregas arbitrarias -según fuentes del Municipio- provocan conflicto entre los afectados, en cambio, la ayuda conjunta con la dirigencia barrial genera solidaridad en la comunidad.

Atención directa en los barrios

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Un herido durante el terremoto de Ecuador es evacuado en el Aeropuerto de Quito. / J.H.

Con el objetivo de que no se repitan los errores de los primeros días se está presionando para que llegue la atención directa a las zonas más afectadas. Erika López, estudiante de enfermería y voluntaria, acude a la coordinación del MIES empeñada en conseguir ayuda para las zonas más desatendidas. Hay barrios donde “la gente no tiene agua, alimentación; Miraflores, Cinco de junio, El Colorado, La Tejedora Manabita… tienen cartelitos [que piden] ¡ayuda por favor! Y no es por falta de ayuda porque sí hay donde están los centros de distribución como el Coliseo. [Allí] hay muchos víveres, pero no se han organizado de cómo distribuir y los militares no están dejando pasar a los compañeros”.

Por otro lado, con las consecuencias de un terremoto así es habitual que se desintegre la organización de un país, al menos, eso observa Antonio Nogales, voluntario profesional de Bomberos Unidos. Las descoordinaciones percibidas -opina Nogales- “son cosas completamente normales que pasan en catástrofes similares”. Este bombero llegado de España responde convencido de ello y agradece el cariño de la gente y el buen recibimiento: “Sinceramente, dentro de esa descoordinación lógica, hemos encontrado facilidades para nuestro trabajo, buena respuesta, ayuda, colaboración…”.

Hoy, días después del desastre, se aspira a servir las ayudas de manera ecuánime y con la mayor eficiencia. La dificultad está en valorar los niveles de urgencia de los afectados y, de acuerdo a ello, conceder la atención, primero, a los más vulnerables. Natali Gamboa llega de Quito para socorrer y amparar en todo lo que se pueda: “Nosotros ofrecemos el coche para llegar a sectores donde no pueden llegar las camionetas, pero nos están obstaculizando, está complicado llevarse las cosas como voluntarios”.

Con todo, Rosa Toapanta, cuyo comercio en el Mercado de Tarqui quedara derruido, observa mejoras por algunas medidas: “Ahora que han tomado la resolución de dejar [las raciones] de casa en casa están viendo la necesidad ahí mismo”. Una decisión que necesita del esfuerzo de cientos de voluntarios que trabajan conjuntamente y de las facilidades de todos los organismos implicados. A pesar de las dificultades encontradas, muchas manos están involucradas para salir adelante a través de la centralización de los recursos, e incontestablemente a través de la atención directa.

(*) Aitor Montero y Javier Pérez Gala son periodistas.

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