El resultado de la consulta turca mantiene las espadas en alto

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Un cordón policial protege la Comisión Electoral Central de las protestas en Ankara tras conocerse los resultados del referéndum. / Firat News
Un cordón policial protege la Comisión Electoral Central de las protestas en Ankara tras conocerse los resultados del referéndum. / Firat News

La realidad es que el triunfo del 'no' en Turquía habría sido un verdadero milagro pero lo sorprendente es que ese milagro ha estado a punto de ocurrir este domingo y el ajustado resultado entre el voto afirmativo y negativo al nuevo sistema presidencialista -51,3 y 48,7 por ciento- mantiene "las espadas en alto" con un país aún más radicalizado y partido por la mitad.

Tayip Erdogán ha sacado adelante su proyecto de convertir la República fundada por Mustafá Kemal 'Ataturk' (Padre de los Turcos) en un gobierno presidencial y personalista pero, indudablemente, pensaba haber “barrido” a la oposición para tener así las manos libres, presentarse como el nuevo “salvador” de Turquía y obtener una legitimidad popular aplastante para “callar la boca” a Europa.

Todo lo tenía a su favor y no se trataba solo de haber logrado fundir en un discurso político valores tan fundamentales en la sociedad turca como lo son el nacionalismo y el islam. Se trataba de factores mucho más prácticos desde el punto de vista electoral, siendo el principal de ellos la extrema debilidad de una oposición dividida y dispersa.

Sobre todo después pero también desde antes de la intentona golpista del pasado año, los principales medios de comunicación críticos con el actual Gobierno habían quedado, de una u otra forma, enmudecidos. Esta situación explica que durante la campaña a favor o en contra del proyecto presidencialista, por ejemplo, las informaciones, artículos o análisis que apostaban por el 'sí' fueran diez veces más numerosos que los inclinados por el 'no'.

El propio Erdogán se encargó en sus mítines de criminalizar el 'no', identificando desde las plataformas del poder el voto negativo con el golpismo o el terrorismo, los dos mantras que en la Turquía de Erdogán sirven para pulverizar cualquier atisbo de oposición.

Para hacerse a una idea del tono que ha tenido la campaña, sirva como botón de muestra que el prestigioso diario Hurriyet decidió no publicar una entrevista con el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk porque en una de sus respuesta, al hablar de su última novela, decía que iba a votar 'no' en el referéndum.

En las regiones kurdas, donde se esperaba, como ha ocurrido, un voto negativo mayoritario, las dificultades para los opositores también han sido considerables. Aparte de vivir bajo el estado de emergencia y en muchos distritos en un clima literalmente de guerra, existen más de medio millón de desplazados por los combates y numerosos lugares ocupados por el Ejército con barrios enteros destruidos, lo que ha obligado a resituar los centros de votación.

También han sido numerosos los compromisarios de los partidos kurdos designados para controlar la limpieza y seguridad del escrutinio que fueron rechazados sistemáticamente por las respectivas juntas electorales bajo la manida acusación de estar vinculados a organizaciones terroristas. Ahora no son menos las denuncias contra esas juntas por validar votos afirmativos que en un recuento “normal” habrían sido anulados, teniendo que proteger la Policía la sede de la Junta Electoral Central en Ankara.

Y, pese a todo, la diferencia entre las dos opciones ha sido mucho más ajustada de lo esperado y sobre todo de lo que esperaba el Gobierno del AKP. Se puede interpretar, por lo tanto, que la actitud política de la población turca no solo no ha cambiado sino que ahora está aún más radicalizada ante un sistema presidencialista que rechaza prácticamente la mitad de la población.

Especial significación tiene, en este sentido, que, aparte del Kurdistán, en las principales ciudades –Estambul (51,4), Ankara (51,1), Izmir (68,8)…- se haya impuesto el 'no', como lo ha sido también, en toda la costa del Egeo y el Mediterráneo, es decir en las zonas tradicionalmente de voto laico y socialdemócrata.

Con la ley y la Constitución en la mano, Erdogán tendrá las herramientas políticas para gobernar en temas sensibles a golpe de decreto, dirigir personalmente el Gobierno al haber eliminado la figura de primer ministro, no rendir cuentas ante la Asamblea Nacional porque cualquier investigación sobre su forma de gobernar exigirá el respaldo de las tres quintas partes del Parlamento y tampoco tendrá muchos problemas para controlar el Poder Judicial porque puede nombrar tantos miembros de su máximo organismo rector que la propia cámara legislativa, pero va a tener enfrente a una oposición, ciertamente ahora dividida y dispersa, pero que puede galvanizarse precisamente por el nada despreciable respaldo que ha tenido el 'no' en el referéndum.

Teóricamente tiene hasta el año 2029 para llevar a cabo su proyecto de que Turquía renazca como potencia siguiendo la estela de un islam supuestamente moderado. Cuando dentro de dos años se celebren las nuevas elecciones presidenciales y revalide su cargo, aún tendrá dos legislaturas –de cinco años cada una- para conseguirlo, pero antes deberá reconciliarse con los kurdos, los kemalistas, los laicos, los gulenistas, con la Unión Europea, con EEUU, con Rusia y, prácticamente, con el resto del mundo porque con todos se ha enfrentado pensando que iba a obtener un apoyo popular aplastante que no ha logrado.

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