El autor aboga por la integración militar europea como única opción ante el borroso futuro de la OTAN

Adiós a la OTAN

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OTAN
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite, charlan frente soldados holandeses y alemanes en su visita a la maniobra militar "Lobo de hierro 2017", durante su día de puertas abiertas a la prensa, en Stasenai (Lituania), el pasado 20 de junio. / Efe (Valda Kalnina)

“Un ataque contra uno de los aliados será considerado como un ataque contra todos”. Ese es el principio en el que se basa la defensa colectiva, como la que se consagra en el tratado del Atlántico Norte con el que se crea la OTAN. Cuando el pasado 25 de mayo, en Bruselas, Donald Trump dijo a sus aliados europeos que, si quieren defensa, se la paguen, la seguridad colectiva y el secular vínculo transatlántico saltaron por los aires. Adiós a la OTAN.

Angela Merkel, que tiene la virtud de ver lo que los otros no ven, certificó la defunción: “Los europeos debemos tomar el destino en nuestras manos”. Sin la Alianza Atlántica, es decir, sin las capacidades militares de EEUU, la UE no tiene ni medios disuasorios ni instrumentos para su propia seguridad y defensa. Quienes piensen, por ejemplo, en la necesidad de una estructura integrada de seguridad aérea y defensa antimisiles balísticos, capaz de proteger nuestro territorio de, pongamos por caso, un ataque de actores no estatales desde el norte de África, sabrán que hay motivos para estar muy preocupados. Adiós a la OTAN, sí, pero ¿ahora qué?

Durante cuatro años, entre 2008 y 2012, he asistido como presidente de la delegación española en la asamblea parlamentaria de la OTAN a los debates sobre las dificultades para definir una estrategia común de Seguridad para ambos lados del Atlántico. Lo que hace el loco de la Casa Blanca, con el pathos de un párvulo y el ethos de un pandillero, es impedir un concepto estratégico de seguridad común para EEUU y la UE. Antes era difícil, con este tipo será ya imposible, aunque EEUU termine librándose de él. Es la hora de Europa o, para ser más preciso, con un Brexit sin marcha atrás,  es la hora de Macron y Merkel, y tal vez de Matteo Renzi, si logra recomponerse electoralmente. La canciller alemana tiene razón: estamos solos, para lo bueno y para lo malo.

El dilema europeo no es de fácil resolución: no se dice adiós a la OTAN y ya está, sin dotarse de una seguridad y defensa común, viable y a la altura de la envergadura de los riesgos y amenazas realmente existentes. Por eso, en el último Consejo Europeo, Merkel y el presidente francés, Enmanuel Macron, han puesto palabras a la envergadura del entuerto: construir una defensa común europea sin prescindir de la OTAN. Pero el problema de la UE es que, no teniendo hoy las capacidades necesarias para hacerse cargo de su propia seguridad y defensa, tampoco puede fiarse ya de una organización, la Alianza Atlántica, cuyo líder imprescindible, USA, se ha convertido en un socio no fiable. Complicada transición, y peligrosa.

Para empezar habrá que incorporar al lenguaje público, como ciudadanos con madurez democrática, la dimensión europea de la defensa: qué riesgos, qué amenazas, qué medios militares. En las pocas ocasiones en las que este debate prende en los medios españoles suele focalizarse en el nivel de gasto militar. Se desataca que España sólo dedica el 1% del PIB. Lo cierto es que, con datos de SIPRI, ese esfuerzo no es muy diferente al de los otros socios europeos, potencias nucleares aparte. En el marco mundial, conviene conocerlo y destacarlo, la suma de los presupuestos de los 28 miembros de la UE supone el segundo presupuesto de gasto militar del mundo, solo superado por el de EEUU.

Para verlo en perspectiva: en 2013, según SIPRI, el gasto militar mundial fue de 1,6 billones de dólares, el de EEUU, más de 600.000 millones, China gastó 215.000, Rusia, 69.000 y la suma de estados de la UE, 256.000. El problema europeo, que no aspira a desplegarse por todo el planeta, como USA, no es de volumen del gasto, es de incapacidad para levantar algo que merezca el nombre de una defensa común, de ausencia de una racionalización elemental de programas al servicio de una estrategia propia de seguridad en la UE, aún por definir. La realidad presupuestaria es aún más contundente si se tiene en cuenta que los estados de la Unión suman el 52% de la ayuda al desarrollo según datos de la OCDE para 2013. No es esfuerzo presupuestario, es incapacidad manifiesta para construir políticas comunes, en esto y en todo lo demás. Aunque algunos destellos en las declaraciones de Merkel y Macron despiertan expectativas, el lenguaje de madera de la Comisión y de los dos últimos Consejos muestra que el paquidermo en que se ha convertido la UE sigue “en Babia”.

Resulta llamativo comprobar la coincidencia del presidente de los EEUU y del de Rusia en su deseo de debilitar a la UE. En el caso del hombre de negocios Donald Trump tiene que ver con la mentalidad de quien considera que los que tienen una gran capacidad para exportar, como China y Alemania, deben ser embridados. Páguenme lo que me deben, les dice. En cuanto a Putin, la cuestión está en su estrategia trasnochada para Rusia, la que resume cuando afirma que la mayor tragedia del siglo XX fue la caída de la URSS. Su problema es que, a pesar de haber provocado que el PIB ruso caiga hasta equipararse al de España (1,2 billones de dólares según el FMI), llevará a la potencia euroasiática a colapsar otra vez con un gasto militar imposible para su envergadura económica. Pero el problema europeo es que, si Putin decidiera amenazar, como hizo con Crimea, con anexionarse alguno de los países bálticos de la UE, ésta no tendría capacidad de disuasión sin la OTAN, es decir, sin EEUU.

Hace falta con urgencia que la Unión Europea, más allá de la vacía “cláusula de asistencia mutua y solidaridad” del Tratado de Lisboa, se ponga manos a la obra para construir con todas las de la ley una política común, un ejército europeo. Mucho más que la retórica de lengua de trapo de las últimas cumbres, la del pasado diciembre y la de estos días, en las que se apunta el problema sin decidir lo que importa. Cada vez hay menos tiempo para entender que la OTAN, como comunidad de seguridad colectiva transatlántica, ya no tiene futuro y que la integración militar europea es la única opción.

Como solía decir De Gaulle, “de nada sirven los objetivos estratégicos de seguridad si no contamos con las capacidades militares necesarias”. Sin capacidades propias la Unión Europea nunca podrá tener  autonomía estratégica. Importa, y mucho, porque hablamos de proteger un modelo social europeo por el que vale la pena esforzarse. Con el 7% de la población mundial y el 25% del PIB, su gasto social representa el 50% del de todo el mundo. Cuando Merkel y Macron declaran estar dispuestos a tomarse en serio la Europa de la defensa, yo estoy con ellos, y espero que esta vez vaya en serio. Aunque en la izquierda en general, y en la española especialmente, no se suele hablar de cuestiones militares, hoy es una enorme irresponsabilidad no tener una posición precisa sobre el bien público de la seguridad y la defensa europea al margen de la OTAN. Tic-tac, tic-tac.

3 Comments
  1. Epigramero says

    Puntos básicos.
    1. Compromiso firme francés en una ‘represalia nuclear’ contra cualquier ataque sobre la UE.
    2. Reafirmación del principio de la intervención ante un ataque a uno de los miembros (duplicando el artículo 5 a escala europea)
    3. Estado mayor conjunto. Hay recursos terrestres y aéreos suficientes.
    4. Rearme naval. La UE sólo tiene un portaaviones y seis SSN completamente obsoletos. Alemania, Italia, y España, deben dar un paso adelante para cubrir el hueco dejado por la US Navy.
    5. Lo demás, cuestión de dinero. Pasar del 1,5% al 3% de gasto. Industria europea hay.

  2. LDMuras says

    Un numero frio esto o pagar mas o unir los ejercitos , las dos cosas si que no lo veo

  3. LDMuras says

    Uno no sabe si es que se lo creen,
    o es que son inconscientes. Tendrían que desandar lo andado, reducir la
    integración económica, dar mayor peso a la política nacional en lo
    económico y volcarse en la cooperación tanto interna de Europa como con
    África y olvidarse de jugar a la geopolítica de los imperios, que no hay
    músculo ni económico ni militar para ello. En lugar de eso prefieren
    seguir manteniendo las mismas fantasías, engañando a la población dando
    una imagen de solvencia irreal, presionando las fronteras de Rusia… mal
    camino.

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