Hay que hilar muy fino y tener una fe ciega, nunca mejor dicho, para afirmar sin sonrojarse que las técnicas de reproducción humana asistida consisten “en realizar la fecundación in vitro (producir entre 10 y 20 niños in vitro) a partir de sus padres; a continuación, cuando los hijos tienen células suficientes, se toma un par de células de cada uno y se analizan para ver si están enfermos. Los sanos son transferidos a su madre para permitirles nacer; los demás son eliminados”. El párrafo corresponde a un informe emitido por la comisión deontológica del Consejo Andaluz de Colegios de Médicos (CACM) y publicado en el periódico Andalucía Médica.
Hay otros párrafos igualmente jugosos: “El diagnóstico preimplantatorio es una técnica al servicio de la violencia...” “Un aspecto éticamente muy negativo de la producción de los bebés-medicamento es que, para obtenerlos, ineludiblemente, hay que destruir un elevado número de vidas humanas de embriones”. Chapotea, como se ve, el confuso texto en notable charca; y, por lo que parece, esta escrupulosa comisión médica está llena de dudas y carcomida por la angustia. Porque llamar “vidas humanas” a embriones... qué embriones, ¡preembriones!, según los científicos, de ocho células se antoja exagerado. Y acusar a los laboratorios que realizan la fecundación in vitro de “practicar la violencia” y de dedicarse a eliminar niños, según se desprende de otro de los párrafos, roza el delito. Por eso, quizás, y porque los servicios jurídicos de la Junta de Andalucía han considerado que el texto no respeta la Ley de Reproducción Humana Asistida de 2006, haya salido al paso de inmediato la Consejería de Salud pera pedirle explicaciones a la CACM, el máximo órgano colegiado de los médicos en esta autonomía. Las autoridades sanitarias quieren ya una rectificación pública.
Pero el presidente de la CACM, Juan José Sánchez Luque, ha hecho mutis por el foro y a lo más que ha llegado es a sugerir que “el Informe es de carácter privado”, no vinculante en ningún caso, y que “el Consejo nada tiene que ver con él”. Es decir, que donde dije digo, digo diego y ahora todos son dudas. Dudas y elucubraciones sobre si la hoguera ha de atizarse más o menos, y volver a aquellos tiempos en los que los brujos (léase hoy los médicos) deben ser sometidos al juicio de Dios por sus malabarismos, manipulaciones y enjuagues en los procesos que dan paso a la vida.
No tendría importancia esta irrupción de algunos médicos andaluces en los terrenos de la ciencia con las armas de la cruz y las creencias, si no fuera porque este tema sobrevuela, como una nube tóxica, a toda la sociedad española. Y bien seguro es que en cualquier rincón de España al que uno apunte hay más de un galeno que firmaría complacido el citado informe médico. ¡Y esto es lo que, creo yo, debería superarse! No puede ser que crearnos que ocho células son ya un ser humano hecho y derecho. Y menos cuando los asuntos de la vida..., ésta que tenemos..., la real que día a día sufrimos o gozamos..., requieren tanto esfuerzo para evitar los malos tragos, el dolor innecesario, los muchos contratiempos que acarrea. Si la ciencia nos permite, sin hacerle daño a nadie, solucionar enfermedades incurables, trabajemos con ella, ¿no? No creo que sea muy razonable, ni por supuesto inteligente, tener un hijo con una enfermedad incurable y rechazar la posibilidad de sanarle. No, no creo que si se puede no se intente. Como dice el médico intensivista José Pérez Bernal, Coordinador Sectorial de Transplantes en el occidente andaluz, a ésos que rechazan los transplantes y se atreven a hacer literatura negativa con la donación de órganos o con la investigación biomédica, “quisiera verles yo, saber que dirían, si se encontrasen en una situación similar a la que censuran”. Como casi siempre ocurre, el ruido y la furia van por un lado y la realidad y su gestión por otro. Cuando nos toca de cerca esta realidad, nos volvemos, generalmente, sensatos y procuramos atraparla con todos los medios que tenemos a nuestro alcance. Pero cuando la realidad le afecta a otros, el ser humano cacarea y goza (parece) envenenando el ambiente; las religiones saben de esto.
En Sevilla, como se sabe, nació en octubre de 2008, el niño Javier, que, gracias a una selección de embriones, vino al mundo sin la enfermedad hereditaria que afectaba a su hermano Andrés. Seis meses después, hace ahora un año, le transplantaron a Andrés con éxito células madre procedentes de la sangre del cordón umbilical de Javier. Hoy Andrés está curado y ya no tiene que ir cada 15 días al hospital para hacerse una transfusión sanguínea, un tratamiento al que estaba condenado de por vida.
Los malintencionados han llamado peyorativamente a Javier (a él y a otros niños y niñas gestados por el mismo procedimiento) “el niño-medicamento”; nombre inapropiado y manipulador, según los médicos, pues todos los niños concebidos in vitro son tan deseados y queridos como el que más; como los concebidos de forma natural —“sin excepción”, puntualiza, siempre que se requiere su opinión sobre este tema, el ginecólogo Guillermo Antiñolo, responsable del proceso por el que fue concebido Javier y de la Unidad de Genética en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla que lo hizo posible—. Pero, ¿a qué iban a aferrarse si no los detractores del diagnóstico preimplantario y selección embrionaria si no es a convertir en “cosa” al hijo amado, o a “despreciar” a esos padres por ser tan perversos que, “interesadamente”, piensan en tener un nuevo hijo “sólo” porque les duele tener ya un hijo enfermo? Lo triste es que sean médicos (algunos, claro) quienes promueven estos embrollos y debates interesados que, si se piensa, sólo pueden explicarse porque temen perder su poder.
Menos mal que la rueda de la historia nunca cesa y, en el terreno de la salud, dos serán los ejes que van a conducirnos al futuro: uno es del que se habla en este artículo: las terapias a la carta, la selección de embriones con fines terapéuticos, el cultivo de células madres para la regeneración de tejidos y combatir la enfermedad... El otro, más asequible, el que más va a ocuparnos y preocupar en el día a día, es el de la prevención y el plus que aporta a la salud practicar los buenos hábitos. Una dieta sana y ejercicio ayudan a vivir. De ahí que duela tanto encontrarse a algunos médicos demonizando a esos enfermos que lo único que quieren es vivir; vivir un poquito mejor.