El cine que surgió del frío

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Gracias por todo… Bueno, nos llamamos… Sí, nos llamamos.

Con estas palabras tan frías como la nieve termina la relación más rentable del reciente cine sueco, sólo interrumpida para pesar de muchos por la muerte de su creador, Stieg Larsson. Después de más de siete horas de cine y dos mil páginas de novela Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, los protagonistas de la saga Millennium, se despiden el uno al otro y de nosotros para siempre jamás.

Algunos habrán tenido la paciencia y determinación de leer las novelas, y seguramente habrán recibido la recompensa de ahondar en las tramas o encontrar nuevos personajes, otros nos hemos conformado con las películas, pero todos nos hemos quedado huérfanos de unos protagonistas vulnerables y heroicos que han mantenido una relación honesta e imposible a lo largo de unos planteamientos narrativos verosímiles y unas tramas complejas hasta un final honorable pero demasiado cómodo, que quizá en la mente de su creador sólo era un hasta luego.

La habilidad del nuevo guionista, Ulf Ryberg, y quizá la propia historia novelada han hecho que ésta tercera película esté casi a la altura de la primera de su saga en agilidad narrativa, suspense y giros de trama. Sus responsables han resuelto con eficacia los planteamientos que quedaron abiertos en la segunda parte, la más débil dramática y estéticamente de las tres, y el director, Daniel Alfredson, que ya dirigió la segunda, ha salido airoso de la responsabilidad de cerrar la trilogía, ayudado sin duda por unos actores excelentes, de lo mejor de esta serie (los experimentados Michael Nyqvist y Erika Ekberg y la novel Noomi Rapace).

Las cifras de ventas y audiencia, 21 millones de ejemplares vendidos -3,4 millones en España, a mayor abultamiento de la cuenta corriente de José Manuel Lara- y más de 10 millones de espectadores en las dos primeras películas -casi 2,5 millones en España-, reflejan que Larsson ha conseguido algo que pocos escritores europeos han hecho nunca, que los lectores de sus novelas tengan la curiosidad suficiente para ir al cine a ver en imágenes las mismas historias que han leído y que muchos otros vayan a las salas para saber de qué va esto.

Las claves del éxito quizá haya que buscarlas en el cansancio, la novedad y unos personajes atractivos. El público lector de superventas, mayoritariamente femenino, se había quedado huérfano después de los plomos de Dan Brown y ha acogido con entusiasmo el desvalimiento y la fortaleza de esa joven de físico peculiar víctima de malos tratos y violaciones, que a pesar de todo sale adelante, y la nobleza y determinación del periodista inquisidor. Los objetivos de los personajes de Millennium son la justicia y la verdad, dos valores incuestionables, y sus protagonistas son personas cercanas cuyas peripecias son verosímiles, por tanto su salvación es la nuestra propia. Incluso Vargas Llosa intentaba explicarse y explicarnos en un artículo en El País las claves del éxito de estas novelas sin demasiada calidad literaria atribuyéndoselo al diseño de los personajes.

Lo que es incuestionable es que las tres novelas de este periodista y escritor aficionado al café y sus correspondientes versiones cinematográficas han creado una corriente estética y conceptual que está revitalizando la industria de todo el cine nórdico, no sólo del sueco. Hasta han logrado introducir en el lenguaje de medio mundo el término Millennium, el nombre del periódico en el que trabaja el protagonista. Sirva de ejemplo de ambas afirmaciones que la expresión Generación Millenium ha sido elegida como título por los responsables de una colección de DVDs de próximo lanzamiento que recogerá algunas de las adaptaciones al cine de la conocida como “nueva corriente de novela negra nórdica”, con títulos como  Aurora Boreal, de Asa Larsson; Jar City (Las Marismas), de Arnaldur Indridason; Roseanna, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö; y La Leona Blanca, de Henning Mankell, entre otros éxitos de ventas.

Todo este cine que surge del frío al calor de la trilogía Millennium es muy distinto al que estábamos acostumbrados que viniese del norte. Dejando atrás a los maestros Dreyer y Bergman, hace unos años comenzó a distribuirse de manera minoritaria en Europa un cine distinto hecho por una generación desconocida de directores suecos, noruegos, daneses e islandeses como Lukas Moodysson, Thomas Vintemberg, Lars Von Trier, Søren Kragh-Jacobsen, Lone Scherfig, Akï Kaurismäki, etc. que contaban historias personales y cotidianas con estéticas sobrias, a veces llevadas al límite (Dogma), pero distintas entre sí y con fuertes personalidades propias que no tenían nada que ver con este cine negro y policíaco que nos llega ahora con una calidad cinematográfica correcta pero no brillante, generalmente basado en novelas exitosas y dirigido por realizadores noveles o procedentes de la televisión.

Seguramente habremos de acostumbrarnos a ello durante un tiempo, y no vendrá mal al cine europeo recibir aires frescos capaces de atraer a un público poco exigente a las salas como hace el estadounidense. Pero no sabemos lo que durará esta moda. Quizá el fin de Millennium coronado de esta manera tan abrupta en todos los sentidos sea lo mejor que le haya podido pasar a la saga para abrir otras puertas, pues es posible que tanta “presión mediática” haya empezado a cansar a algún sector del público: habrá que esperar a las cifras de audiencia de esta última película.

¿Quién no sabía que la herencia millonaria del escritor muerto sin éxito y de manera repentina a los 50 años se la quedaron el hermano y el padre porque no estaba casado con su pareja, que había empezado un manuscrito que seguramente verá la luz, que el Observatorio Contra la Violencia Doméstica y de Género del CGPJ le otorgó un premio que recogió su desconsolada viuda, o que sus amigos van a hacer una biografía que será llevada al cine? Demasiado color rosa en unas novelas y cine negros de portadas y carteles llamativos y títulos singulares: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Quizá era la hora del final.

Gracias por todo… Nos llamamos… Sí, claro, nos llamamos…

1 Comment
  1. GFBMULTIVAC says

    Magnifico artículo. Sin ver la Tercera de la saga, es coincidente -con las peliculas- que de los tres libros el que menos me gustó fue el segundo (aunque esto es muy personal por lo que he hablado con amigos enganchados a la saga).
    Así todo es cierto que se ha producido una moda de Literatura Nordica (los éxitos de los Libros de Asa Larsson, si se cuantifican por el número de ediciones en España, son también Notables), en los últimos tiempos, que es de agradecer, frente a las modas Americanas, del Código da Vinci…. que a veces contrasta, y rechina, la mentalidad del otro lado del charco, frente a la mentalidad europea…

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