El tabaco, ese dulce veneno que mata

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La nueva ley antitabaco prohibirá fumar en todos los espacios públicos cerrados. / EFE

Desde que Sara Montiel cantó aquello, en 1957, de “fumar es un placer, genial, sensual...”, el inconsciente colectivo de este país vive atrapado entre volutas de humo. Bueno, es un decir, porque antes ya firmaron los indios, en América, la pipa de la paz con aquella gran cachimba que a todos asombraba por los pacíficos resultados que conseguía y Humphrey Bogart, Lauren Bacall y otros famosos de su generación nos ahumaron en el cine con aquellas humaredas que echaban, mientas descubríamos lo felices que eran todos encendiendo un cigarrillo tras otro, ligando sin parar o, como acaba de decir el presidente de los neumólogos andaluces, Francisco Casas, haciéndonos creer —entonces como hoy— que si fumamos, sí, si fumamos, seremos más libres y ‘hombres’ (lo de ser ‘mujeres’ vendrá más tarde), más atractivos y ligaremos más. ¡Mucho más!

Insisto en lo del ligue porque hoy es capital para entender las estrategias que emplean últimamente las multinacionales del tabaco. Casas asegura que su organización cuenta con estudios recientes en los que se señala a las tabacaleras como principales culpables de que haya aumentando alarmantemente el consumo de tabaco entre las chicas jóvenes; pasando en unos años de apenas un 3% al 7% actual. Eso sí, todavía quedan muy lejos de ese 12% de adolescentes masculinos que fuman actualmente (aunque todo se andará) pues, como es sabido, en ese primer cigarrillo y en el ritual iniciático que conlleva el acto trasgresor de ‘fumar como los hombres’, siempre iba incluido el ser ‘muy machos’. Casas asegura que las tabacaleras pretenden hacerle creer a las chicas de hoy con sus campañas que “si fuman, se sentirán emancipadas, tendrás más atractivo sexual, su figura se verá estilizada notablemente y aumentará su belleza”. Vamos, que además del placer que va a darles el tabaco, casi, casi, éste les resolverá la vida.

Pero, ¿frente al placer que produce fumar, el ser humano inteligente no puede darse el gusto de no fumar que, a decir de los expertos y la ciencia en este tema, es un placer mucho mayor? ¡Ah!, pero es que yo soy un rebelde y hago lo que quiero. Y lo que quiero es fumar. ‘A mi nadie me impone nada, eh’, suelen decir los fumadores. Y aquí toca hacerse otra pregunta, quizá la más sutil, que nadie quiere hacerse: Pero, usted que habla de que fuma porque se siente libre, ¿no es realmente un arlequín en manos de esa industria poderosa y perversa que no sólo le engaña prometiéndole placeres que no existen, sino que, además, le da, en lugar de un producto puro (tabaco, el menos malo) un sin fin de otros productos químicos, aditivos, para que usted se envenene con más gusto? O sea, que eso de la libertad no es más que un sueño... Un sueño como aquel que tuvieron Lauren Bacall y el fumique Bogart (‘El sueño eterno’) mientras se atragantaban con el humo.

Fumar no es un placer. El placer sí es no fumar; de veras. Cuando las personas descubren lo bien que se vive sin tabaco y ven como se regenera su piel, su olfato se agudiza, el color del rostro se ilumina, el gusto distingue sutilezas, y se incrementan la capacidad pulmonar de concentración, entro otras muchas cosas, entonces la gente se sonroja por haberle dedicado tanto tiempo y energías... y hecho caso a esa industria maligna, perversa donde las haya, que sólo en España mata al día 160 personas de media con el veneno que nos vende.

El último Eurobarómetro publicado con motivo del día mundial sin tabaco que se celebra hoy, habla del aumento (del 34 al 35%) del número de fumadores en España. O sea, que la Ley Antitabaco no ha conseguido nada, o casi nada... ¡Qué país! No sólo somos quijotes y sanchos a la vez (osados y cazurros) sino que nos creemos los más listos y en cuanto alguien nos propone mejorar nuestra salud, nuestra calidad de vida, hacer algo por el bienestar individual y colectivo, nos tiramos a degüello a quien lo dice y, ¡hala!, si se trata de prohibir de fumar en tal o cual espacio... allá vamos todos de cabeza ¡a fumar! con tal de llevarle la contraria al bien intencionado benefactor. No hay frase más estúpida ni que le produzca más sonrojo al ser civilizado (entiéndase ilustrado, de Ilustración) que esa que aparece en muchos establecimientos hosteleros a la puerta: “En este bar está permitido fumar”. ¡Como si eso fuese un sello de calidad! Menudo desatino... Hay estudios que demuestran que aquellos restaurantes y bares que prohibieron fumar acabaron teniendo más éxito e incrementaron clientela es ingresos hasta un 16%. Y para corroborar esto que digo —de que no por prohibirle fumar a la hostelería, ésta mermará en sus ingresos— quiero recordar que hace unos años asistí a un concierto de rock en Sidney (Australia), en una sala a rebosar con miles de personas de todas las edades, donde no había ni una voluta de humo que respirar, y ¡oh sorpresa! la gente se divertía. Desde aquí les aseguro que los espectadores lo pasaron bien... Y con más salud, sin duda. No se necesita fumar para gozar de la vida, saborear los alimentos, disfrutar de una buena compañía, ni para celebrar la vida.

De todos es sabido que el tabaco es causa directa de decenas de enfermedades. Aunque no voy a enumerarlas aquí, si diré que sólo en el tratamiento de la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica), una enfermedad directamente relacionada con el consumo del tabaco en más de un 70% de los casos, el Estado español gasta el 0,25 de su PIB, o sea, el 2% de todo el presupuesto del Ministerio de Sanidad y Consumo que, traducido a cifras, viene a suponerle un gasto de 2.400 € al año.

Es verdad que el Estado recauda con el tabaco mucho más; como es verdad también, lo he dicho antes, que fumar es un placer. ¡Faltaría más! Pero hay placeres que matan y, ¡sobre todo!, placeres más sutiles, placeres que nos hacen vivir más y mejor. Y como ya escribí en otro artículo, en este mismo blog, relacionado con las corridas de toros, frente al arte del toreo y el placer que produce observar ese espectáculo está la compasión por el que sufre. Y el toro sufre cuando le hieren con las puyas, las banderillas o la espada. Y ese sufrimiento innecesario de un ser vivo es el que me lleva a mí a pedir que se supriman las corridas.

Del mismo modo, con el tema del tabaco ocurre algo parecido: frente al gozo y sensación de que quien fuma ejercer la más pura libertad —un libertad alienada y manipulada, sin duda—, libertad que se ejecuta al encender y consumir un cigarrillo, está ese otro goce —más sutil como digo— de no encenderlo porque somos verdaderamente libres y elegimos vivir mejor, frente a la industria que emplea todo tipo de trucos y subterfugios para tomarnos el pelo y alienarnos.

Y sobre los cambios en la Ley Antitabaco que acaba de enviar el Gobierno al Congreso de los Diputados para su discusión, todo aquel que tiene alguna responsabilidad en Salud Pública, así como la mayoría de los médicos, y todos los expertos en enfermedades provocadas por el tabaco, piden una prohibición absoluta de fumar en cualquier espacio público cerrado. “Hacer excepciones en este tema es habilitar unas vías de escape para evitar la ley hacer la trampa”, resume Francisco Álvarez, neumólogo y especialista en tabaquismo. “Permitir que algunos hoteles tengan un cupo de habitaciones para fumadores o que se creen clubs de ídem, llevará la ley al fracaso y seguiremos sin defender los derechos de los no fumadores; la mayoría”, concluye. Y en cuando al llanto y quebranto de los hosteleros, no debería ser para tanto; que ya les conocemos y sabemos de lo flojo que tienen su lagrimal. A parte de que a la postre les irá mucho mejor —lo mismo que a los comerciantes que rechazaron en su día la peatonalización de una calle, y tan sólo unos meses después estarían dispuestos a linchar a quien se le ocurriese volver a permitir el tráfico rodado—, descubrirán, de paso, que su salud y calidad de vida nunca como ahora fue tan favorable.

Porque se trata de vivir mientras se viva en mejores condiciones. Y, como les digo siempre a las gentes que se meten conmigo cuando me ven haciendo ejercicio en el pueblo, y me dice: ‘¡Eh, tú, ¿qué crees, que no te vas a morirte nunca?’. “Sí, claro que me voy a morir... ¡Como todos! Pero me moriré sano; o por lo menos ese es mi deseo”.  Es decir, de lo que se trata es de que el tiempo que vivimos, vivamos sin humo, en mejores condiciones, y tratando de ser dueños y libres a la hora de elegir nuestra salud. Pues eso, que a ver si este país va dejando ya de fumar.

3 Comments
  1. celine says

    Se le ha pasado a usted mencionar lo mala que es la experiencia de besar a un cenicero, por ejemplo. Jo. En lo de los toros, creo que ha rozado la confusión entre el tocino y la velocidad, con todo respeto, señor Mayordomo.

  2. vpQ2zU says

    Es posible que la alusión a los toros sobre aquí; lo acepto. En todo caso, lo que quería decir es que, como en el juego del mus, el «órdago a la grande» acaba con el juego y, «en una escala de valores… o placeres», siempre hay unos que son superiores a los otros. El placer de no fumar (por todo lo que reporta, es, a decir de los expertos, muy superior al ‘momentaneo’ que reporta aspirar el humo de un cigarrillo. Olvidémonos de los toros, si procede, pero dejemos de fumar, eh. Salud.

  3. Juana says

    Nunca esta de más decir que las corridas de toros es un ritual salvaje y sádico e innecesario

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