La prima, con la anuencia del PP, nos obligará a ir a misa

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El cardenal Rouco Varela, el pasado 23 de abril, durante su discurso en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, donde se refirió a un plan para evangelizar España. / Javier Lizón (Efe)

No nos damos cuenta porque la prima de riesgo nos tiene embobados, pero ya vamos a ver cómo terminamos yendo a misa los domingos por decreto (¡Dios no lo quiera!) y a otros actos religiosos cómo la catequesis o al rezo del rosario. Y si no, ¿a qué viene ese plan del mariscal Rouco para evangelizar España cuando estamos en plena tormenta financiera y con el agua al cuello, sin un chusco que llevarse a la boca? Mientras una mayoría de medios de comunicación, alienados y alineados, abren fuego y reparten las mismas consignas a todas horas, sin fisuras ni descanso, la Iglesia Católica nos anuncia un plan para los próximos años, al objeto de “salvar” a España (otra vez).

¡Me cachis diez!, que diría algún ministro repulido. Pero, ¡ojo! No sólo la Iglesia se ha puesto manos a la obra, para, aprovechando este río revuelto en el que el Estado del Bienestar apunta a putrefacto, llevarse por delante los derechos conquistados y arrimar el ascua a su sardina, no; también el proyecto del Partido Popular y su Gobierno va en esa dirección. ¡Y aquí es dónde está el peligro! Porque, si sólo fuera el mariscal Antonio María Rouco o su santidad Ratzinger con sus adláteres los que promoviesen un cambio en nuestras vidas hacia costumbres más “cristianas” nada habría qué temer, creo yo, pues la sociedad española parece madura (parece) como para darle un corte de mangas al conservadurismo rancio que proponen estos cínicos personajes, de doble moral, hijos del Medievo.

Pero no es la Iglesia Católica sólo, sino también los populares los que, principalmente, a través de sus ministros, han iniciado ya una labor de zapa —de acoso y derribo soterrado, más o menos oculto— para acabar con ciertas libertades públicas, conquistas sociales y otros irrenunciables derechos como son el del matrimonio homosexual, el del aborto libre, el de la escuela pública de calidad, el de la sanidad universal y gratuita para todos... y un largo etcétera más que, en un visto y no visto (lo veremos, ¿lo veremos? ¡Ojala no!), va a llevarnos, antes de que nos demos cuenta, a vivir como vivían los españoles en tiempos de Maricastaña; es decir, con dieta de misa y fútbol.

Se avecinan malos tiempos... Veamos algunos ejemplos. Ana Mato,ministra de Sanidad, sigue erre que erre con “su particular” píldora poscoital. ¡Si a ella nadie la obliga a que se la tome! Y aunque las sociedades científicas, como la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), avalan su inocuidad de forma unánime —la misma OMS también la recomienda—, ella no se fía y sigue maquinando para ver cómo le pone trabas a su dispensación sin receta. Esto, ya digo, mientras arrecia la tormenta financiera y la Medios de Comunicación de Masas (MSC) más afines avanzan como un sólo cuerpo de ejército, compactos y decididos, hacia la anulación de nuestras mentes, voluntad y libertad de pensamiento; de momento, el miedo lo tenemos ya en el cuerpo.

Y en medio de esta tempestad, la pacata Ana Mato insiste en que quiere “más informes” (a su favor, claro) que avalen su deseo. Hasta que cualquier día de estos nos sorprenda con un Real Decreto Ley que restrinja la dispensación de la citada píldora. De momento, a las mujeres inmigrantes "sin papeles" ya les "ha cancelado" la posibilidad de abortar de forma libre y gratuita. Por “cuestiones ideológicas”, suponemos, aunque ella siempre negará este argumento. En cualquier caso, según piensa la ministra, tendríamos que tener hijos “por narices”; porque ella así lo quiere. Y si en un día de placer (o en un rato) una mujer se descuida... ¡Que se fastidie! ¡Pero qué manía tienen las huestes del PP de hacer sufrir a la gente! Menos mal que frente a la ministra y su obsesión, los argumentos científicos de los expertos son meridianamente claros en este caso: el medicamento levonorgestrel ni es tóxico, ni tomándolo hay riesgo de sobredosis, ni peligro de adicción, ni causa defectos congénitos, ni tiene contraindicaciones. Es sencillo de utilizar y las indicaciones son muy claras para su uso. Aún así, recalcamos, Ana Mato está empeñada en fastidiarle la vida a ese casi medio millón de mujeres españolas que lo toman cada año. Ah, y tampoco existen datos de que sea un estímulo para la promiscuidad sexual, ni de que se utilice como “anticonceptivo habitual”, ni, por supuesto, de que tenga efectos abortivos, como pregonan los que argumentan en su contra. En los 60 países que se prescribe libremente el levonorgestrel — en Francia, desde 1999; en Finlandia, desde el año 2002— no se tiene constancia de que entrañe riesgo alguno para quienes lo consumen.

Y de la mojigata Ana Mato al ínclito Alberto Ruiz Gallardón, ministro de Justicia, al que, a medida que le rascas, le  salen púas de lobo de su piel de angelote. Dijo Gallardón, nada más llegar al ministerio, que las mujeres van a tener que dar una justificación para poder abortar, pedir permiso si son menores... Tendría él que ser mujer y ya veríamos si al quedarse “en estado de buenas esperanza” —como suelen decir ellos, los de su cuerda— en “un día de esos tontos que uno tiene” y no deseara tener el hijo, a ver si le apetecía andar por ahí pidiendo permisos... A ver qué gracia le hacía no poder resolver el problema lo antes posible. Piénselo señor Ministro, póngase en el lugar de las mujeres (si es que puede), y tal vez no vuelva a decir lo que dice. Y luego va y remata con aquello de que “la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres”, o sea, que sólo son “mujeres auténticas” aquellas que son madres. ¡Menudo disparate! Otro que, como la ministra Ana Mato, está empeñado en “corregir” las leyes para poner alambres de espino a nuestras libertades.

Pero si hablamos de educación, lo del ministro José Ignacio Wert supera todo lo imaginable. En una clara estrategia para acabar con la escuela pública de calidad —ésta quedará como reducto para acoger a los desheredados o para justificar las estadísticas que hablarán de una “escolarización universal y gratuita” en España—, este sociólogo dicharachero ha empezado por meter la tijera ideológica y económica y ha entrado, como se dice vulgarmente, “a saco” en ella. Si reducir las plazas de docentes y aumentar las ratios de alumnos por profesor es grave, más lo es aún emplear el argumento del fracaso escolar en España como subterfugio para justificar toda una estrategia global de acabar con la igualdad de oportunidades por un lado y por otro, y contrapuesto, impulsar la educación como negocio. Adiós a los centros escolares como espacio pedagógico; quizá terminen siendo, aunque parezca una caricatura, “centros de negocios” donde la economía y la competitividad serán las reglas que rijan la docencia. La subida de tasas y matrículas, la reducción de becas o los criterios establecido para su obtención, entre otras medidas, son sólo herramientas al servicio de la discriminación en beneficio de los que más tienen mientras que de ahora en adelante se le siega la hierba bajo los pies a los más débiles económicamente. A los pobres, si quieren aprender y salir de la pobreza... económica e intelectual no va a quedarles más remedio que volver al seminario o a los conventos de frailes como antaño (¡Rouco no lo quiera, por Dios!)

Se acabó la educación como propuesta y medio para la transformación social, encaminada a ennoblecer la especie humana, en este caso “la española” ¡vive Dios!, que falta nos hace. Al ministro Wert parece que le interesa más “formar” a un alumnado de élite, para que, cual soldados disciplinados, se pongan al servicio de la economía capitalista y la competitividad, en lugar de impulsar la escuela pública de calidad para todos que enriquezca la capacidad crítica de cada español  a fin de que seamos ciudadanos capaces, críticos y responsables. Claro, esta educación cuesta dinero. Y el Gobierno por lo que sé ve no quiere gastarlo en ello; prefiere enredar con la prima. O arrimarlo a su pesebre. De modo que el que quiera aprender hoy y formarse, que lo pague.

En fin, para ir concluyendo: Con la disculpa de la prima de riesgo y el alboroto que está armando la ladina, andamos todos lelos, sin saber donde meternos, ni qué hacer. Y mientras tanto, en algunos ministerios como los de Educación, Justicia, Sanidad y algún otro, están trabajando a fondo y destajo para, en los tres años y pico que el  Gobierno "absoluto" del PP tiene por delante  “meterla en cintura”, que diría el mariscal Rouco, a esta España libertina.

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