Firmad, firmad, malditos: Durban vuelve a aplazar la lucha contra el cambio climático

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Un acuerdo sin duda controvertido ha sido el colofón a diez días de inoperancia política en Durban sobre la renovación del Protocolo de Kyoto y cómo luchar de manera efectiva contra el calentamiento global. Es el tercer fracaso anual de la Cumbre del Clima y esto no augura nada bueno. Y tampoco nuevo, pues lo ocurrido en la ciudad surafricana rememora claramente lo que hubo el año pasado en Cancún (México) y el anterior en Copenhague (Dinamarca).

A algunos les ha faltado tiempo para lanzar las campanas al vuelo por el hecho de que Estados Unidos y China ––causantes primordiales de los retrasos y dificultades que hicieron que la reunión de Durban terminara con dos días de retraso–– hayan firmado también el texto suscrito por los 150 países representados bajo los auspicios de la ONU.

Ese texto no compromete a casi nada y a casi nadie, como se han encargado de resaltar otros actores o partícipes en la cumbre. No fijar la manera legal y vinculante en que habrán de articularse medidas para evitar que la elevación de la temperatura media del planeta sea superior a dos grados para 2020 es la mejor forma de dejarlo todo en el aire.

Se repite así el fiasco de Copenhague y el de Cancún, en donde fue imposible, en 2009 y 2010, fijar una renovación razonable del Protocolo de Kyoto, cuya vigencia expira el año que entra. En pocas palabras, se podría deducir que la crisis sistémica y sus consecuencias han obrado eficientemente en contra de la responsabilidad de conservar el planeta donde vivimos.

Solamente la Unión Europea ha mantenido una postura medianamente consciente a favor de la renovación efectiva, no sobre el papel como se ha hecho, de un acuerdo que sirva para paliar el progresivo calentamiento global. El resto de grandes emisores de CO2, como Estados Unidos, China, India e, incluso, Brasil parecen decididos a no sacrificar un posible crecimiento económico incontrolado en términos ambientales.

Dejando aparte las ínfulas estadounidenses de recuperar el liderazgo indiscutible ahora que la UE se tambalea económicamente, la postura de los “grandes emergentes” Brasil, China e India, apoyados en Sudáfrica y México, recuerda lo que hace unos días me aseguraba un afamado urbanista español: “En Cataluña empezaron a hablar de conservación de la costa y del territorio cuando ya estaba todo construido; así, ahora la presión ambientalista está en las provincias del sur de España que todavía disponen de territorio libre”.

Sin entrar, tampoco, en el punto de cinismo que pueda tener ese razonamiento, lo cierto es que en términos ambientales Brasil, China, India y el resto de estados en vías de desarrollo ven cernirse sobre ellos toda la responsabilidad de mantener efectiva la lucha contra el cambio climático, sin que importe si ese asunto pone en riesgo sus posibilidades de crecimiento económico.

Además, la concreción de lo firmado en Durban debe empezar su negociación efectiva en 2015. Lo acordado no será más que “otro instrumento legal o un resultado acordado con fuerza legal", mas no necesariamente vinculante. Lo que viene a significar que muchos palos pueden ser aún introducidos en las ruedas de ese carro anticalentamiento global al que supuestamente su subieron ayer casi todos los participantes en la XVII Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático (COP17). Lo veremos el año que viene en Catar, como vimos en Copenhague, Cancún y ahora en Durban.

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