El fantasma del enfrentamiento sectario planea sobre la ofensiva contra Mosul

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Miembros de la Policía kurda junto al cuerpo de dos yihadistas que acaban de ser abatidos en Kirkuk (Irak). / Bas News
Miembros de la Policía kurda junto al cuerpo de dos yihadistas que acaban de ser abatidos en Kirkuk (Irak). / Bas News

El fantasma del enfrentamiento sectario aparece de nuevo sobre la ciudad de Mosul cuando todo indica que nos encontramos ante el fin de su dominio por el Estado Islámico. Mosul, antiguo bastión del Baath de Sadam Husein, ya era caldo de cultivo para el sectarismo y de hecho, el rechazo de su población a las políticas excluyentes del Gobierno chií provocó que la segunda ciudad de Irak, mayoritariamente suní, recibiera con los brazos abiertos a los yihadistas en junio de 2014.

Es cierto que ese apoyo se desplomó en solo unos meses, al comprobar la forma salvaje y depredadora con la que actuaban los nuevos dueños de la ciudad. Hasta el punto de que aniquilaron a los movimientos locales, en buena parte herederos del Baath, que les ayudaron a entrar en la que todavía consideran capital de su Califato, y que ahora podrían volver a surgir.

La situación aún se complica más porque, debido al caos y desgobierno que domina en Irak, tras las distintas milicias que quieren participar en la toma y posterior control de la ciudad, se esconde el interés de Turquía e Irán para consolidar y reforzar su presencia en esta parte del país.

Es sobradamente conocido que Turquía lleva tiempo entrenando a unos 3.000 combatientes de la denominada Hashd Watani o Milicia Nacional, seguidores del exgobernador y antiguo baasista Atheel Nuyaifi, con el claro objetivo de utilizarla como “caballo de Troya” para recuperar su histórica influencia sobre este antiguo vilayato otomano. Tampoco niegan los dirigentes turcos que su presencia en Mosul les puede ayudar a combatir de forma más directa a las guerrillas del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que en estos dos años han conseguido desplegarse tanto en la zona de Sinyar, con la colaboración de grupos yezidis, como en Kirkuk, bajo el amparo de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), principal grupo político del enclave petrolífero.

Algo parecido ocurre con las Milicias Populares chiíes (Hashd Shabi), financiadas, armadas y entrenadas por los Pasdaranes de la Revolución iraní en un intento de asentar, dentro de Irak, un contrapoder frente al Gobierno también chií pero más moderado del primer ministro Haidar Abadi.

El mapa muestra las distintas fuerzas que están presentes en la ofensiva para recuperar la ciudad de Mosul. / Manuel Martorell
El mapa muestra las distintas fuerzas presentes en la ofensiva para recuperar la ciudad de Mosul. / Manuel Martorell

Esta es, al parecer, la principal razón de que Abadi y el Ejército regular iraquí bajo su mando hayan adelantado una ofensiva que no se esperaba antes de la toma de los dos importantes focos que todavía quedan en manos del Estado Islámico: la ciudad de Tal Afar, al oeste de Mosul, y la bolsa de Hawija, entre Mosul y Kirkuk. Precisamente, el haber dejado “atrás” este territorio yihadista habría permitido al Estado Islámico el múltiple ataque contra la ciudad de Kirkuk de este viernes, que ha dejado decenas de muertos en sus calles.

El adelanto de la ofensiva sobre Mosul tendría, por lo tanto, el claro objetivo de colocar en un plano totalmente secundario a las milicias apoyadas expresamente por Turquía e Irán, quedando la dirección de los movimientos militares bajo la responsabilidad exclusiva del Gobierno de Bagdad con el apoyo expreso de Estados Unidos.

Este hecho ha vuelto a provocar un nuevo desencuentro entre estos dos aliados de la OTAN, ya que la marginación de la Milicia Nacional de Nuyaifi, y por lo tanto del Ejército turco, ha supuesto una humillación más para el Gobierno de Erdogán, que ya había anunciado públicamente que sus tropas participarían en la conquista de la ciudad. Después, su primer ministro ha tenido que admitir, igualmente en público, que solamente intervendrían algunos aviones “en caso de que fuera necesario”.

Bagdad ha preferido coordinarse con los peshmergas (literalmente, “los que caminan ante la muerte”) del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), que tienen cierta presencia en Mosul, son suníes como la inmensa mayoría de sus habitantes, partidarios de preservar su diversidad cultural y religiosa y, además, mantienen una buena relación con Ankara, lo cual permitiría que jugaran un papel “bisagra” a la hora de restaurar el Gobierno metropolitano.

La hipotética toma de Mosul implica otras amenazas menores pero que no por ello deben ser menospreciadas. Como ha ocurrido este viernes en Kirkuk, quedarán “células durmientes” del Estado Islámico dispuestas a actuar en cualquier momento. También queda en el aire el retorno de la importante minoría cristiana, uno de los componentes más peculiares e históricos de Mosul. La práctica totalidad de las familias cristianas fueron expulsadas de la ciudad, sus casas confiscadas y medio centenar de iglesias, centros de enseñanza y sedes institucionales han sido destruidos o, en el mejor de los casos, reutilizados por el Estado Islámico.

Incluso las pequeñas minorías yezidi y shaback cuentan ahora con sus propias milicias, dispuestas a pagar una alto precio en la defensa de sus comunidades, aprendida la lección de hace dos años, cuando la ofensiva del Estado Islámico contra ellos les cogió, indefensos, por sorpresa. Un cóctel, por lo tanto, más que explosivo para una urbe siempre problemática y que exigirá de la clase política un esfuerzo sin precedentes para que no siga el camino de otras ciudades que, como Alepo, Damasco o la propia Bagdad, han sido “devoradas” por la violencia sectaria.

1 Comment
  1. celine says

    Magnífica información: por fin un mapa con el que orientarse en este conflicto enrevesado.

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