Campaña de la renta: donemos unos cuartos a la BNE

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Entrada de la Biblioteca Nacional. / bne.es

Repican los ecos del disgusto con que las gentes de bien se desayunaron cuando la noticia de la degradación de la Biblioteca Nacional de España, hecha ya oficial por el BOE del 6 de mayo. Como si de un viejo militar de honor se tratara, el bello edificio parece encajar el sablazo que le separa de la medalla con expresión de dolor y perplejidad. Manda carajo que se premie así la labor soberbia de la BNE estos últimos dos años. También paradójico que en su página aparezca como última noticia su propia devaluación.

No puedo evitar acordarme de un comentario del que no hay testigos salvo yo misma y mi interlocutor, el entonces director de RNE, Eduardo Sotillos, allá por la Edad Media de la democracia española. Me preguntó por mi opinión sobre si mantener o no Radio Clásica ya que “no tiene más que 74.000 oyentes y parece poco rentable”. Ante lo que tomé por broma, sólo reí. Pero, al ver su insistencia, no tuve más remedio que improvisar un mitin a favor de esa emisora –bendita sea– y esos 74.000 oyentes que, probablemente, salvan de la incuria musical a todo el país.

Perdonen la referencia personal pero viene tanto a cuento. Entonces creí que se trataba de la sordera providencial de los mandos españoles, en general. El episodio de la BNE me hace temer que no se trate solamente de sordera. Ceguera también hay. Y una falta de sensibilidad que arrasa el resto de los sentidos sin dejar brizna de hierba al sol. Ya dijo el llorado Manuel Vázquez Montalbán que “lectores, lo que se dice lectores, en España somos unos 25.000”. Según eso, en lo que coincido plenamente, cabe la tentación de pensar que sobran las bibliotecas, si no fuera por los estudiosos, hispanistas, filólogos e investigadores varios.

La penuria universitaria española merece otra mención. Las facultades se apuntan al negocio Bolonia sin siquiera haber alcanzado espacios decentes para desarrollar su labor de conocimiento. La de Bellas Artes de Madrid, por ejemplo, antaño celebrada, alquila su salón de actos para eventos (feo neologismo) y no puede disponer de él para lecciones magistrales de profesores extranjeros que vienen a contemplar el cutrerío de sus instalaciones. En pagos más dueños de sí mismos, las aulas magnas están siempre dispuestas para cualquier acto por modesto que sea, con tal de honrar al Alma Mater como debe ser. Eso sí, luego les sobra tiempo para laurear honoris causa a Antonio Banderas; y mira que me cae simpático, pero claro...

Pero, volvamos a la Biblioteca Nacional. En su modesta página -si la comparamos con las de la Francesa, Británica y no digamos la del Congreso de los Estados Unidos, que sí cuentan con el apoyo de sus sociedades y políticos- la BNE apunta la posibilidad de que usted o yo hagamos donativos para ayudar a mantener las actividades. Por supuesto que en los otros casos, ese apartado es más directo, más visible, pero también es antigua práctica instalada en esas sociedades, especialmente la norteamericana, la de apoyar económicamente aquello que aman para que no se apague.

Por eso, dejando aparte las intrigas de los leoneses que quieren figurar más de lo que hacían cuando acompañaban a Del Corral por esos foros del mundo,  o los insuficientes acumulados en el bachillerato de nuestros mandamases, les propongo, amigos, que aprovechando la campaña del IRPF, organicemos una colecta del estilo de la que llevó Olof Palme, admirado primer ministro de Suecia cuando Franco. Así podremos entregar lo recaudado al Gobierno con la esperanza de que éste devuelva a la BNE la dignidad perdida para el año que viene, 2011, en que cumpla –ojalá– los 300 de vida. Que como dice un oportuno cartel bien discurrido, no es bueno prescindir de las bibliotecas en épocas de recesión, como no lo es cerrar hospitales en plena epidemia.

Ya sé que los bolsillos no están alegres –si yo les contara–, pero, ¡qué demonios! A quijotes no nos ha de ganar nadie.

6 Comments
  1. Carmelo says

    Por lo que a mí toca, que sé que es poco, doy permiso al gobierno para que dedique a la Biblioteca Nacional la parte de mis impuestos que va a esas otras instituciones que no son la iglesia católica. Y, si se abre una cuenta, prometo ingresar en ella de mi bolsillo otro tanto.
    Sugiero convocar para esta gesta no sólo a los Quijotes, que suelen ser pocos, pobres y bastante inútiles en estas cosas tan mundanas como el dinero. Pido ayuda a los Sancho Panzas, mucho más abundantes, espabilaos y generosos.

  2. celine says

    Qué mala suerte ha tenido esta Biblioteca Nacional por nacer aquí. Pobre.

  3. estrella says

    Elvira. Avisame cuando vendan sus hermosas farolas.

  4. ehuelbes says

    Comprendo tu preocupación, Estrella, y la comparto.

  5. ehuelbes says

    Gracias, me. Muy completo.

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