La decisión de Twain

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Mark Twain/Columbia University

La ventaja de haber leído de chicos es encontrarse, de viejos, con un tesoro inesperado en la despensa. Los que hayan leído Huckleberry Finn, o Las Aventuras de Tom Sawyer, por ejemplo, creo que lo entenderán. O Príncipe y mendigo o Un yanqui en la corte del Rey Arturo o Vida en el Misisipi y tantos otros títulos de la América joven y esperanzada de esos años del siglo XIX.

Viene esto a cuento porque el autor de Huck, Samuel Langhorne Clemens, conocido en el siglo como Mark Twain, coherente con su vida y obra, dejó dicho que le publicaran sus memorias una vez llevara su cuerpo cien años muerto, lo que se cumple este año.

Cien años son muchos años, pero así se aseguraba este hombre excepcional que los amigos y conocidos mencionados –quizás no muy amablemente- estuvieran también criando malvas. La historiadora americana, Laura Trombley, asegura que la decisión del autor de aplazar tanto esta publicación se debe a que está plagada de juicios vitriólicos sobre  diversos aspectos de la realidad americana y que contiene grandes dosis de bilis, lo que –según otro escritor que se ha ocupado de Twain, Michael Shelden- podría dañar su imagen pública, algo que el padre de Tom Sawyer cuidaba. No hay que olvidar que Twain era periodista; empezó a trabajar en el Territorial Entrerprise de Virginia City, en 1862. ¡Imagínense! Virginia City, nombre de sonoridad far west donde los haya.

¡Qué noticia tan profundamente agradable! ¡Qué impaciencia tener que esperar hasta noviembre! Cinco mil páginas, medio millón de palabras abiertas para los lectores ávidos de la aventura de leer.

Diversos autores norteamericanos, como los que he mencionado más arriba, llevan años investigando y especulando sobre este legado aún inédito. Saludan que se trata de unas páginas en las que se sabrán aspectos muy desconocidos del autor más americano de cuantos ha dado aquel gran país, capaz de generar cosas excelsas y también las más horribles: desde su apasionado romance, muerta su esposa,  con su secretaria, Isabel Van Kleek Lyon, a sus serias dudas sobre la existencia de Dios, algo que en Estados Unidos importa más que aquí.

Quizás una de las cosas de su vida pública con las que más simpatizo es con su crítica incansable a las misiones imperiales norteamericanas en tres plazas que eran españolas y en las que se cebó cruelmente Washington: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. De hecho, Twain fue muy crítico con la actuación de Theodore Roosevelt hasta el punto de que acuñó una de sus sonoras frases que tanto se citan: “el patriotismo es el último refugio de los canallas”.

Se sabe que partes de esta autobiografía ya habían sido publicadas en vida del autor, sencillamente porque necesitaba la pasta, en revistas aquí y allá: pero vaya usted a buscarlas. Más de la mitad de la obra está inédita todavía, dice el jefe del equipo de la Universidad de Berkeley que se ocupa de ponerla a punto, Robert Hirst, quien bromea cuando le preguntan –según cuenta The Independent- por qué Mark Twain quiso esperar tanto a publicar sus memorias: “Era un hombre que sabía cómo hacer que la gente deseara comprar un libro”.

En tiempos de libros electrónicos y asociaciones de editoriales como si de corporaciones del acero se tratara no vendría mal un vendedor original y activo como este autor que tanto nos ha hecho disfrutar y querer aquella Norteamérica soñada. Y abrumados como estamos por las noticias de corrupción generalizada, es muy recomendable leer a Twain, un ser humano con principios compartidos por la gente honrada.

8 Comments
  1. Calabrés says

    Lo de los cien años, es más que un truco para vender; es para despertar interés por sus avisos, pues ese Twain en sus memorias espía su tiempo y lo cuenta para después, se convierte en escritor de avisos. Con sus garantías explicitadas de veracidad. Palabras mayores. Cinco mil páginas de literatura de avisos, enhorabuena para todos.

  2. Rosa María de Torres Villagrá says

    Seguramente puso lo de los cien años para sentirse más libre a la hora de escribirlas,lo raro es que le hicieran caso.

  3. ultimolunes says

    El ludópata más insigne soltó la siguiente definición, o juicio, al iniciar una conferencia (con eso se pagaba el acceso a las timbas) en una universidad:

    En el principio Dios hizo a los idiotas, eso lo hizo para entrenarse. Despues hizo al personal docente.

  4. ultimolunes says

    «No está en ninguna».
    Esa era su manera de chafar a los tirleros en las ferias de pueblo de su infancia en el Deep South.
    Se acercaba a la mesa en la que el listo intentaba timar a los palurdos y despues de mirar atentamente las evoluciones de las manos (lo hacían con tres cascaras de nuez y un guisante) y de permanecer mudo durante los primeros «pases» soltaba su frase y el muy ingenuo esperaba que el trilero le diese un premio.
    Lo cuenta en Vida en el Missisipi, y a mi me sirvió para descubrir que hace más de dos siglos que conviven los trileros con sus víctimas.

  5. celine says

    ¡Larga vida a Mark Twain!

  6. me says

    Creo que Hirst lleva razón. Twain sabía que en cien años la posibilidad de que se le leyera era remota. Creo que su obra ha desaparecido hasta de las escuelas.
    Muy interesante. Gracial Elvira.

  7. Mara9 says

    Un escritor archifamoso escondiéndose para decir lo que de verdad piensa, qué sugerente…y cuánta fe en la posteridad. ¿Estaremos a la altura?

  8. Mati says

    yo no tengo ni idea que intenciones remotas haya detrás de esos 100 años de espera, pero a mi me pica la curiosidad, Elvira, estáte «al loro» y cuéntanos algo cuando salgan a la luz.

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