Ofelia de Pablo
Las tumbas del cementerio de Goma, la capital del infierno congoleño durante largos diez años, miran hacia un gran anuncio de refresco. Puede que a los publicistas les pareciera oportuno que ante tanta muerte “un toque refrescante” siempre viene bien. O quizás piensan que, como el Congo tiene casi 5 millones de muertos que esperan ser enterrados, que por porcentaje seguro que mucha gente pasa por el sacrosanto lugar y verá la publicidad. Tal vez hayan creído que justo donde se asientan las flamantes letras rojas que incitan a la felicidad sea el perfecto lugar para venderse, lo que no saben es que debajo están las fosas del cólera. Pero no hay que escamarse ¡no! El Congo tiene muchas fosas para elegir donde hacer publicidad, de hecho creo que casi ningún pedazo de tierra entre la frontera del antiguo Zaire y Ruanda está libre de tener muertos sin identificar debajo.
Hay para todos los gustos. Y la nube de muerte se extiende a mí alrededor... delante, debajo, al fondo. Todos son cadáveres apilados sin nombre para llorar y sin alma que elevar al cielo porque nadie los deja salir fuera. No se permiten las exhumaciones. Pero eso sí la gente aprovecha quizá el buen abono del terreno para cultivar unas patatas, jugar al fútbol o tal vez instalar una casita. Otros ponen publicidad.
Lo bueno es no desperdiciar el terreno.
Lo que creo que no saben es que alguien ha filtrado un peligroso informe que acusa con dedo implacable a aquellos que depositaron allí todos esos cadáveres. La ONU parece que por fin decide mover ficha ante la impasibidad de un genocidio silenciado por más de siete años. ¡Alguien hace algo! –milagro cantan a coro los cinco millones de cadáveres diseminados por el país-. Quizás haya una pequeña luz al final de este negro túnel de muerte y las víctimas puedan algún día honrar a sus muertos.
Alguien debería decir al señor de la Coca Cola que tenía razón. Su anuncio está en el sitio más visible del país, el cementerio.
jooooder!!!!!